El mundo está atravesado por muchas guerras. Gaza, Ucrania, Colombia regresa a la violencia, Sudan, República Centroafricana, Myanmar, Israel-Irán, Sahel, India-Pakistán y muchos conflictos más, anuncian un nuevo siglo sangriento, donde los instintos de agresión humanos se juntan con la sed de poder, el expansionismo territorial y las disputas por recursos minerales críticos.
Como si todo lo anterior no fuese suficiente, aparece el espectro de la guerra espacial, fuera de la atmósfera, un nuevo campo de combates que lleva la violencia un paso más allá.
La actividad guerrera en el espacio exterior adquiera importancia en la medida en que los sistemas de navegación (GPS, Glonass), comunicación (Internet), reconocimiento e inteligencia, adquieren una importancia estratégica para las actividades militares en tierra.
El nuevo territorio de lucha adquiere mayor valor con la aparición de blancos extraterrestres para la actividad militar. Los satélites constituyen uno de los blancos más importantes en el contexto de este nuevo tipo de guerra. Ataques desde tierra, entre satélites y desde los satélites hacia la tierra son algunas de las actividades militares que podríamos llegar a ver.
El armamento es de ciencia ficción (Star Wars) y va desde la interferencia de señales, ciberataques, armas cinéticas, láseres, microondas y hasta minas orbitales. Un terrorífico escenario adicional sería la explosión de bombas nucleares en órbita para destruir satélites o la acción de armas antisatélites colocadas previamente.
La militarización del espacio exterior tiene consecuencias éticas y desde el punto de vista del derecho internacional pues rompe con la visión inicial de su uso con fines pacíficos y con la filosofía de que el espacio es un bien común global que pertenece a toda la humanidad como lo plantea el Tratado sobre el Espacio exterior de 1967.
Desde la perspectiva ecológica, la actividad militar extraterrestre crea el problema de los deshechos espaciales, derivados de la destrucción de satélites, aunado a la ya existente basura espacial de satélites inactivos que contaminan las órbitas.
Las grandes potencias ya han incursionado en este las batallas espaciales con gran vigor y en competencia abierta (particularmente los Estados Unidos, China y Rusia) llevando al espacio su rivalidad terrestre.
Los Estados Unidos (EE. UU.) establecieron un Comando Espacial en 2019 para ocuparse de este campo potencialmente guerrero, como lo ha reconocido el General B. Chance Saltzman el pasado 3 de abril, ante la US-China Economic and Security Review Commission. Las razones, según este jefe de operaciones de la Space Force residen en que 16 sectores de su infraestructura crítica dependen de los satélites. Cultivos relacionados con la observación del clima, servicios de internet y celular, transportes y logística militar vinculados con los sistemas de posicionamiento global, finanzas digitales, comercio digital y todo lo conectado con la observación y ubicación de las tropas en potenciales campos de batalla. Luego de expresar su preocupación por el acelerado crecimiento del potencial chino en este campo, concluye que los primeros daños de cualquier conflicto entre EE. UU. y China ocurrirían en la confrontación entre sus satélites.
Por su parte el periódico de Hong Kong, South China Morning Post reseñó, el 15 de mayo, como China ha logrado grandes avances con la inspección orbital, reparación de vehículos orbitales y reabastecimiento de combustibles, intercepción de radio frecuencias y capacidad de dañar naves especiales rivales. China ha desarrollado sistemas de defensa espacial, experimentado con destruir satélites en el espacio exterior y cuenta con la estación espacial Palacio Celestial, Tiangong.
En el estado actual de la rivalidad y competencia entre ambos estados es de preveer una carrera espacial más intensa en búsqueda de la superioridad y la disuasión.
Rusia ha incursionado en la carrera de seguridad espacial con su sistema de navegación Glonass, equivalente al GPS, pero también ha desarrollado armas antisatélites (cinéticas, láseres, energía directa, electrónicas, cibernéticas y hasta nucleares). La racionalidad estratégica de esto es multidimensional: disuasiva, logro de ventajas asimétricas, protección de sus misiles estratégicos y disrupción de las comunicaciones e instrumentos de reconocimiento de las posiciones de sus adversarios.
Moscú esta de lleno en la carrera por obtener superioridad militar en el espacio ultraterrestre. Es de destacar que Rusia mantiene una antena de Glonass en Nejapa, Nicaragua.
La guerra espacial no se limita a la competencia tecnológica y a tácticas militares novedosas, esta confrontación se inscribe en un contexto más amplio de carácter geopolítico, rivalidad entre las principales potencias y plantea graves desafíos para la humanidad en su conjunto, fundamentalmente por el daño al entorno de la totalidad del planeta.

Es importante para un país pequeño como el nuestro estar conscientes sobre estos peligros y apoyar los esfuerzos diplomáticos para prohibir la colocación de armas de cualquier tipo en el espacio.
Nuestra adhesión al derecho internacional es importante para que la ley del más fuerte no se transforme en regla en el espacio exterior y ponga en peligro a la humanidad. Costa Rica debe apoyar el desarrollo de las normas imprecisas del ante citado Tratado del Espacio Exterior y así obstaculizar la acelerada militarización del espacio.
Debemos promover: la proscripción de situar armas de destrucción masiva en la órbita terrestre, respaldar la prohibición de bases militares espaciales, secundar las normas que inscriban la responsabilidad legal de los estados por la evasión de estas normativas, prohibir la experimentación de nuevos tipos de armas, las maniobras militares e impulsar la aplicación del derecho humanitario internacional y del derecho sobre el uso de la fuerza en los conflictos (Jus ad bellum).
Lo anterior en el entendido que el espacio exterior estará libre para la exploración y uso pacífico por todos los estados y que ninguno pueda reclamar soberanía sobre ninguna parte de este.
Involucrarse en estas acciones diplomáticas es concordante con nuestra tradición de lucha por la paz, respeto de los derechos humanos y observancia del Derecho Internacional.