Costa Rica ha enfrentando con éxito la pandemia del COVID-19. Las políticas sanitarias han llevado hasta el momento a niveles muy bajos de mortalidad. Desde luego, estamos enfrentando costos importantes para los hogares y las empresas. La pregunta esencial es cómo la política económica puede reducir estos costos y ayudar a que no se vuelvan permanentes.
Múltiples gobiernos han utilizado diferentes instrumentos de política económica para ayudar al sector productivo con el objetivo de evitar mayores reducciones en la producción, el empleo y el ingreso.
LEA MÁS: Cuatro consejos de Ramón Mendiola, director general de Fifco, para enfrentar la pandemia
Algunos han otorgado subsidios directos y avales a las empresas afectadas por la crisis. Los bancos centrales han aumentado su radio de acción hasta límites poco imaginables hasta hace poco tiempo. Estos paquetes de ayuda pública a empresas y personas prácticamente no tienen precedente en la historia.
En el mundo los bancos centrales también han tomado acciones con extensión y características nunca antes vistas. En general, los bancos centrales han ampliado la magnitud y plazo de los créditos a los bancos comerciales y algunos incluso han incursionado en otorgar crédito directamente a las empresas y a diferentes instancias gubernamentales.
En el caso costarricense las penurias de la política fiscal no permitirán un papel destacado del Gobierno para apoyar a la economía en crisis. El nivel del déficit fiscal y de la deuda pública no dan margen para que el Gobierno pueda otorgar avales o subsidios a las empresas, tal como ha ocurrido en otras latitudes. El bono proteger otorgado a las personas desempleadas representa un monto modesto, aún comparado con sus equivalentes en América Latina.
En las primeras semanas de la crisis los bancos públicos y privados realizaron una posposición de los pagos de los créditos que debían realizar las personas y las empresas afectadas por el COVID-19. Sin embargo, esta solución es de corto plazo y la crisis requiere una mayor ampliación de los períodos de gracia, porque los deudores pasarán varios meses sin poder hacer el pago de sus deudas.
Los deudores de los bancos necesitan mayores plazos. Sin embargo, los depositantes han reducido el plazo de sus ahorros. Por lo tanto, existe una brecha muy fuerte de plazos. En el sistema financiero existen recursos, el problema es que no calzan con los plazos requeridos por los deudores.
Pregunta clave
La pregunta clave es si el Banco Central de Costa Rica debería intervenir para apoyar a los bancos, para que estos a su vez, trasladen este apoyo a sus clientes deudores con readecuaciones a mayores plazos. Al respecto, tenemos varias observaciones.
Primero, creemos que el Central tiene espacio para hacerlo, dado que el nivel de inflación está por debajo del límite inferior del rango meta y los riesgos hacia el futuro apuntan hacia menores tasas de inflación por diversas razones, entre ellas, la reducción internacional del precio de los combustibles y la debilidad esperada en la actividad económica local. Desde luego, el margen de acción no es infinito.
LEA MÁS: Cuáles son las consecuencias de endeudarse para reactivar la economía
Segundo, el Banco Central debería apoyar al sistema con créditos de mayor plazo, pero no debería correr con el riesgo de crédito del cliente final, el cual debería estar en los bancos comerciales, quienes tienen mayor capacidad para discernir sobre la capacidad de pago de los deudores.
Tercero, el riesgo de crédito del Central debe estar en la capacidad financiera de los bancos comerciales. El programa de crédito del Banco Central debería estar respaldado por las carteras de bonos y las carteras de crédito de los bancos comerciales. En este sentido se debe proteger al Banco Central de pérdidas futuras, pero entendiendo que el riesgo crediticio en todo el país es mayor ahora que en el pasado.
Cuarto, las condiciones establecidas por el ente emisor a los bancos comerciales deberían estar en función de las necesidades de los deudores. En particular, hay que tomar en cuenta que muchos clientes no tendrán capacidad de pago en los próximos meses y la irán recuperando a medida que la economía mejore su desempeño.
Quinto, este programa de crédito del Central debe ser transitorio mientras salimos de esta crisis. Estamos claros que el papel principal de la banca central es mantener la estabilidad de precios. Sin embargo, nuestro Banco Central no puede desentenderse del todo de una situación donde probablemente una cuarta parte de la fuerza de trabajo no tiene empleo y donde el riesgo inflacionario es bajo. El programa de crédito del Banco Central no será la varita mágica que resuelva la crisis, pero será un elemento que ayudará a que la crisis sea menor.
Sexto, nos preocupan los intentos de hacer programas de readecuaciones desde la Asamblea Legislativa. Ya las autoridades financieras han venido flexibilizando las normas para que las entidades bancarias pospongan los pagos de sus deudores. Esto ha venido funcionando relativamente bien, dadas las limitaciones de recursos. Con la rigidez de una ley no se pueden resolver problemas crediticios tan complejos y diversos como los existentes actualmente.