El costarricense se tuvo que acostumbrar a convivir con los créditos en los últimos 30 años. En ese período, el crédito al sector privado pasó de equivaler solo un 14% del Producto Interno Bruto (PIB) a alcanzar un 50%. Esto quiere decir que el peso crediticio sobre la economía no solo se duplicó, sino que se triplicó.
¿Estamos hoy más endeudados que nunca? La pregunta es difícil de responder.
El saldo de crédito y la cantidad de deudores son las más altas de la historia; sin embargo, los saldos como porcentaje del PIB están estancados desde hace varios años.
Por otra parte, hay datos que permiten suponer el crecimiento del crédito informal, pero su tamaño y su evolución son imposibles de estimar a ciencia cierta.
El análisis, entonces, es más complejo de lo que parece.
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Saldos récord
Si revisamos los datos más superficiales de crédito al sector privado, entonces sí es posible decir que la sociedad costarricense está más endeudada que nunca.
El saldo de crédito alcanzó los ¢25,3 billones hasta mayo de este 2025: la cifra más alta de la historia, según los registros oficiales del Banco Central (BCCR).
Este comportamiento, además, se replica cuando se observan los datos desagregados por tipo de moneda.
El acumulado en moneda local asciende a ¢17,1 billones y el acumulado en moneda extranjera a $16.123,7 millones, también por encima de todos los registros previos.
Según Bernardo Alfaro, exsuperintendente de Entidades Financieras, hubo al menos dos factores que se conjugaron para lograr ese resultado.
Por un lado, la profundización financiera que experimentó Costa Rica desde finales de los años 1990 y, por otro, la transformación de la economía nacional, que en el mismo período pasó de enfocarse en la producción agrícola a los servicios, el comercio y las manufacturas.
A mediados de los años 1990 se abrió el monopolio de los bancos estatales sobre los depósitos del público y eso, a su vez, se aparejó con un crecimiento acelerado del mercado crediticio. Ello coincidió con una mayor oferta y un mayor alcance del crédito hipotecario y de consumo, así como en una fuerte expansión en el uso de las tarjetas de crédito.
Por otra parte, la transformación económica del país no solo aumentó los ingresos de la población y su capacidad de acceder a crédito, sino que además generó actividades económicas más susceptibles de requerir financiamiento.
“Los servicios, el turismo y la actividad exportadora son actividades que demandan más crédito que el agro tradicional”, explicó el también exgerente del Banco Nacional. “Son actividades que requieren capital de trabajo, creación de inventarios, financiamiento de infraestructura, cartas de crédito, etcétera”, añadió.
Estos factores generaron un impulso que se concentró principalmente a finales del siglo XX y en la primera década del siglo XXI, hasta la crisis financiera de 2009.
Luego, los saldos siguieron creciendo, aunque de forma más pausada.
Freno reciente
Esa moderación en el crecimiento del crédito en los últimos años es el que podría poner en entredicho la afirmación de que la sociedad costarricense está más endeudada que nunca.
Si bien los saldos generales no paran de crecer en términos nominales, sí se han estancado cuando se analizan como porcentaje de la economía nacional.
El saldo del crédito al sector privado alcanzó un 50,4% del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre de 2024 y se mantiene en el rango del 50% al 60% de la producción desde 2014.
En otras palabras, aunque el crédito sigue creciendo, no lo hace a un ritmo particularmente elevado en comparación con el resto de la economía.
Según el expresidente del Banco Central, Rodrigo Cubero, el estancamiento está relacionado con varios choques que ha enfrentado la economía costarricense desde 2017 y que han afectado el clima de inversión.
Primero, la crisis fiscal que enfrentó el país a partir de 2017; segundo, la aplicación de las reformas fiscales aprobadas en 2018 para frenar los problemas fiscales; y tercero, la pandemia de covid-19.
Todos estos factores, según Cubero, han cargado al sector productivo de incertidumbre en años recientes y se han traducido en un menor crecimiento de la economía, principalmente en el régimen definitivo. Este sector, que excluye a las zonas francas y abarca a la mayor cantidad de empresas costarricenses, es el que más se financia con crédito en el mercado local.
“Normalmente el crecimiento del crédito del sector privado está dominado por la demanda de crédito, no tanto por la oferta, y la demanda de crédito ha estado deprimida por la baja tasa de crecimiento económico que hemos tenido”, observó exjerarca del emisor.
A todo esto, según el socio de Cefsa, se suman factores estructurales y coyunturales. Por ejemplo, la política restrictiva del Banco Central para prevenir la inflación; la apreciación del tipo de cambio en los últimos años, que le ha restado competitividad a sectores como el turístico o el exportador; y los históricamente altos costos de producción.
Bernardo Alfaro también sugirió otra hipótesis: que la legislación aprobada en 2020 para establecer límites a las tasas de interés cobradas por entidades financieras pudiera haber frenado la expansión crediticia aunque sea parcialmente.
“No tengo evidencia concreta sobre lo que puede estar generando ese estancamiento, pero llama mucho la atención que se inicia justamente cuando entra en vigencia la ley de usura”, comentó. “Es bien sabido que esa ley produjo una salida importante de deudores que estaban en el sistema formal, pero ya no calificaban como sujetos de crédito a tasas de interés menores”.
¿Un techo natural?
Más que un techo natural, el hecho de que el crédito al sector privado lleve varios años situado alrededor del 50% o el 60% del PIB es una especie de estancamiento.
Desde el punto de vista de Alfaro, el 50% del PIB es una cifra adecuada “para una economía emergente con un sistema financiero pujante y agresivo”. Sin embargo, Cubero subrayó que no se está tocando ningún techo, ni se está cerca de ello.
Por el contrario, recordó que en países avanzados con mercados financieros más profundos las razones de crédito a PIB pueden exceder el 100%, y que también hay países con niveles de ingreso per cápita parecidos o incluso inferiores a los de Costa Rica con cifras más altas.
Solo en América Latina, por citar algunos ejemplos, el crédito al sector privado alcanza un 56% de la producción en Ecuador, un 65% en Bolivia, un 78% en Honduras y hasta un 103% en Chile, según los registros históricos del Banco Mundial.
El consumo empuja
A pesar de esas cifras, existe la percepción ciudadana de que el endeudamiento ligado a los hogares no deja de crecer y ello puede estar influido por varios factores que respaldan ese planteamiento.
Uno de los principales es que el crédito de consumo crece más rápidamente que el resto.
El saldo actual de este tipo de crédito dedicado al pago de gastos personales y no productivos fue de ¢8,4 billones al cierre del primer trimestre del año, lo cual representó un 33,9% de la cartera total del país hasta ese momento. Esa proporción ha ido creciendo y ha aumentado en 5,5 puntos porcentuales desde el año 2000 hasta la fecha.
El crédito de consumo también se ha frenado como porcentaje de la economía recientemente, pero en menor medida. Según Cubero, ese freno también es consistente con la poca creación de empleo de los últimos años y con las implicaciones que ello tiene en el acceso al crédito formal para la población.
Otro dato que alimenta la percepción de mayor endeudamiento es que también se contabilizan más deudores que nunca.
La Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef) contabilizó 1,43 millones de deudores con saldos superiores a cero en el sistema financiero hasta octubre de 2024: otro récord histórico, a pesar de que se había registrado una ligera caída en los años posteriores a la pandemia de covid-19.
El número actual es un 33,3% mayor que en 2015, a pesar de que el crecimiento de la población nacional no superó el 10% en ese mismo período.
La cifra de deudores también incluye a dueños de tarjetas de crédito, otro rubro que se ha disparado más recientemente, según los datos del Banco Central.
Hace solo 15 años, se contabilizaban un 1,3 millones de plásticos activos en el país; en cambio, la cifra ya era de 3,1 millones al cierre de 2024.
¿Es bueno o malo el crecimiento del crédito de consumo? Es imposible hacer una evaluación tan sencilla, pues todo depende de las características del endeudamiento.
En ese sentido, las autoridades del Banco Central sí han señalado algunas preocupaciones relacionadas con la longitud de los plazos de las operaciones que se están aprobando, especialmente en los préstamos de consumo.
Según datos de la Sugef, el plazo promedio de los créditos de consumo en bancos públicos pasó de 8 años en 2015 a 11,2 años a finales del 2024.
Según redactó el BCCR en el último Informe Anual de Estabilidad Financiera, la extensión de los plazos es un factor que “favorece el sobreendeudamiento e incrementa la exposición de los intermediarios al riesgo de crédito”.
El otorgamiento de este tipo de créditos sin garantías suficientes, por ejemplo, fue uno de los factores que la Intervención de Coopeservidores determinó como una de las claves para entender la caída de esa entidad financiera.

La deuda sin registros
Por último, siempre que se analizan las cifras de endeudamiento del sector privado se debe hacer una aclaración sobre el crédito que crece bajo la sombra: el crédito informal.
El crédito formal tiene fuertes restricciones y excluye a sectores de bajos ingresos y que laboran en la informalidad, un sector económico que abarca al 40% de la población ocupada del país.
Esa población, sin embargo, muchas veces se termina financiando por medio de fuentes no reguladas, que suelen ligarse a tasas de interés ilegales o hasta a métodos extorsivos.
Una encuesta elaborada a finales de 2023 por la Oficina del Consumidor Financiero (OCF), enfocada en personas de 18 a 65 años, determinó que hasta un 47% de esa población decía haber acudido a préstamos con familiares, un 35% a créditos con tiendas comerciales o polacos, un 25% a prestamistas no regulados y un 7,4% a créditos “gota a gota”.
Estos son mercados de crédito de los que no se tienen registros oficiales, pero que estarían creciendo, según datos previos de la misma Oficina.
La última Encuesta Financiera a Hogares (Enfiho) elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) en 2023 también evidenció, aunque parcialmente, esta realidad.
El estudio determinó que hasta un 49,6% de los 1,7 millones de hogares costarricenses reconocían tener una o varias deudas.
Un 11,4% decía tener un crédito hipotecario y un 44,6% hizo alusión a otros tipos de préstamos, principalmente de consumo, formales o informales.
¿Mito o realidad?
Las cifras, entonces, confirman que el crédito privado alcanzó niveles récord en montos absolutos a pesar de que el mercado formal excluye a amplios sectores de la población.
También evidencian un peso creciente del consumo y un mercado informal activo, pero sin registros confiables.
Sin embargo, también muestran un crédito que se estancó como proporción del PIB, reflejo de un clima de inversión poco atractivo para las empresas locales.
Entonces, ¿está Costa Rica más endeudada que nunca? Los saldos son los más altos históricos y siguen avanzando, pero a un ritmo más lento desde hace algunos años.