El comercio entre Costa Rica y Asia-Pacífico ha sido una historia contada entre el simbolismo y el pragmatismo. Hemos tenido avances diplomáticos importantes, tratados que no siempre se han aprovechado a fondo, y una falta de visión estratégica sostenida que limita nuestro verdadero potencial. Hoy el país se enfrenta a un reto claro: cómo se inserta de manera inteligente en una de las regiones más dinámicas y decisivas del siglo XXI.
Un cambio de siglo y de horizonte comercial
En noviembre de 2021, a meses de las elecciones presidenciales, un foro sobre Asia Pacífico reunió a varios candidatos, incluido el hoy presidente. Todos coincidieron en que la región debía ser una prioridad estratégica. No era la primera vez que se expresaba algo así, pero sí era una señal clara de que, para Costa Rica, el siglo XXI ya no solo miraba hacia el norte o hacia Europa, sino hacia el otro lado del mundo.
Asia-Pacífico se consolidaba como una región de enorme dinamismo económico, sofisticación tecnológica y creciente influencia geopolítica. China e India ya no eran solo economías emergentes: eran protagonistas del nuevo orden económico global.
En América Latina, algunos países trabajaron en una estrategia concertada para apuntalar los vínculos transpacíficos. Chile fue el mejor ejemplo: firmó tratados, diversificó mercados, tuvo participación en iniciativas birregionales, afianzó su adhesión a bloques como la Alianza del Pacífico y el CPTPP (Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico) y amplió su red de socios estratégicos.
Costa Rica, si bien con pasos más discretos, también percibió el cambio. Diversos gobiernos constataron la dinámica comercial global y buscaron vincularse con Asia-Pacífico.
En paralelo, el sector empresarial exploró oportunidades, aunque sin un esfuerzo coordinado. Estaba muy presente la experiencia de Japón, de los cuatro tigres asiáticos y, más recientemente, de China. Era muy notorio cómo las clases medias asiáticas habían experimentado un crecimiento sostenido, orientando su consumo a productos innovadores y tecnológicamente más refinados. China, Singapur, India, Corea y Japón encajaban en esa ola de consumo de mayor valor adquisitivo.
Durante las últimas tres décadas, la inserción de Costa Rica en Asia-Pacífico fue una mezcla de pragmatismo diplomático, oportunidades crecientes, avances puntuales y limitaciones estructurales.

El despertar comercial: más vínculos con Asia Pacífico y el giro hacia China
Desde finales de los años ochenta, Costa Rica comenzó a diversificar sus mercados, en el marco de una estrategia de apertura comercial. Japón, Corea y Taiwán aparecieron como socios comerciales importantes, aunque aún marginales frente a Estados Unidos y Europa.
Un gran punto de inflexión llegó en 2007 cuando el gobierno de Óscar Arias estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China. Fue una decisión sustentada en el ascenso de China como segunda economía mundial y motor creciente del comercio global. Este paso trajo consigo la firma de un tratado de libre comercio, vigente desde 2011, donaciones como la del Estadio Nacional y una dinámica diplomática muy activa.
En la Administración Arias también se abrieron embajadas en Singapur, India y Catar. Las primeras giras impulsadas por la cancillería en la Administración Chinchilla fueron a Catar, India, China, Japón y Corea. Se abrió un consulado en Sídney y se designó un embajador concurrente en Australia. El país participó como observador en los grupos de trabajo de Servicios, Inversión, Acceso a Mercados y Pequeña y Mediana Empresa dentro del Foro Económico Asia Pacífico (APEC), a través de Comex. Entró en vigor el acuerdo comercial con Singapur. La presidenta Chinchilla realizó visitas de alto perfil a China y Japón y el presidente chino visitó Costa Rica.
En el gobierno del presidente Luis Guillermo Solís se ampliaron relaciones con otros países con la apertura de sedes diplomáticas en Australia, Indonesia, Turquía y Emiratos Árabes Unidos. La visita del presidente Solís a China derivó en un Plan de Acción Conjunta; en la Administración Alvarado, entró en vigor el tratado de libre comercio con Corea y Costa Rica dio la bienvenida a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, aunque esto no se tradujo en resultados tangibles.
En la presente administración se anunció el interés en formar parte de la Alianza del Pacífico, de negociar la entrada al CPTPP y de ingresar al Acuerdo de Asociación de Economía Digital (DEPA), fundado por Singapur, Chile y Nueva Zelanda.
Estos pasos reflejaban expectativas altas por los beneficios en materia comercial y por la potencial proyección para el país en materia de promoción de inversiones, sinergias en cooperación ambiental y desarrollo sostenible, y acceso a buenas prácticas. Recientemente el canciller realizó una visita a Japón y Corea, y el ministro de Comercio Exterior lo hizo a Vietnam y Japón en el 2024. Sin embargo, ese posicionamiento de cara a las economías de Asia- Pacífico tiene lugar en un contexto en el que la región gradualmente pierde visibilidad en el presente gobierno, más proclive a las alianzas tradicionales.
Comercio creciente, pero asimétrico
Pese al robustecimiento diplomático, las acciones han sido fragmentadas, sin un enfoque estructurado, recursos adecuados y la ausencia de continuidad institucional para generar acciones más potentes.
Las principales entidades de promoción no impulsaron una estrategia integral hacia Asia-Pacífico, como sí lo hicieron, por ejemplo, países como Chile, Colombia, España e Irlanda, entre otros.
Además, el alcance de las embajadas costarricenses en Asia, por falta de apoyo presupuestario principalmente, ha sido limitado. No obstante, el comercio con Asia-Pacífico nos muestra cifras interesantes.
Exportaciones e importaciones de Costa Rica con países selectos de Asia-Pacífico
País | Exportaciones desde Costa Rica (US$ FOB) | Porcentaje del total exportado | Importaciones hacia Costa Rica (US$ CIF) | Porcentaje del total importado |
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China | $631.696.455 | 3,18% | $4,362,295,067 | 15,25% |
Japón | $245.803.408 | 1,24% | $863.467.571 | 3,02% |
Corea del Sur | $363.000.000 | 1,82% | $323.171.242 | 1,13% |
Singapur | $157.556.047 | 0,79% | $97.708.217 | 0,34% |
India | $ 406.000.000 | 2,04% | $274.191.393 | 0,96% |
Malasia | $168.456.491 | 0,85% | $816.013.726 | 2,85% |
Hong Kong | $231.566.077 | 1,1% | $128.349.231 | 0,45% |
Fuentes: Construcción propia con información de Datasur, Observatorio de Complejidad Económica, PROCOMER, INEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos)
En el caso de China, el acuerdo bilateral permitió un aumento en el comercio, pero el balance ha sido desigual: exportaciones costarricenses —dominadas por dispositivos médicos, madera y café— frente a importaciones por más de $4.000 millones, en su mayoría bienes de consumo, electrónicos, maquinaria y productos químicos.
China representa el 15% de nuestras importaciones, pero solo el 3% de nuestras exportaciones. Las barreras no arancelarias, diferencias culturales, estrictos estándares sanitarios y una limitada capacidad exportadora han frenado un mayor aprovechamiento del acuerdo. Corea y Japón tienen cifras más balanceadas, pero igualmente modestas.

Enfriamiento de relaciones y redefinición del vínculo con China
En los últimos años, especialmente desde 2024, ha habido señalas claras de distanciamiento.
En lo económico, Costa Rica sigue siendo un socio menor para Pekín, que prioriza países con más recursos naturales y proveedores de materias primas como petróleo, soja, hierro, cobre y carne bovina; acceso logístico estratégico; potencial de mercado interno o peso geopolítico.
Por su parte, la inversión china ha sido modesta y, en algunos casos, rodeada de controversia. Al mismo tiempo, el contexto geopolítico ha cambiado. Con la intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China y el regreso de Donald Trump, Costa Rica ha adoptado una postura más proclive hacia Washington.
La proyección del país hacia Asia-Pacífico exige coherencia interna. Las economías de esa región valoran, cada vez más, la seguridad jurídica, la estabilidad política, la cohesión social y la capacidad institucional de sus socios comerciales.
En un reporte sobre los primeros cien días de la administración Trump, se citó a Costa Rica como un caso exitoso para contener la influencia china, lo que provocó incomodidad de parte de la embajada asiática en San José.
En la visión de las autoridades presentes esto responde a un enfoque realista —dado que Estados Unidos sigue siendo nuestro principal socio comercial y fuente de inversión—, aunque los críticos señalan que no es razón para desatender las oportunidades en Asia-Pacífico y en China.
¿Hacia dónde vamos? Algunas ideas para el debate
Primero, es importante entender la importancia de diversificar socios comerciales y el impacto de esquemas regionales. Asia-Pacífico es un espacio geográfico variado e inmenso.
Están nuestros principales socios: China, Corea y Japón, pero también el Sudeste Asiático, India, Australasia, y regiones como Asia Central y Occidental (Medio Oriente). Iniciativas como la incorporación al CPTPP, una eventual admisión en APEC, el seguimiento de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y una posible sinergia con la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), deben verse como plataformas para la ampliación de alianzas comerciales.
Segundo, un punto clave a redefinir con madurez es la relación con China. ¿Es sostenible ser parte de la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China a sabiendas de que estas dos potencias tarde o temprano negociarán un acomodo en lo económico, comercial y político? El vínculo con China ha sido desigual, sí, pero no representa un callejón sin salida.
El gigante oriental sigue siendo la segunda economía del planeta, con una demanda creciente por bienes sostenibles, alimentos de calidad, innovación médica y soluciones ambientales –ámbitos en los que Costa Rica tiene fortalezas. Entre los retos para el país está el transitar hacia una gestión técnica y sectorial que identifique nichos específicos, reduzca barreras no arancelarias y aproveche canales subnacionales o empresariales para normalizar el diálogo. Ello en el marco de la construcción de una agenda comercial pragmática, basada en el interés nacional, que rescate lo útil y deseche lo ineficaz. Analistas y empresarios sostienen que, ignorar por completo a China, no parece ser una opción razonable a largo plazo.
Tercero, la Alianza del Pacífico puede ser una vía útil para facilitar la inserción en cadenas de valor asiáticas. Singapur ya es miembro asociado y le siguen Canadá, Corea, Australia y Nueva Zelanda. Con estos dos últimos, aún no hay acuerdos comerciales. El ingreso de Costa Rica como miembro pleno, debe ser complementario a los esfuerzos nacionales en materia de comercio, inversiones y cooperación. Trabajar concertadamente con países a ambos lados del Pacífico puede resultar una opción interesante.
Cuarto, es necesario revisar algunos aspectos de los tratados existentes con los países asiáticos, sobre todo apostar a mejores mecanismos de acceso real al mercado y políticas comerciales que permitan cumplir con los exigentes estándares asiáticos en materia de normas sanitarias, fitosanitarias y técnicas exigidas por China y otros países.
Quinto, el país necesita fortalecer sus capacidades exportadoras y logísticas. Es vital invertir en certificaciones, trazabilidad, infraestructura portuaria y conectividad digital de primer nivel. El país no puede prescindir de una vinculación estratégica y conexión directa con esta región. El Pacífico costarricense, en particular, debe ser un punto fuerte de enlace con Asia. La modernización del puerto de Caldera deviene urgente, lo cual demanda superar los obstáculos políticos e institucionales que impiden convertir esa aspiración en realidad.
Sexto, es importante consolidar una estrategia de inserción inteligente en Asia-Pacífico. Esto implica aprender de modelos exitosos en innovación y ciencia, de países que han logrado una incursión ingeniosa en la sociedad del conocimiento y han entendido que la educación es una poderosa herramienta a la que hay que apostar. Esto implica una diplomacia más especializada, mejorar la formación cultural y lingüística sobre Asia, y preparar mejor a nuestras agencias de promoción comercial para entender mejor ese mercado.
Séptimo, no hay que olvidar nuestra ventaja como país verde. Costa Rica puede posicionarse como un socio atractivo para empresas asiáticas interesadas en sostenibilidad, tecnologías limpias y economía circular.
Y, finalmente, hay que aprovechar instrumentos globales como el “CHIPS and Science Act” de Estados Unidos, que abre espacio para atraer inversión asiática en manufactura avanzada. Para ello se necesita potenciar el talento humano, zonas francas y parques tecnológicos con infraestructura adaptada a la manufactura avanzada, incentivos fiscales alineados con necesidades específicas del sector (certificaciones, energía confiable, etc.) y fortalecimiento de un entorno normativo y técnico robusto con aseguramiento de estándares internacionales en propiedad intelectual y comercio electrónico.

Conclusión: del simbolismo al pragmatismo
Asia-Pacífico es uno de los ejes económicos de este siglo. Para aprovecharlo, se necesita ir más allá de la retórica. Se requiere una estrategia coherente, multisectorial y sostenida, que trascienda ciclos políticos y comprenda a fondo las complejidades culturales, comerciales y tecnológicas de esa región. Se trata no solo de abrir puertas, sino de saber cómo cruzarlas.
El desafío, en el fondo, es simple pero profundo: mirar hacia donde el mundo se mueve, sin dejar de ser fiel a nuestros valores y a nuestros aliados históricos. El país cuenta con el talento y la reputación para hacerlo.
Las economías de Asia-Pacífico valoran, cada vez más, la seguridad jurídica, la estabilidad política, la cohesión social y la capacidad institucional de sus socios comerciales. Fortalecer nuestro comercio con esa región no puede desligarse del robustecimiento de nuestra democracia, hoy expuesta a tensiones internas, y de nuestro Estado social de derecho, que ha sido una base histórica de estabilidad, inclusión y desarrollo. Nuestra reputación internacional como nación democrática, pacífica y respetuosa del derecho debe ser un activo estratégico, no un relato nostálgico.
El reto es inmenso y requiere de audacia informada, de una diplomacia cada vez más beligerante y de una estrategia comercial bien enfocada capaz de proyectar al país más allá de sus fronteras naturales.
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El autor es académico, exembajador de Costa Rica en Singapur y Australia.