Cuando hablamos de supervisión bancaria es indispensable partir de cuáles son los pilares en los que se basa el proceso de lo que se conoce como supervisión basada en riesgos (SBR). La SBR se ha convertido en el enfoque más adecuado para supervisar en un entorno cada vez más cambiante y retador, dado que procura valorar la efectividad de la gestión de las entidades más allá de observar únicamente sus indicadores financieros y sus políticas en el papel.
A continuación, se abordan estos pilares, no en orden de importancia sino desde los más conocidos hasta los menos comprendidos.
El primer pilar es la situación económico-financiera. Como supervisores, debemos revisar los indicadores financieros que nos permitan valorar la salud de las entidades reguladas; para ello analizamos los niveles de liquidez, la gestión de las estimaciones por riesgos, la calidad de la cartera de crédito, la composición de la cartera de inversiones y la capacidad de generar utilidades que permitan a la institución ser sostenible en el tiempo.
Mientras el primer pilar se enfoca principalmente en la situación actual de la entidad, el segundo pilar, que es la suficiencia patrimonial, tiene como objetivo asegurar que en cada organización exista un capital suficiente para sustentar los riesgos que la entidad toma en sus diferentes líneas de negocio. También es importante valorar cuál es la calidad de ese capital, es decir, qué tanto de ese patrimonio puede utilizarse para compensar pérdidas producidas por las operaciones financieras que se han llevado a cabo, en caso de ser necesario.
A partir de este punto, la supervisión comienza a valorar elementos menos cuantitativos y más cualitativos, que, además, en general son menos conocidos por la ciudadanía. En este tercer pilar el enfoque es en la calidad de la gestión de riesgos, es decir, en cuáles son los mecanismos que tiene la entidad financiera regulada para identificar, analizar, evaluar y gestionar los riesgos del negocio.
Es indispensable que la gestión de riesgos no sea una actividad que se limite a cuantificar los riesgos existentes en el balance, sino que debe formar parte integral de la toma de decisiones y de la gestión de la entidad. Es por ello que resulta indispensable que las entidades cuenten con lo que se llama una cultura de riesgos; es decir, que las personas dentro de la organización piensen no solo en el negocio sino en los riesgos asociados a cada actividad como parte de su operación normal. Es imposible evitar los riesgos, pero estos deben ser medidos y gestionados adecuadamente.
El cuarto pilar de la SBR es lo que se conoce como cumplimiento legal y regulatorio. Su enfoque principal está asociado con asegurar que la entidad cuente con los recursos materiales, humanos y tecnológicos suficientes para cumplir con la normativa costarricense, promover una cultura de cumplimiento a lo largo de toda la organización y garantizar una vigilancia activa del órgano de dirección y de la alta gerencia, para asegurar la atención oportuna de sus obligaciones.
Por último, el quinto pilar del proceso supervisor, a la vez el menos conocido y el más importante, es la gobernanza. Este pilar engloba todo lo que se refiere a la forma en que se conduce una entidad financiera. Las valoraciones son, en este apartado, completamente cualitativas y se enfocan en asegurarse de que las personas que están a cargo de la entidad tienen los conocimientos, la experiencia, la dedicación y las capacidades suficientes para dirigir la entidad financiera supervisada; así como en la existencia y aplicación en la entidad de normas internas para su administración y control.

De la gestión adecuada de una entidad depende la administración efectiva de todos los elementos que ya han sido analizados y que en su conjunto determinan si una entidad es o no sostenible en el tiempo. Además, es indispensable que se cuente con los mecanismos necesarios para un adecuado seguimiento de los riesgos y, por supuesto, es responsabilidad del órgano de dirección determinar la estrategia a largo plazo, así como el apetito de riesgo para la entidad; y que sea este quien vigile y dé seguimiento a la gestión que realice la alta gerencia.
Algunos críticos cuestionan la importancia de los pilares tres, cuatro y cinco, pues son los que requieren mayor cantidad de recursos del regulador y cuentan con menos elementos cuantitativos para su valoración. Incluso, en países como Estados Unidos, actualmente se están restringiendo los recursos para atender estos elementos generando riesgos relevantes al desatender componentes clave de la supervisión; mientras en Europa, por el contrario, se están reforzando los controles del supervisor en relación con ellos, priorizando la profundidad y la efectividad supervisora.
En Costa Rica, se ha adoptado un enfoque de fortalecimiento de la supervisión con el fin de contar con un sistema financiero cada vez más resiliente. Deben, entonces, reforzarse las valoraciones por parte del supervisor sobre la gestión de riesgos, el cumplimiento regulatorio y la gobernanza de las entidades financieras reguladas si aspiramos a contar con un sistema confiable y que realmente sirva de apoyo al desarrollo de la economía nacional.
La protección de los intereses del ahorrante exige respeto, compromiso y conciencia por parte de las entidades reguladas. La intermediación financiera y la gestión de recursos del público es un privilegio, no un derecho, y ha sido conferido a las entidades financieras bajo estrictas condiciones de responsabilidad, integridad y supervisión.

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La autora es la superintendenta general de entidades financieras.