Diciembre es un momento propicio para evaluar el recorrido hecho a lo largo del año, tanto en un plano personal como a nivel nacional. La economía no escapa a ello y El Financiero reflexiona en torno a los distintos resultados macroeconómicos que acompañaron al país en el 2024.
El balance general sugiere que este no fue un mal año para Costa Rica, pero prevalecen muchos grises en la fotografía que se puede tomar. Un primer foco de atención es la producción. El producto interno bruto (PIB) proyecta a crecer por encima del promedio histórico de la economía (4,1% versus 3,8%) y por encima de la dinámica latinoamericana, con tendencia a desacelerarse en el 2025. La favorable impresión que deja este primer punto se opaca parcialmente por al menos dos razones. Primero, el crecimiento sigue siendo muy diverso y por lo tanto el 2024 no ha sido bueno para todos los sectores productivos. Mientras transporte, servicios empresariales y servicios financieros han tenido un crecimiento muy superior al PIB total, el agro y la construcción mantienen tasas críticas, inclusive negativas en el segundo de ellos.
Segundo, la demanda externa sigue siendo el principal motor del crecimiento del PIB, especialmente las exportaciones de bienes del régimen especial y los servicios. La inversión se recupera de forma importante y secunda el impulso del comercio internacional. Sin embargo, Costa Rica sigue teniendo una economía con dos motores desbalanceados donde las exportaciones del régimen especial crecieron cinco veces más que las ventas del régimen definitivo. Ambos, eso sí, han crecido menos que en el 2023. El problema es que el 85% del PIB costarricense se genera justo en el motor más débil, algo que impide un despegue más significativo y parejo.
La variación negativa del Índice de Precios al Consumidor prevaleció a lo largo del año. En 8 de los 10 meses analizados, el IPC decreció respecto al 2023, acumulando un -0,57% a octubre. Este será el segundo año en que la meta de inflación (que debería fluctuar entre el 2% y el 4%) se incumple y por mucho, no mostrando el Banco Central una reacción que haga pensar que el tema le preocupa y más bien pareciera esperar que llegue el tercer trimestre del 2025 para que la inflación llegue al intervalo del rango meta.
En cuanto a las tasas de interés, el esfuerzo del Banco Central por reducir las tasas del mercado parece ser insuficiente. Tal y como se comentó en un editorial previo, el mecanismo de transmisión es débil cuando se trata de impactar las tasas para préstamos pero rápido para motivar una reducción de las tasas de depósitos. Se cuestiona en este punto el nivel de cautela que el BCCR ha mantenido en su política de reducción de la Tasa de Política Monetaria y se plantea la inquietud de hasta cuándo el ente emisor esperará para proponer los cambios estructurales que promuevan un mecanismo de transmisión más eficaz. Esto, en el 2024, parece que no va a pasar.
El tipo de cambio ha sido centro de polémica a lo largo del 2024. Al 5 de diciembre pasado, este macroprecio se ubicó cerca de un 5,0% por debajo del valor observado en esa misma fecha un año atrás, momento en que ya venía presentando una apreciación considerable. En total, entre enero 2023 y diciembre 2024, el tipo de cambio cayó un 16%. Como suele pasar en este caso, ha habido ganadores y perdedores. Para exportaciones y turismo, la reducción del tipo de cambio es un golpe considerable a sus finanzas que seguramente persistirá por varios meses más. Para importadores y deudores en dólares, este movimiendo es agua en el desierto.
En lo fiscal, por segundo año consecutivo el Ministerio de Hacienda reporta un menor superávit primario y un mayor déficit financiero respecto al año previo, señales de que la salud fiscal parece estar teniendo complicaciones. Los orígenes de este deterioro se ubican en impuestos de ingresos y utilidades y de vehículos que se reducen en tanto remuneraciones, transferencias e intereses crecen. Salta la pregunta sobre los movimientos del ministerio en el 2025 para retomar la senda de la estabilidad fiscal. Por un lado, la desaceleración del PIB podría traer consigo una recaudación más ralentizada de renta al tiempo que algunas erogaciones podrían elevarse. A todo esto se contempla que el deterioro de los números fiscales podría motivar una baja en el riesgo país.
Por último, el mercado laboral parece haber entrado en una fase de recuperación habiéndose creado casi 178.000 empleos entre el tercer trimestre del 2023 y el tercero del 2024. Esta cifra ha llevado a una reducción histórica de la tasa de desempleo (6,6%) y a una cantidad de ocupados por encima del periodo previo a la pandemia. No obstante, el mercado laboral también muestra ciertas particularidades, en especial por la contracción del número de ocupados en construcción, agricultura y sector artístico mientras transporte y comercio al por mayor hicieron crecer su planilla en más de 32.000 personas cada uno.