La última publicación del Banco Central de Costa Rica (BCCR) sobre los flujos de inversión extranjera directa (IED) muestra una caída cercana al 25% durante el primer trimestre de 2025, en comparación con el mismo periodo de 2024. Los ingresos de capital nuevo también sufrieron una disminución considerable del 22%.
Estas cifras son preocupantes y merecen un análisis profundo, dado que la economía costarricense ha incrementado su dependencia del dinamismo del sector exportador vinculado a la IED.
Existen diversas causas que pueden explicar esta caída. Sin embargo, las tensiones en el comercio internacional provocadas por la política arancelaria del gobierno de Trump aún no figuran directamente entre ellas, pues los aranceles fueron anunciados el 2 de abril, durante el denominado liberation day, fecha posterior a las cifras publicadas por el BCCR.
Sin embargo, es claro que estas tensiones geopolíticas sí tendrán un efecto adverso adicional sobre la inversión en Costa Rica y el resto del mundo, lo cual refuerza la urgencia de examinar las causas locales y tomas acciones ante de que el problema sea mayor.
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La Encuesta de Perspectivas Empresariales de la Cámara de Industrias señala que uno de los tres principales factores que afecta la competitividad costarricense es la persistencia de un tipo de cambio apreciado. Este aspecto es aún más relevante para las empresas extranjeras, que podrían motivarse a aumentar sus flujos de IED hacia Costa Rica si el tipo de cambio reflejara un valor más competitivo.
En repetidas ocasiones hemos señalado en editoriales que el tipo de cambio es consecuencia en parte de una política errada del BCCR, que desde hace más de cinco años ha sido impreciso en el cumplimiento de su meta de inflación. Esto ha sumido al país en un proceso deflacionario que ya cobra víctimas: Costa Rica se volvió un país más caro para los extranjeros que quieren invertir aquí y también para los turistas que vacacionar en nuestras playas y montañas. Las decisiones del BCCR están teniendo impacto en ambos fenómenos.
El Ejecutivo tampoco contribuye positivamente, pues mantiene una política de creciente endeudamiento externo en dólares, lo que no solo eleva la vulnerabilidad macroeconómica, sino que también presiona la apreciación del tipo de cambio.
Por estas razones, el BCCR debería reconsiderar su postura y ajustar la tasa de política monetaria a la baja, para reducir las presiones sobre la apreciación cambiaria. Además, debería desanclar su accionar de la Reserva Federal de Estados Unidos, un país que ha perdido calificación crediticia, amenaza con mayores aranceles a múltiples economías y cuya moneda se ha venido depreciando en los mercados internacionales.
Una segunda causa de la pérdida de competitividad es la escasez de disponibilidad y calidad del factor trabajo. Costa Rica padece la caída en la calidad de la educación pública, especialmente tras el apagón educativo provocado por la pandemia, la posterior reducción de la inversión en este ámbito y la incapacidad de quien fuera tres años ministra para presentar y ejecutar un plan coherente para salir del lodo. Esta situación tiende a encarecer los costos laborales, erosionando la competitividad frente a países que priorizan la inversión en educación pública.
Un tercer factor es el exceso de trámites burocráticos. En los últimos años no se han hecho cambios realmente sustanciales y la prueba está en que en análisis el Doing Business no solo no presentamos mejorías notables, sino incluso retrocesos.
A ello se suma el desmejoramiento de las relaciones del gobierno con la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (CINDE), reconocida como una de las mejores agencias de promoción de inversiones del mundo.
El resultado es predecible: menor atracción de IED.
Finalmente, no se puede ignorar la relación inversa, empíricamente comprobada, entre seguridad ciudadana y atracción de IED. Es evidente que Costa Rica atraviesa un periodo de creciente inseguridad y un incremento histórico en la tasa de homicidios. La OCDE nos lo advirtió en un reciente informe: la inseguridad nos pasará factura en la inversión.
Nada de lo expuesto resulta alentador para atraer inversionistas. Sin embargo, es claro que las causas de la disminución de la IED son más internas que externas. Por ello, será crucial analizar las cifras del segundo trimestre para determinar si estas tendencias persisten o se agravan. En cualquier caso, lo visto es el primer trimestre debería ser detonante suficiente para emprender acciones de política pública urgentes.