Por mucho tiempo, el mercado de ópticas en Costa Rica se ha caracterizado por un modelo dominado por grandes cadenas. Estas han ofrecido productos muy similares, con precios poco diferenciados y, en general, con escasa distinción entre marcas. Una situación común también es la competencia directa, con múltiples ópticas de estas cadenas ubicadas a muy poca distancia dentro de un mismo centro comercial por ejemplo.
Sin embargo, en los últimos años, el crecimiento de la competencia y los cambios en los patrones de consumo de la población han puesto en evidencia una brecha estructural: un amplio segmento de la población con necesidades visuales desatendidas por la oferta tradicional. De ese diagnóstico ha surgido una nueva forma de entender el negocio, centrada en la simplicidad, la promesa de precios bajos y la democratización del acceso a la salud visual.
Costa Rica es un país con altos índices de alfabetización y un mercado de salud visual relativamente maduro, pero también con una distribución desigual de servicios. Las ópticas se concentran mayormente en el Gran Área Metropolitana, mientras que en regiones periféricas los consumidores dependen de visitas esporádicas o deben desplazarse largas distancias para acceder a una revisión médica o a la compra de lentes o inclusive posponer esta compra por motivos presupuestarios.
En ese entorno algunas marcas respondieron con promociones agresivas, descuentos pero también con la llegada de nuevas marcas que vienen directamente a atender una línea “low cost”. Es precisamente en ese contexto donde Grupo Montecristo, conocido por su marca en el segmento Ópticas Dr. Max, decidió incursionar en el nicho de bajo costo con un proyecto nuevo: la marca Combo Óptica.
A modo de contexto, así como la cadena Walmart tiene su formato Palí o la aerolínea Copa tiene su versión de bajo costo en Wingo, ahora esta tendencia se está trasladando a las ópticas.
“Durante nuestro análisis identificamos que el consumidor que busca precios accesibles es, paradójicamente, el más desatendido: se enfrenta a una oferta confusa, con múltiples promociones y poca claridad sobre el precio real hasta el final del proceso de compra”, explicó Mónica Nagel, directora de Asuntos Corporativos de Grupo Montecristo. Según la funcionaria, el modelo de negocio de Combo Óptica se basa en la generación de volumen a partir de una oferta limitada pero eficiente.

En lugar de manejar un portafolio extenso de aros y monturas, la marca selecciona los modelos que responden a las necesidades clínicas más frecuentes y a las preferencias estéticas del consumidor costarricense. Esto permite consolidar compras en grandes volúmenes y negociar mejores condiciones con proveedores, lo que se traduce en ahorro sin sacrificar calidad.
En la página web de la óptica se ofrecen paquetes de anteojos (aro, lente y estuche), desde los ȼ16.000.
Una particularidad interesante de la estrategia de Grupo Montecristo es la coexistencia de Ópticas Dr. Max y Combo Óptica dentro del mismo portafolio. Mientras Dr. Max mantiene su posicionamiento premium, especializado en estilos y marcas internacionales, Combo busca atender a un público que prioriza la funcionalidad y el costo-beneficio. Ambas cadenas operan bajo lineamientos distintos en diseño, ubicación y comunicación, lo que evita la canibalización interna. “Se complementan en lugar de competir. Atendemos públicos diferentes, pero con el mismo compromiso de calidad”, completó Najera.
Desde su primera apertura en agosto de 2024 frente al Hospital San Juan de Dios, Combo Óptica ha crecido a 14 sucursales distribuidas por todo el país, incluyendo seis fuera del Gran Área Metropolitana. Este proceso de expansión revela que el potencial no se concentra exclusivamente en las zonas urbanas: en comunidades intermedias y rurales, donde la competencia es escasa, la aceptación ha sido particularmente rápida. El plan de la empresa contempla abrir al menos diez nuevos puntos de venta en 2026 y alcanzar el 20% del mercado óptico nacional en los próximos cinco años.
La expansión hacia áreas rurales responde también a una necesidad estructural. En regiones como Guanacaste, Puntarenas o Limón, el acceso a exámenes visuales sigue siendo irregular, lo que impacta en la calidad de vida de miles de personas. En esos territorios, una cadena de bajo costo con respaldo clínico puede significar la diferencia entre postergar un tratamiento visual o poder adquirir un par de lentes adecuados.
Gollo Ópticas es otra de las marcas que está apostando por una expansión fuera de la Gran Área Metropolitana, enfocado en productos “confiables, con respaldo y facilidades de pago”. En agosto pasado, Grupo Unicomer (propietario de la marca) abrió su sede número 30 en el país tras diez años del lanzamiento del modelo, ubicada en Miramar de Puntarenas.
“Nuestra estrategia se basa en los valores agregados, más allá de los precios. Apostamos más por la innovación en productos, nuestra garantía que es la mejor del mercado que es una garantía de 12 meses. También tenemos programas de fidelización que premian a los clientes por su confianza en nosotros, además de nuestro crédito que es una facilidad de financiamiento que potencia el acceso a una mejor visión”, comentó Eduardo Córdoba, gerente de Clientes y Mercadeo de Grupo Unicomer Costa Rica y Gollo.
De acuerdo con Córdoba, la marca va a continuar abriendo nuevos puntos estratégicos y fortaleciendo el servicio de óptica móvil, el cual es un servicio que lleva exámenes y soluciones visuales a comunidades donde antes no había acceso, para que los pacientes puedan recibir atención sin tener que desplazarse grandes distancias. “Estamos buscando aumentar nuestra presencia en todas las provincias y a mediano plazo consolidar una red que combine tiendas, el servicio de la móvil y, por supuesto, los canales digitales para llegar a más personas”, destacó el gerente.

Más allá de los nombres propios, el auge de las ópticas de bajo costo refleja una tendencia general en el consumo: el valor percibido ya no se define solo por el precio o la marca, sino por la transparencia, la confianza y la coherencia entre promesa y experiencia. En un campo donde los anteojos son tanto una necesidad médica como un accesorio personal, esa combinación puede marcar la diferencia entre un cliente ocasional y uno recurrente.
De acuerdo con el oftalmólogo Horacio Brenes, los errores más comunes en la vista actualmente son miopía, astigmatismo, hipermetropía y la presbicia, que es más frecuente a partir de los 40 años. El especialista mencionó que este tipo de situaciones en la vista son comunes y se pueden deber a factores genéticos, la edad, así como el uso prolongado de aparatos electrónicos.
El mercado óptico costarricense, tradicionalmente estable y poco disruptivo, vive hoy un proceso de reconversión silenciosa. Las marcas que logren adaptarse a consumidores más informados y exigentes, que buscan calidad sin excesos, podrán no solo sostenerse sino liderar un nuevo capítulo del sector. En ese horizonte se ubican las ópticas de bajo costo: no como una moda pasajera, sino como la expresión más visible de un cambio estructural en cómo los costarricenses entienden y acceden a su salud visual.
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