¿Debería comprar un vehículo eléctrico o de gasolina? Esa fue la pregunta que desató no solo mi confusión, sino una serie de consejos contradictorios tras consultar en Google y mis conocidos.
Al igual que ocurre con los celulares, cada año salen al mercado cientos de modelos con características y promesas particulares que solo se pueden comprobar por cuenta propia.
Esta duda sobre comprar un auto eléctrico o uno de combustión no es solo mía: es muy probable que más consumidores la tuvieran y que al final se decidieran por alguna opción, lo podemos ver en el crecimiento de la flotilla..
El Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) reportó a septiembre del año en curso un acumulado de 31.507 vehículos eléctricos en el país, de los cuales 26.405 corresponden a automóviles, 1.472 motocicletas, 2.347 especiales (para obras, agrícolas, etc.) y 1.283 de trabajo.
Esto representa un incremento de 29.846 en comparación con el 2018, cuando se contabilizaron solo 1.661. Y si se contrasta con el año pasado, donde la cifra fue de 22.729, hubo un crecimiento de 8.778 unidades.
Según la Asociación Costarricense de Movilidad Eléctrica (Asomove), los eléctricos representan cerca de un 14,55% de toda la flotilla vehicular. A pesar de su crecimiento, enfrentan una fuerte competencia por parte de las unidades de combustión o gasolina.
A continuación le comparto mi experiencia y las tres preguntas que me llevaron a tomar una decisión.
¿Cuánto estoy dispuesta a gastar?
Al hablar de gasto solemos pensar en el costo inicial, como la prima. Sin embargo, también debe ampliarse ese horizonte y plantearse los posibles escenarios a futuro.
En marzo de 2025, una compañera de trabajo que recientemente había adquirido un ejemplar eléctrico me contó su experiencia.
Aseguró que el costo total era mucho más bajo que los de gasolina dado el auge de los “carros chinos”, además de traer un ahorro considerable al no obligar a llenar el tanque con frecuencia.
Ante mi duda sobre el peso económico de las cargas de batería al recibo de electricidad por mes, me comentó que era cerca de ¢5.000. Y si se requiere fuera del hogar, en el sitio web de Asomove se afirma que existen más de 300 estaciones lentas y semirrápidas a disposición.
Algunas son parte del servicio de comercios, pero otros tienen precio fijo. Por ejemplo, las del Instituto Costarricense de Electricidad tienen un costo del servicio de ¢137 por minuto de conexión más 13% de Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Una carga completa desde el 20% recomendable de batería baja hasta el 80% toma cerca de cuatro horas en condiciones normales; sin embargo, las opciones rápidas del ICE tardan alrededor de 30 minutos, o ¢4.110.
En contraparte, los precios vigentes al 20 de octubre de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) indican que el litro de diésel tiene un precio de ¢556; de gasolina plus ¢662; la súper ¢677 y el Gas Licuado de Petróleo (GLP) ¢253.
Por lo general, el tanque de un automóvil tiene una capacidad cercana a los 40 litros. Así que para llenar un vehículo con gasolina super se necesitarían aproximadamente ¢27.000, en caso de que el tanque esté casi vacío.
Otras personas me advirtieron sobre los riesgos de reponer un elemento mecánico debido a que muchas marcas eléctricas son nuevas en el país, lo cual implica menos probabilidades de conseguir repuestos a precios accesibles y de forma rápida.
Y en un descuido por haber olvidado cargar la batería lo suficiente, correría el riesgo de quedarme atrapada en la ruta sin más remedio que pedir una grúa.
Estos dos últimos argumentos, sin embargo, me dejaron en claro que las vulnerabilidades se deben, en gran medida, a descuidos por parte de los usuarios, por lo que una actitud responsable, cauta e informada los puede prevenir.
Días después, cuando fui a la Expomóvil por motivos laborales y debí evaluar varios aspectos vehiculares, encontré ofertas atractivas por parte de varias agencias sobre los famosos “carros chinos”.

¿Requiero asistencia tecnológica para conducir?
En mis planes para este año no se encontraba comprar un carro, por lo que no había contemplado la necesidad de aprender a manejar.
Por tal razón, debí empezar desde cero a aprender y cumplir los requisitos para obtener mi licencia: aprobar los exámenes teórico y práctico del Consejo de Seguridad Vial (Cosevi).
Como el dominio de un carro no aparece de la noche a la mañana, mi inexperiencia me llevó a inclinarme a una opción de sistema automático, con pantalla interactiva que ayude a controlar aspectos como la reversa y, en general, orientada a facilitar el viaje de la conductora.
También encontré opciones con esas facilidades en las versiones de combustión, pues no se quedan atrás; sin embargo, el dominio sobre estas variables se hallaba en los eléctricos.
¿En qué condiciones están las carreteras que frecuento?
Es indispensable considerar bajo qué condiciones se transita y en qué tipo de carretera es más recurrente desplazarse. En mi caso, vivo a alrededor de 45 minutos de mi centro de trabajo y estudio.
Las calles urbanas suelen ser estables y sin mayores inconvenientes, pero en las cercanías de donde habito, los daños (huecos, baches, charcos) son comunes por los desbordes de los ríos que causan las fuertes lluvias.
Además, el lugar no está exento de la ausencia de reparaciones oportunas por parte de las entidades responsables, por lo que manejar en época lluviosa es complicado.
Al consultar entre las agencias de automóviles, me recomendaron los vehículos utilitarios deportivos (SUV), pues se caracterizan por tener una carrocería robusta en comparación con el sedán regular, una mayor altura desde el suelo y posición de conducción elevada.
Esos elementos, pese a que no los convierte en 4x4, los hace híbridos aptos para utilizarse tanto en ciudad como en carreteras más difíciles y, actualmente, la flotilla eléctrica abarca una amplia gama de estas opciones.
Si bien el precio inicial no podría calificarse como “barato” en comparación con los de gasolina, a largo plazo brinda el ahorro de la electricidad como sustituto del combustible y presenta la resistencia a caminos complicados de atravesar como cualquier otro de su categoría híbrida.
Además, como punto extra a favor, conducir con la placa verde implica estar libre de la muy conocida restricción vehicular.
¿Cuál es la estética que prefiero?
Mis gustos tienen particularidades muy específicas. Al contrario de mis preferencias en otros ámbitos estéticos, admiro los vehículos con colores diferentes y suaves que se diferencien entre la paleta de neutros.
Descubrí que los vehículos de gasolina acostumbran estar en dos extremos: colores neutros y muy fuertes, pero estos últimos tampoco son de mi total agrado.
Cuando vi las unidades eléctricas de inmediato vi no solo uno, ni dos, ni tres; sino diez colores distintos que cumplían con mis expectativas.
A pesar de que muchos juzgan la selección de un vehículo por su estética, lo cierto es que no se puede negar lo mucho que influye sobre las decisiones.
La decisión final y experiencia hasta ahora
Como ya es evidente, me decidí por un vehículo eléctrico SUV. Por supuesto, esta escogencia tuvo su dosis de nervios y vacilación al principio, pero la respuesta a las tres preguntas que me planteé no pudieron ser más claras.
Afortunadamente, comprar en la Expomóvil significó un precio más accesible y opciones de crédito más diversas.
En ese momento, aplicaba la exoneración de un 100% del Impuesto Selectivo de Consumo (ISC).
A partir del 13 de junio de este año, entraron en vigor los ajustes al esquema de exoneraciones. Desde entonces, quienes adquirieron uno debieron cubrir el 25% del Impuesto Selectivo de Consumo.
Este tributo equivale al 30% del valor del vehículo.
También comenzó a aplicarse el 25% del Impuesto Aduanero, correspondiente al 1% del valor CIF (costo, seguro y flete, en su traducción al español). En términos simples, esto representó un 0,25% adicional sobre el costo del vehículo.
Esos cambios se mantendrán por tres años hasta la siguiente fase de reducción gradual prevista para junio de 2028, cuando bajará al 50%.
Dichas modificaciones se encuentran bajo el respaldo de la Ley de Incentivos y Promoción para el Transporte Eléctrico, la cual contempla una disminución progresiva de las exoneraciones fiscales a medida que los costos de esta tecnología se reducen.
Por otro lado, mi experiencia con el ahorro financiero es innegable; cada carga de batería es suficiente para una semana completa, y el recibo mensual del hogar tuvo una variación de ¢5.000.
La batería, preocupación de muchos en este tipo de vehículos, posee una garantía de ocho años en una gran parte de las agencias, es decir, casi toda su vida útil.
Asimismo, cualquier reparación o cambio de repuestos bajo garantía se realiza con su intermediación, según sus cláusulas.
Conducir y contar con la ayuda de alta tecnología es un apoyo apreciado por los conductores, especialmente para conocer en tiempo real las condiciones de la batería, tiempo estimado de carga, tener asistencia para parqueo y alarmas para la prevención de accidentes en carretera.
Por eso, la división del mercado automotriz entre eléctricos y de gasolina va más allá de su nombre y depende de las necesidades y preferencias de cada usuario, así como de la adaptación a los cambios tecnológicos y demanda del futuro.
