Construir una cabaña en Costa Rica es mucho más que levantar paredes de madera y tejas inclinadas, es un proyecto que combina estilo de vida, inversión y un deseo casi instintivo de volver a la naturaleza.
En los últimos años, este tipo de construcción dejó de ser un lujo excéntrico para convertirse en una tendencia que se expande en diferentes rincones del país, desde las montañas frías del Valle Central hasta las laderas del Cerro de la Muerte o las faldas del volcán Poás.
Tras consultar con dos constructores y un propietario, queda claro que el fenómeno tiene dos motores: el deseo de las familias costarricenses de contar con una segunda casa y la visión de extranjeros que encuentran en Costa Rica el escenario perfecto para vivir parte del año o para invertir en hospedajes turísticos.
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Las zonas favoritas: frío, bosque y montaña
German Benavides, de la empresa Biodiseño y Carlos Campos de Homewood Constructora, coinciden en que el corazón del mercado está en las zonas frías.
Campos aseguró que más del 80% de los proyectos de cabañas que se desarrollan se levantan en climas frescos como Coronado, San Jerónimo de Moravia, Rancho Redondo, Dota, San José de la Montaña y Poás de Alajuela.
La lógica es sencilla: en estos sitios se puede encender una chimenea, disfrutar del aire frío de montaña y rodearse de bosques densos sin alejarse demasiado de la capital.
Benavides añadió como otro epicentro a la zona de Los Santos, pues Tarrazú y Dota concentran buena parte de las construcciones que realizaron en los últimos años.
También aparecen opciones en San Carlos y en el propio Cerro de la Muerte, donde los lotes ofrecen paisajes abiertos y un clima que muchos extranjeros encuentran irresistible. Acosta, más cercana al Valle Central pero con un entorno rural, convirtió en un punto intermedio para quienes no quieren alejarse demasiado de la ciudad.
Aunque la mayoría de cabañas se levantan en montaña, también hay espacio para proyectos en la playa. Campos mencionó como ejemplos a Manzanillo de Limón y sectores de Guanacaste, donde los diseños tienden a adaptarse a conceptos turísticos como glampings o complejos de lujo pensados para visitantes.
Los precios
En el caso de Homewood Constructora, una cabaña estándar de 60 metros cuadrados, con dos habitaciones, un baño, sala, comedor, cocina y terraza cuesta alrededor de ¢40 millones.
“Si el cliente busca un diseño más amplio, como con terrazas, la inversión puede escalar a ¢90 millones. Y para quienes se conforman con algo más reducido, de unos 55 metros cuadrados, el costo arranca en ¢30 millones", comentó Campos.
Benavides ofreció la información en dólares y lo hace con un rango más amplio, pues explica que una cabaña básica, pensada para alquiler turístico o Airbnb se puede construir entre los $1.000 y $1.200 por metro cuadrado.
En cambio, las versiones con mayor aislamiento, mejores acabados y más comodidad oscilan entre $1.500 y $1.700 por metro cuadrado. Eso significa que una cabaña de 60 metros cuadrados podría costar desde $70.000 hasta $120.000, mientras que una de 50 metros cuadrados se ubicaría entre $150.000 y $250.000
Cuando se trata de casas de lujo, los números suben todavía más; en la costa, algunos proyectos exclusivos para extranjeros superan con facilidad el millón de dólares. En esos casos ya no se habla de cabañas en sentido estricto, sino de Luxury Homes con diseño rústico, grandes ventanales y servicios de alto nivel.

De la madera pura a las mezclas inteligentes
La madera es sinónimo de cabaña, pero no siempre de sentido práctico. Campos explicó que una construcción completamente en madera puede elevar el costo hasta ¢700.000 por metro cuadrado, casi el doble de lo que cuesta una casa prefabricada convencional.
Además, requiere mano de obra especializada y un mantenimiento constante para evitar problemas con polillas o termitas.
Ante esos retos, muchas empresas ofrecen alternativas híbridas y optan por estructuras en metal recubiertas con fibrocemento que imita la veta de la madera, paredes en piedra laja o molejón, ventanales amplios en vidrio y acabados interiores en gypsum o madera pintada de blanco forman parte del nuevo repertorio. Así se logra mantener la estética rústica, pero con costos más manejables y una durabilidad mayor frente al clima tropical.
Benavides, por su parte, enfatizó la evolución de los interiores. Hace veinte años todo era de madera y eso creaba ambientes oscuros y repetitivos; hoy, la tendencia es hacia espacios más blancos, prácticos y luminosos.
“Muchos clientes, sobre todo los que viven parte del tiempo en Estados Unidos o Europa, prefieren paredes lisas y claras, combinadas con pisos y techos de madera que aportan el toque cálido sin saturar”, declaró.
Esta variabilidad permite, además, registrar las construcciones ante el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos de Costa Rica (CFIA) no solo bajo la categoría de “cabaña”, sino en otras mucho más amplias.
De hecho, durante el 2024 solo se registró un total de 30 cabañas distribuidas en varios cantones, pero inclusive una constructora suele entregar la misma cantidad en el mismo periodo.
El perfil del comprador
El interesado en adquirir una cabaña en Costa Rica tiene un perfil muy definido, de acuerdo con los constructores. Según Campos, la gran mayoría son personas con recursos propios, que financian sus proyectos sin necesidad de acudir a créditos, como ejecutivos de alto nivel, dueños de empresas y profesionales consolidados.
Entre los extranjeros predominan los europeos, especialmente italianos y españoles, además de estadounidenses y suizos. Muchos de ellos adquieren propiedades grandes con la idea de pasar temporadas en Costa Rica, y en algunos casos aprovechan para generar ingresos alquilando cuando no están en el país por medio de la plataforma Airbnb.
En el caso de los nacionales, el mercado se divide en dos: están las familias que buscan una segunda casa en la montaña como un espacio de descanso para los fines de semana o las vacaciones, y están los emprendedores que apuestan por construir varias cabañas en un mismo terreno para destinarlas al alquiler turístico.

De la casa familiar al negocio
Hace dos décadas, estas construcciones eran vistas casas de veraneo pensadas para reunir a la familia extensa. Por tal razón, se diseñaban con amplias salas de juegos, varios baños y hasta 5.000 metros cuadrados de terreno. Hoy, en cambio, esa imagen cambió radicalmente.
“Ahora se diseñan con espacios abiertos, terrazas amplias y capacidad para cuatro o seis personas. Lo importante es que resulten atractivas para alquilar en Airbnb”, explicó Benavides.
A su juicio, la cabaña dejó de ser una casa de recreo y pasó a ser un producto turístico; los clientes piden ventanales grandes que permitan apreciar el paisaje, chimeneas modernas que funcionen como elemento de confort y cocinas integradas a un family room de doble altura.
José David Zamora, propietario del complejo Villas del Poás, lo confirmó desde su experiencia al afirmar que aproximadamente el 60% de las reservas llegan a través de Airbnb y que en temporada alta logran ocupaciones de hasta un 90% mensual.
Para él la clave es ofrecer algo más que un techo, se trata de vender una experiencia y atraer al cliente con ella: “la gente no quiere sentirse en un hotel frío, sino en un lugar acogedor que le recuerde su casa o, mejor aún, que la supere”, dijo.
Mantenimiento
Comprar una cabaña no es solo levantar paredes; es garantizar que cada madera, cada detalle, resista el paso del tiempo en un clima tropical.
Sobre esto, Campos y Benavides explicaron que el alto costo de estas viviendas tiene una razón clara: la madera requiere mano de obra especializada y materiales tratados para resistir insectos como la polilla o la termita, así como la humedad y el sol del país.
En su experiencia, cada seis meses o un año se debe realizar una fumigación contra insectos y aplicar tratamientos que refuerzan la durabilidad del material. Además, recomendó aplicar barniz o tratamientos especiales que protejan la madera externa del agua y el sol, especialmente en proyectos ubicados en zonas boscosas o de clima frío.
Zamora, de Villas del Poás, también habló sobre la necesidad de una correcta regulación si se usan para alquiler: los clientes reservan estas propiedades a través de plataformas digitales como Airbnb, lo que implica un control regular del estado de la vivienda.
En cuanto al mantenimiento regular señalado por los expertos, indicó que no suele representar un gasto significativo y acostumbra hacerlo una o dos veces año.
Lo que está en juego es un estilo de vida, es la posibilidad de abrir la ventana y encontrarse con un paisaje de montaña, de preparar café mientras la neblina se escurre entre los árboles y de saber que ese refugio puede ser al mismo tiempo hogar, negocio y herencia.