La pandemia por Covid-19 en 2020 marcó un antes y después en el comercio virtual: debido a las restricciones sanitarias, las empresas se vieron obligadas a buscar formas de sobrevivir por medio de plataformas en línea que hasta entonces les resultaban poco familiares.
Este cambio llegó para quedarse, y actualmente son cada vez más las organizaciones y los emprendedores que adoptaron la comercialización digital como un estilo de vida para su crecimiento.
Sin embargo, es imposible pasar por alto los riesgos que conlleva vender y comprar de esta forma; las estafas también siguen en aumento y están a la vuelta de la esquina, por lo cual mucho se advierte sobre la peligrosidad de adquirir piezas de alto valor sin antes confirmarlo de forma física en sitios oficiales.
Cuando se habla del mercado del arte, acudir a galerías oficiales siempre es el consejo por excelencia, pero desde hace cinco años este nicho desafía la práctica cibersegura que se promueve: ahora, venden bienes de miles de dólares totalmente en línea.
¿Usted se animaría a desembolsar miles de dólares por una obra sin siquiera verla en persona? La propuesta es una realidad en Costa Rica.
De la venta tradicional a la híbrida
La Galería Valanti, en Barrio Escalante, fue la cuna de grandes artistas costarricenses.
Así lo afirmó Francisco Castro, hijo de la fundadora, Marta Antillón, y actual vicepresidente del lugar.
Según su relato, la galería abrió sus puertas en 1974 con una exposición del pintor Rafael Fernández. Durante la primera década, se dedicó a la promoción exclusiva de artistas costarricenses.
En 1984 amplió su enfoque y comenzó una nueva etapa con la participación de creadores de toda América Latina, línea que mantiene hasta la actualidad.
Para 1980 dio inicio un programa de clases de arte impartidas por destacados maestros del arte costarricense, como Gonzalo Morales, Rafa Fernández, Margarita Bertheau y Francisco Amighetti, entre otros. Además, llevó el talento nacional a ferias de arte en Miami, Colombia y Venezuela.
Como resultado, se convirtió en un punto de encuentro entre artistas, coleccionistas y entusiastas del arte.
Las visitas a exposiciones ayudaban en gran medida a las ventas y visibilidad de los creadores de cada pieza, mientras aportaba al sostenimiento económico del sitio.
Pero un cambio significativo llegó a partir de 2020, cuando la pandemia obligó a replantear la manera de vender arte.
La galería debió iniciar la venta en línea para mantener el contacto con clientes y continuar su actividad, una decisión que exigió adaptarse a un mercado donde se negocian bienes duraderos y costosos sin la posibilidad de verlos físicamente.
Con el tiempo, adoptaron un modelo híbrido: la venta virtual por la página web y solicitud de cotización a la galería se combina con visitas físicas.
“Las personas revisan las obras en la página y escogen la que desean. A veces vienen a verla en persona con reservación y terminan por llevarse algo completamente diferente, porque la experiencia física permite conectar con el arte, pero muchas veces sí concretan la compra de forma virtual por medio de nuestros canales de contacto”, comentó Castro.
La virtualidad como herramienta, no reemplazo
Gabriela Catarinella, directora de Galería Talentum, afirmó que la virtualidad en la venta de arte nunca reemplazará la experiencia física, aunque se convirtió en una herramienta necesaria.
Su galería también incorporó el servicio de venta digital, pero directamente en la página, sin necesidad de conversar para concretarla, por lo cual es testigo de esta transición.
Para ella, la interacción cara a cara permite que los coleccionistas conozcan a los autores, aprecien la obra y establezcan un vínculo que supere la simple transacción económica.
Sin embargo, es esencial incorporar la venta en línea como complemento de la actividad presencial, especialmente para clientes locales que no pueden asistir a la galería y para compradores extranjeros interesados en obras de artistas costarricenses.
Debido a lo anterior, se vieron en la necesidad de profesionalizarse en la comunicación digital de la mano de una empresa que les asesore en publicaciones, reels y carruseles para redes sociales como medio de difundir también el servicio de su web y establecimiento físico.
También procuran reafirmar constantemente la importancia de acudir a galerías con trayectoria y al día con el Ministerio de Hacienda para evitar estafas, utilizar métodos seguros de pago y asegurarse de la legitimidad de cada obra.
Dicha gestión les permite promover exposiciones, mantener contacto con coleccionistas y apoyar la carrera de los artistas emergentes y consolidados bajo un marco de protección a ambas partes.
Por otro lado, los métodos de envío, tanto para Valanti como Talentum, varían según el perfil del comprador.
Si se encuentra en el país, se envía hasta la dirección indicada con el embalaje apropiado para proteger la obra; si está fuera del país, debe coordinarse más a detalle en concordancia con la disponibilidad de ambas partes para concretar la compra.

Democratizar el acceso al arte
“Las plataformas virtuales permiten que las obras no se limiten a un solo espacio, sino que lleguen a personas que quizá nunca visitarían una galería”, explicó Euclides Hernández, docente de artes plásticas en la Universidad de Costa Rica (UCR).
Para muchos creadores, la venta en línea representó una oportunidad económica y una manera de dar visibilidad a su trabajo en un mercado más amplio y competitivo.
A su juicio, las galerías que operan bajo esta nueva estrategia ofrecen colecciones completas, información detallada sobre cada pieza y canales de comunicación directa con los artistas; esto lo convierte en un canal más para ampliar el rango de búsqueda del público meta.
Así, un comprador interesado puede conocer el proceso creativo, el concepto detrás de la obra y la trayectoria del creador, todo desde su hogar.
“Estamos logrando, poco a poco, democratizar el arte. Ya no se trataba solo de quienes podían visitar un espacio físico en la capital; cualquier persona con conexión a Internet es capaz explorarlo, compararlo y adquirir arte”, comentó.

El papel de las redes sociales
Sophia Machado, pintora de escenarios sobre comunidades costarricenses, relató cómo, en sus más de veinte años de carrera, observó un cambio favorable sin precedentes en el mercado del arte gracias al auge de las redes sociales y la virtualización de las ventas.
De acuerdo con su experiencia, estas plataformas permiten que cada artista llegue directamente a su comunidad con mayor rapidez y efectividad.
A su criterio, el auge de la virtualidad abrió una oportunidad para mostrar la producción artística, aunque dejó claro que la exposición en línea no equivale a garantizar ventas.
“Por ejemplo, al poder dar a conocer mi arte en redes sociales y lugares virtuales, pudo ser visto por las personas de las comunidades que pinto. Ahora incluso me llaman cuando deseen que cree una obra de un lugar específico, y luego se muestran totalmente anuentes a comprarla”, comentó.
Por su parte, el también artista Sebastián Mello coincidió en que esas herramientas ayudan en gran medida a dar visibilidad, pero no necesariamente al ingreso económico.
Desde su punto de vista, el contexto nacional todavía se marca por un público reducido y una economía que no siempre permite sostener una carrera solo a partir de la venta artística.
Aun así, valoró la importancia de mantenerse activo en la escena física y virtual, asistir a exposiciones y compartir procesos creativos.
“Pese a la amplitud de los canales digitales, muchos costarricenses muestran poco interés por adquirir arte. Sin embargo, es innegable que el entorno virtual nos ofrece una vitrina accesible, especialmente para quienes buscan abrirse paso por primera vez, y promueve la venta en lugares lejanos”, comentó.
Para él, las redes sociales funcionan como un escaparate, no como fuente estable de sustento.
Aun así, valoró la importancia de mantenerse activo en dicho entorno sin dejar de promoverse de forma presencial, algo que, bajo su perspectiva, jamás podrá ser superado por una pantalla.
