El evento que prometía llevar nieve real al trópico panameño terminó siendo uno de los escándalos de consumo más comentados de diciembre de 2025. Snowland Panamá, promocionado como “la primera experiencia de nieve” en el país, se convirtió en un caso emblemático de publicidad engañosa que movilizó tanto a consumidores indignados como a las autoridades de protección al consumidor.
De la ilusión al desencanto
Durante semanas previas a la Navidad, los panameños fueron bombardeados en redes sociales con imágenes deslumbrantes: paisajes nevados, pistas de esquí, rampas de tubing, patinaje sobre hielo y un ambiente invernal que parecía sacado de una postal europea. Los videos y fotografías mostraban escenarios espectaculares que elevaron las expectativas del público, especialmente de familias con niños ansiosos por experimentar la magia de la nieve en un país tropical.
Las entradas se vendieron a precios considerables: $18 para acceso general, $45 para la categoría premium y hasta $75 para la experiencia VIP. El evento se promocionaba para realizarse del 23 de diciembre al 7 de enero en la Bodega 7 del Casco Viejo, con promesas de shows en vivo, ambiente helado y actividades “totalmente inmersivas”. Entre los artistas anunciados figuraba la cantante típica Sandra Sandoval, quien semanas antes había negado rotundamente cualquier participación en el evento, alertando sobre posibles irregularidades.

La realidad detrás del montaje
Cuando las puertas de Snowland finalmente se abrieron, la decepción fue inmediata y masiva. Los asistentes se encontraron con una bodega escasamente decorada, sin ninguna de las atracciones prometidas. La supuesta “nieve” resultó ser espuma de jabón, el ambiente no era frío sino apenas climatizado con aires acondicionados convencionales, y las actividades de esquí y patinaje simplemente no existían.
Anel, una de las primeras asistentes en denunciar públicamente, relató que su grupo gastó cerca de $400: “La nieve era jabón. No había pistas, ni patinaje, ni esquí. Todo fue una total decepción”. Los testimonios se multiplicaron en redes sociales, acompañados de videos que mostraban sillas de plástico, un árbol de Navidad básico y una estructura improvisada que en nada se parecía a las imágenes promocionales.
Según varios testimonios, el responsable del evento era un joven de aproximadamente 22 años, de ascendencia asiática, quien intentó abandonar el lugar cuando comenzaron los reclamos masivos. La situación escaló hasta requerir la intervención de la Policía Nacional y tres inspectores de la Alcaldía de Panamá.
El rol de la inteligencia artificial
Una de las características más controvertidas del caso fue el uso extensivo de imágenes generadas por inteligencia artificial en toda la publicidad del evento. En su momento, usuarios en redes sociales como Reddit habían advertido sobre las señales de alerta: todo el material promocional estaba creado con IA, no existían fotografías reales del montaje, los comentarios estaban desactivados en las publicaciones y la empresa no mostraba respaldo ni información verificable.
Ante las denuncias, los organizadores reconocieron que “los materiales utilizados para promocionar la actividad fueron generados con el apoyo de la inteligencia artificial”, justificándose en que “las imágenes no representan con exactitud la apariencia final, dimensiones o características reales del evento”. Esta defensa, sin embargo, no apaciguó la indignación de los consumidores que sintieron haber sido deliberadamente engañados.
Intervención de Acodeco
El 24 de diciembre, la Autoridad de Protección al Consumidor y Defensa de la Competencia (Acodeco) anunció el inicio de una investigación de oficio para verificar la publicidad difundida por Snowland Panamá. Ramón Abadi, director de la entidad, explicó que la situación podría configurar el delito de publicidad engañosa, establecido en la Ley 45 de 2007, “ya que lo ofrecido en redes sociales y material promocional no puede ser inferior a lo que finalmente recibe el consumidor”.
Abadi reiteró que los afectados debían presentar denuncias formales ante Acodeco, aclarando que las quejas en redes sociales no sustituyen el proceso legal necesario para imponer sanciones y obligar a la empresa a realizar devoluciones.
Cancelación y promesa de reembolsos
El 25 de diciembre, apenas dos días después de su inauguración, Snowland Panamá emitió un comunicado oficial anunciando la cancelación definitiva del evento. En el documento, la empresa aseguró que la decisión se tomó “priorizando la seguridad del público, la experiencia completa de los asistentes y el cumplimiento de lo prometido”.
Los organizadores detallaron que habían realizado “inversiones significativas y comprobables” en infraestructura general, rampa de esquí, cuarto de frío con hielo granizado, equipos técnicos y contratos con proveedores nacionales e internacionales. Explicaron que la pista de patinaje no pudo estar operativa debido a “demoras ajenas a la organización” y que el proveedor correspondiente se encontraba en proceso de reembolso. Asimismo, indicaron que el cuarto de frío con hielo granizado ya había sido instalado, pero no estuvo listo a tiempo.
La empresa anunció que “se encuentra organizando y validando el proceso de reembolsos”, el cual será gestionado de manera “ordenada, responsable y transparente”, prometiendo contactar a cada cliente de forma individual para confirmar su caso y el procedimiento correspondiente.
Un eco del fiasco de Willy Wonka
El caso de Snowland Panamá evoca inevitablemente el escándalo de la “Willy’s Chocolate Experience” ocurrido en Glasgow, Escocia, en febrero de 2024. Aquel evento también utilizó imágenes generadas por inteligencia artificial para promocionar una experiencia inmersiva basada en la fábrica de chocolate de Roald Dahl. Los asistentes que pagaron hasta 44 euros encontraron un almacén medio vacío, actores con disfraces de baja calidad, un castillo inflable y algunas gominolas, sin rastro del chocolate prometido. La situación terminó con la intervención policial, cancelación del evento y reembolsos obligatorios.
Ambos casos comparten un patrón inquietante: el uso de tecnología de IA para crear expectativas irreales, la ausencia de pruebas tangibles previas al evento, precios elevados y una realidad que contrasta dramáticamente con lo prometido.
Contexto de un problema mayor
El escándalo de Snowland se inscribe en un panorama más amplio de crecimiento de estafas en Panamá. Según datos del Ministerio Público, hasta noviembre de 2025 se habían registrado 5.606 denuncias por estafa, un incremento del 11% respecto al mismo período de 2024. Las provincias más afectadas son Panamá, Panamá Oeste y Chiriquí, con un promedio de 16 denuncias diarias.
El caso evidencia los desafíos que enfrentan las autoridades de protección al consumidor en la era digital, donde la velocidad de las redes sociales y el uso de herramientas de inteligencia artificial pueden crear campañas publicitarias masivas sin respaldo real. La Ley 45 de 2007 establece que toda publicidad debe ser clara, veraz y no inducir a confusión, prohibiendo cualquier acto que pueda engañar al consumidor.
Lecciones para consumidores
El episodio de Snowland Panamá deja varias enseñanzas para los consumidores. Primero, la importancia de ser escépticos ante eventos promocionados exclusivamente con imágenes de IA sin evidencia fotográfica real del montaje. Segundo, verificar la existencia de permisos de operación, identificación clara de los organizadores y antecedentes verificables de la empresa. Tercero, prestar atención a señales de alarma como comentarios desactivados en redes sociales, ausencia de información de contacto transparente y cambios constantes en fechas o ubicaciones.
Las autoridades recomiendan que, ante cualquier irregularidad, los consumidores presenten denuncias formales ante Acodeco en el Centro de Atención al Consumidor ubicado en Plaza Córdoba, Vista Hermosa, o en cualquiera de las oficinas regionales, llamando al 510-1300.
Lo ocurrido con Snowland Panamá representa un punto de inflexión en la forma en que los consumidores panameños evalúan ofertas digitales. La promesa de nieve en el trópico se derritió rápidamente, pero dejó una huella duradera sobre la necesidad de protecciones más robustas en el comercio digital y mayor transparencia en la publicidad de eventos. Mientras los afectados esperan sus reembolsos, el caso se mantiene bajo investigación de Acodeco, con la posibilidad de sanciones que sirvan de precedente para desalentar prácticas similares en el futuro.
