En el último año el mercado costarricense perdió o perderá a cuatro intermediarios financieros por voluntad propia: tres pidieron un cese de operaciones —Prival, Coopelecheros y Coopeamistad— y uno —Scotiabank— está en el proceso de venta de su negocio a otro banco. El número sube si contamos también a Coopeservidores y Desyfin, cuyos negocios fueron forzosamente cerrados luego de que los reguladores los encontraran financieramente inviables. ¿Son estas salidas un síntoma de un mercado con más participantes de los que puede aguantar? De ser así, ¿se beneficiaría el país con una reducción?
Para la jerarca de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef), Hazel Valverde, puede que sí. Lo analizamos.

¿Cuántos bancos tenemos?
Si contamos únicamente la categoría de bancos comerciales, en Costa Rica hay 14 de ellos, pero pronto serán 12, cuando Prival eventualmente finalice su cese voluntario y cuando se complete la absorción de Scotiabank por parte de Davivienda.
Esos potenciales 12 parecen pocos si los comparamos con otras economías de la región que tienen sistemas financieros más avanzados. Panamá, por ejemplo, cuenta con 40 bancos y Colombia con 30. En ese sentido, estamos más cerca en número de países como Guatemala (18) y Chile (15), pero con una menor población.
Sin embargo, la comparación entre economías siempre va a ser asimétrica: cada uno tiene realidades distintas. Además, el sistema de intermediación financiera en Costa Rica es más que solo de bancos: también tenemos 18 cooperativas de ahorro y crédito, cuatro financieras, dos mutuales y la Caja de ANDE. Esto hace que en total haya 39 entidades cuyo negocio es captar el ahorro del público con el fin de colocar préstamos, lo que conocemos bajo el nombre de intermediación financiera.
¿Son muchos?
Aquí no hay respuesta definitiva y las posiciones pueden variar dependiendo del analista. Valverde, por ejemplo, sí ve indicios de un mercado ocupado.
“Puede ser que el sistema tenga más entidades de las que aguanta”, dice la superintendenta cuando se le pregunta qué piensa sobre la reciente salida de intermediarios.
José Luis Arce, expresidente del Consejo Nacional de Supervisión Financiera (Conassif) y director de la firma FCS Capital, en cambio, no ve que el problema esté en el número de participantes, sino en las dificultades de competencia que tiene el mercado costarricense.

Bernardo Alfaro, exsuperintendente de Sugef, tampoco cree que el mercado se haya quedado sin espacio, pero ve posible que se siga reduciendo la cantidad de entidades activas en el futuro.
Lo que sí parece ser innegable es que existen diferencias notorias en el tamaño de los participantes. Aunque hay 39 intermediarios, el grueso de las operaciones están acumuladas en pocas manos.
Si contamos a Davivienda y Scotiabank como uno solo —pronto lo serán, de todas formas—, cinco intermediarios financieros acumulan el 73% de todos los activos del sistema supervisado, según datos de la Sugef. El 27% restante se lo reparten 33 entidades más, de las cuales 23 no llegan a un 1% y nueve no alcanzan el 0,10%.
Para poner esos números todavía más en perspectiva: los activos de los 31 intermediarios más pequeños cabrían en el Banco Nacional, el participante más grande. Además, hay una diferencia de ¢88.835 millones entre la entidad que más utilidades registró en 2024, el BAC (¢88.859 millones), y la que menos tuvo, Coopebanpo (¢23 millones).
¿El tamaño importa?
Arce considera que hay bancos pequeños que cumplen una función específica en el sistema y pueden sobrevivir sin ambiciones expansionistas. Aún así, expertos consultados por El Financiero (EF) concuerdan en que a los participantes más pequeños puede que se les dificulte mantenerse a flote en un mercado prestamista que suele necesitar de grandes volúmenes para alcanzar rentabilidad y que demanda altos costos operativos y regulatorios.
“En banca hay una regla: el tamaño importa”, dice Alfaro.
Arce explica que hay sectores donde hay mucha competencia, particularmente en la banca de personas y empresas. Esto dificulta que participantes pequeños logren ganar una tajada lo suficientemente grande del mercado como para alcanzar la rentabilidad.
“Las barreras de entrada están en el volumen. Tienen que ganar como un supermercado: no por el margen que se ganan por cada producto vendido, sino por el volumen de las transacciones que hacen”, explica el director de FCS Capital.
Sergio Ruiz, gerente general del Grupo Financiero Prival, también reconoce que se trata de un mercado difícil para los organizaciones más chicas. “Si se es un banco pequeño, extranjero o local, el margen de intermediación financiera y los costos de operación son sin duda su principal reto. Hay participantes muy grandes en el mercado, cuyo volumen y tamaño les permiten manejar estas variables de manera adecuada”, considera Ruiz.
Además, el país viene de unos últimos cinco años de muchos ajustes en normativa, como reconoció la misma Valverde en entrevista con EF. Adaptarse a nuevas reglas también supone, normalmente, un encarecimiento de las operaciones.
“La regulación formal agrega un conjunto de costos, en mi opinión necesarios, que no son fácilmente asumibles por organizaciones pequeñas”, explica Arce.
La exjerarca de Sugef, Rocío Aguilar, también subrayó durante su mandato que el tamaño de la entidad influye en la capacidad de hacerle frente al negocio y dice que fue una de las razones que impulsaron a dos cooperativas a vender sus operaciones en 2024.
“Yo diría que en materia de intermediación el tamaño cuenta y obviamente entidades muy pequeñas tienen una menor capacidad de enfrentar desafíos tan grandes como los que hemos tenido (pandemia, inflación y nueva normativa, por ejemplo)”, le dijo Aguilar a este medio en setiembre pasado, específicamente sobre las salidas de Coopelecheros y Coopeamistad.
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¿Saldrán más entidades?
Cuántos intermediarios más se irán —o vendrán— es imposible de predecir. Sin embargo, los expertos consultados por EF apuntan a que probablemente veamos más consolidaciones —fusiones o ventas entre entidades— en el futuro.
“Si uno ve, el mundo tiende a consolidar en instituciones más grandes el sistema financiero (...). Hay entidades muy pequeñitas, entonces es difícil comprender cómo en un mundo como este, donde hay que hacer inversiones enormes en tecnología, ellas pueden mantenerse ahí dentro de un mercado tan competitivo”, considera Valverde.

Alfaro dice que las entidades pequeñas que se enfocan en banca de personas probablemente tendrán un mayor incentivo de vender operaciones, dados los costos de invertir en tecnología en medio de un mercado con mucha competencia.
Arce también se imagina un escenario de consolidación, pero no uno de eliminación de los participantes pequeños. “Me parece más bien que lo que vamos a ver es una mucha concentración en unos pocos bancos universales y habrán algunos bancos de nicho que se van a dedicar a negocios muy específicos, que van a seguir existiendo porque son buenos y efectivos en ciertos en ciertos tipos de negocios”, dice el expresidente del Conassif.
La consolidación o salida de entidades no preocupa particularmente a la actual superintendenta. “La cantidad no me determina la competencia. Puede ser que incluso eventualmente una fusión de dos entidades genere más competencia que cuando existían de forma separada”, cree Valverde.
Arce tampoco ve con malos ojos que el mercado se reparta entre menos intermediarios, siempre y cuando se haga en un escenario que no genere situaciones abusivas.
“Las teorías modernas de organización industrial, de comportamiento de mercado, de promoción de competencia, en realidad ya no les asustan tanto la concentración per se. Creo que uno lo que tiene ver es cómo se comportan los participantes, porque yo puedo ser sumamente grande, pero eso no significa necesariamente que provoque un daño a los consumidores o que actúe de una manera estratégica para que esa concentración conduzca eventualmente a un deterioro a condiciones de competencia en el mercado”, considera Arce.
¿Menos es más?
Que menos entidades deriven en un mejor servicio podría sonar, en primera instancia, contraintuitivo: más variedad de participantes debería, en teoría, propiciar competencia y mejorar el nivel de servicio que llega a los usuarios.
Sin embargo, la cantidad no es calidad. Por lo menos esa es la premisa de Valverde, quien lo compara con una competencia de natación: “yo me puedo traer a mí y a seis compañeras de la Sugef a nadar con Sylvia Poll, ¿es eso competencia? No. Competencia es que todos tengamos características semejantes que nos permitan competir, significa que tengamos las condiciones para realmente poder ofrecer a los consumidores un producto diferenciado en el que ellos vean valor y eso no es posible cuando hay entidades con características tan disímiles de capacidad de acceso a recursos”, dice la superintendenta.

El problema está en que la igualdad de condiciones no es una cualidad que describa al sistema financiero costarricense.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha señalado que el mercado financiero costarricense está lleno de distorsiones que afectan la competencia, encarecen el crédito y reducen las capacidades de los bancos para innovar e invertir en tecnología.
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En su último informe de Estudios Económicos sobre Costa Rica 2025, la OCDE puso el ojo nuevamente sobre la asimetría del “peaje bancario”, el cual obliga a los bancos privados a entregar un 17% de sus depósitos de 30 días o menos a un fondo estatal en condiciones menos favorables.
La garantía estatal también genera una asimetría importante en el mercado. Esta figura, cada vez menos habitual en el mundo, garantiza el 100% de los depósitos de los dos bancos estatales del país en caso de quiebra. Esto hace que a dos entidades en particular, el Banco Nacional y el Banco de Costa Rica, se les facilite captar recursos por encima de otros intermediarios ya que el público sabe que, sin importar lo que pase, se le devolverá su dinero.
La garantía estatal “disminuye los incentivos de monitoreo para los inversionistas y fomenta que los bancos asuman mayores riesgos”, según señaló la OCDE en su informe del 2020.
A pesar de esa ventaja, los bancos estatales también juegan con restricciones, ya que tienen que destinar parte de sus ingresos a fondear instituciones por medio de las cargas parafiscales. Estas cargas reducen en poco más de un 30% sus utilidades, lo que les resta competitividad.
“Corregir estas distorsiones, como se recomendó en anteriores Estudios Económicos de la OCDE, facilitaría que los bancos aumenten su eficiencia y su capacidad para adaptarse al cambiante panorama financiero global, además de mejorar la transmisión de los cambios en la política monetaria. También tendría un impacto positivo en toda la economía, al facilitar el acceso de empresas y hogares a servicios financieros a costos más bajos”, señaló la organización internacional.
Es posible, entonces, que la pregunta no deba girar alrededor de si son muchos o pocos los intermediarios financieros que caben en el país, sino si tienen las mismas condiciones para competir. De lo contrario, el sistema financiero costarricense podría terminar consolidándose en menos manos sin que eso necesariamente se traduzca en mejores opciones para los consumidores, o por lo menos no en su máximo potencial.