Desde crisis externas como desastres naturales o cambios tecnológicos y de mercado, como crisis internas ocasionadas por la falta de comunicación, las organizaciones requieren estar preparadas y capacitadas para prevenirlas antes de que se conviertan en una catástrofe.
La crisis actual ha dejado ver al que será el ejecutivo del futuro: aquel que tenga la capaz de mantener el equipo protegido, nativo digital, que domine varios idiomas, además de resiliente, flexible, innovador y optimista.
Organizacionalmente, los líderes auténticos y genuinos tienen mejores resultados en el largo plazo.
Hoy tenemos la oportunidad de descubrir nuestro propósito y el de nuestras empresas. No basta con maximizar utilidades, ese modelo se agotó hace muchos años.
La mayoría de los líderes, quienes definen el tono de las organizaciones y modelan los comportamientos para todos los demás, piensan que el equilibrio entre vida y trabajo es en el mejor de los casos un ideal escurridizo y en el peor un completo mito.
Un proceso de sucesión puede durar de cinco a diez años, es decir, no es una tarea improvisada. Se trata de una planeación a mediano plazo y en ello reside en mucho el reto, pues las empresas estamos poco preparadas para tener esa visión.
Palabras de Franklin Delano Roosevelt en marzo de 1933: “En todas las crisis nacionales, un gobierno honesto y enérgico ha contado con la comprensión y el apoyo de los ciudadanos, fundamentales para la victoria. Estoy convencido que ocurrirá lo mismo en este trance”.
El gobierno noruego ofrece a los conductores de autos eléctricos estacionamiento más barato, el uso de carriles exclusivos para autobuses para quienes comparten el auto en horas pico y exenciones de la gran mayoría de los peajes.
Aunque cualquiera puede convertirse en un líder inspirador, en la mayoría de las empresas hay muy pocos.
Se trata de motivar a la gente para lograr mejores resultados