Los miedos a la japonificación de hoy surgen de temores legítimos sobre fuerzas desinflacionarias estructurales que puedan causar un crecimiento más bajo y menos inclusivo, tanto directa como indirectamente. Esas fuerzas incluyen el envejecimiento social, la creciente desigualdad (en términos de ingresos, riqueza y oportunidad), la inseguridad social y económica en amplios segmentos de la población y una pérdida de confianza en las instituciones y la opinión de los expertos.
Yo defiendo que se evalúe la eficacia de las ayudas y que se provean recursos a aquellas intervenciones que los usen de la manera más eficiente. Por eso fundé la organización The Life You Can Save, que se dedica a verificar cuáles son las entidades benéficas que obtienen mejores resultados con el dinero que reciben y alentar a los donantes a elegirlas. The Life You Can Save recomienda intervenciones comprobadas, porque pensamos que los donantes pueden hacer más bien ayudando a individuos con necesidades insatisfechas que aspirando a eliminar las raíces de la pobreza sin una estrategia realista para ello.
No se trata de asumir la posición populista y demagoga de que el pastel se tiene que partir y distribuir por partes exactamente iguales en todos los casos, pero sí de insistir en lo que todos sabemos: que hay porciones con una gruesa capa de lustre y chantillí mientras que otras a duras penas califican como boronas o migajas.