¿Qué impresiona más del nuevo hotel de ultralujo Waldorf Astoria en Punta Cacique? ¿El whisky a $1.000 el trago? ¿Sus 1.500 recetas para degustar? ¿Que apenas está abriendo y ya varios clientes lo apartaron por completo para visitarlo sin que nadie más pueda ingresar? No, no es eso.
Enclavado entre playas del Coco y Hermosa, el Waldorf Astoria comienza a recibir sus primeros huéspedes en estas semanas, en una apertura controlada. Al lobby, en lo alto de la colina y diseñado para dirigir la mirada hacia las pequeñas islas de Pelones y Montosa, en el océano Pacífico, llegan personas con acento japonés, mexicano y, cómo no, estadounidense.
“Es nuestra primera vez en Costa Rica, y estamos muy emocionados”, comenta una pareja que dice venir de Chicago. Ella ya viste una camiseta crema de tirantes que dice "Pura vida" y sus pantalones cortos de mezclilla son negros y rasgados.

Aunque apenas vienen llegando, ni esta pareja ni ningún otro huésped es un desconocido. Cuando realizaron la reserva se les asignó un concierge personal. Por eso, el personal del Waldorf Astoria ya sabe quiénes son, cuáles son sus gustos y qué quieren hacer durante su estadía.
La noche aquí comienza en cerca de $1.300 y puede alcanzar los $12.000. Si bien en el contexto costarricense puede ser considerado un precio objetivamente caro, en un contexto de turismo global todo se vuelve relativo. Datos del Banco Central indican que el salario promedio anual en Costa Rica no llega a los $10.000, pero cientos de miles de ingenieros en software que trabajan en Estados Unidos ganan de $135.000 hasta $160.000 al año, aproximadamente. Así que los hoteles de ultralujo no necesitan solo de millonarios para sobrevivir.
A esto se suma que la cadena simple y directamente segmenta y decide, por precio, a cuál público quiere atraer. Costa Rica lo vale. Las playas del Pacífico Norte lo valen. Y una cadena como la Waldorf Astoria está dispuesta a cobrarlo.

El mar noble de playa Penca, la vegetación que parece que quiere comerse todo, el calor del clima y el calor de su gente, el canto de las aves después de la lluvia, los atardeceres que graban pinturas en la retina, la luna que baña el agua de las piscinas en una noche despejada… ¿Puede competir el Waldorf Astoria de Atlanta, por ejemplo, contra algo así?

Una revisión de El Financiero muestra que el de Costa Rica aparece de manera consistente como el segundo Waldorf Astoria más caro de todos los cerca de 30 que conforman la cadena. Solo estuvo por encima el Waldorf Astoria de Los Cabos, en México, donde la noche más barata arranca en unos $3.500.
Segmentar por precio es sencillo de pensar, pero dar la talla es otra historia.
Cumplir lo esperado
Las instalaciones de $200 millones del hotel Waldorf Astoria se levantan en Punta Cacique con la ayuda de terrazas. Las piscinas siguen ese concepto y las cocinas lo aprovechan para conectarse bajo tierra con algunos restaurantes y salones para reuniones, conferencias y bodas.

El desarrollo urbanístico y turístico de Punta Cacique se anunció hace décadas. El proyecto de ley para desarrollar el Polo Turístico Golfo de Papagayo, que incluye esta zona, se aprobó a finales de 1970, pero no es hasta ahora que existe algo tangible de gran magnitud. Junto al hotel ya se levantan las primeras casas que también serán parte del área. Residencias que costarán millones de dólares y para cuyos moradores el hotel será un “ancla” donde consumir servicios como el de restaurante.
Desde antes de llegar al hotel, al ver las señales de tránsito y las barreras de seguridad, queda claro que se escogieron tonos cobrizos, broncíneos y cafés para que todo combine mejor con el entorno natural y hacer del complejo algo más discreto. Muy atrás quedó la idea de que vivir en medio del lujo es vivir en medio de dorados, barroco y fanfarria. La arquitectura del ultralujo es funcional y nada que no sea necesario está presente.
El ultralujo es discreción y sencillez también a lo interno de las habitaciones, amplias y con artículos de primera calidad encargados por la cadena a sus propios proveedores, como la ropa de cama y los enseres de baño, pero donde estratégicamente se empieza a introducir al visitante en los productos locales, algo a lo que este Waldorf Astoria quiere darle especial importancia. Así, tapenade de aceitunas negras y caviar de limón, queque recubierto de mazapán y rollos de jalea de guayaba con flores silvestres son parte de la bienvenida a una recámara donde también se puede tomar un café Britt o tés de Manza Té y el licor de uchuva Golden Rush.
Aunque la habitación tenga una terraza bastante amplia, con tina, camastro y silla para disfrutar del atardecer cada día en privado, podrá bajar a darse un baño en playa Penca o en alguna de las múltiples piscinas siendo trasladado por carritos eléctricos que suben y bajan por todo el complejo en todo momento, o bien usando las escaleras, rampas y ascensores que unen todos los edificios de la propiedad.
El centro del hotel lo custodia la escultura en bronce con un reloj titulada Ventolero y creada por la artista costarricense Ingrid Rudelman.

Como al principio su sentido de orientación puede verse traicionado, el trato del personal es fundamental.
“¿Por aquí llego al spa, verdad?”, pregunté a una empleada que me encontré mientras caminaba en un pasillo.
“Sí, señor Fonseca, pero si usted gusta le acompaño”, es la respuesta inmediata.
Todo el personal con el que interactué durante mi estadía me saludó por mi apellido, siempre, sin haberme presentado. Y, poniendo un poco de atención en las mesas de al lado durante las comidas, vi que saludaban por su nombre también a otros huéspedes.
“¿Dónde puedo conseguir una toalla de piscina, amigo?”, pregunté cerca de un jacuzzi al aire libre.
“Dígame usted dónde se va a encontrar, señor Fonseca, y yo se la llevo en un instante”, fue la respuesta inmediata.
En mi experiencia, el trato fue el punto más destacado de hospedarme en el Waldorf Astoria de Costa Rica. No hubiera sido suficiente con una atención personalizada: todo el equipo humano con el cual interactué fue respetuoso pero muy cercano, servicial al mismo tiempo que ameno y elevó notablemente el concepto de hospitalidad por el cual somos conocidos los ticos.
Desde botones a mucamas, de recepcionistas a meseras, y de sous chef a gerentes de área, la manera de saludar y de expresarse, de explicar cómo funciona la tecnología en la habitación, de moverse alrededor de la mesa y presentar los platillos… todo es una coreografía que más que ensayada por meses y repetida como se planeó, se ejecuta ahora con gracia y gusto. El ultralujo es hacer sentir único al huésped y único el lugar donde se encuentra.
Los cerca de 400 empleados de la actualidad subirán cuando llegue la temporada alta y el hotel esté lleno. Botones como Julio, oriundo de Liberia, se unirán a las meseras como Tannya, vecina de playas del Coco, y al barista Ángel, quien se crió en Cartago pero emigró del Valle Central a Guanacaste siguiendo su deseo de que otros descubran, como él hace tiempo, su amor contagiante por el café. A ellos se unen nicaragüenses, colombianos, argentinos y españoles, entre otros. El Waldorf Astoria recibe a personas de todo el mundo y los atiende con personal de todo el mundo.

Comer y beber, nota aparte
Cuando siento que ya he entrado en confianza con Tannya, mi mesera en el restaurante insignia La Finca, le hago la pregunta directamente: “Yo soy un huésped normal, pero a este lugar vienen personas famosas, importantes, con muchísimo dinero, y usted es la responsable de recomendarle platos y bebidas, de servirles lo que van a comer. ¿Cómo lidia con los nervios?”.
“Todos nuestros clientes son VIP”, dice con una sonrisa. “Pero es cierto que ya están viniendo ese tipo de clientes. Además de que entrenamos durante dos meses, no solo sabemos desde antes quiénes son los huéspedes que llegarán, sino qué les gusta y qué no les gusta y cómo les gusta que se les atienda. Es un reto grande, pero todos aquí tenemos el objetivo claro: el huésped tiene que llevarse una experiencia. Yo tengo que ayudar a transmitir la experiencia que nuestro chef quiere que el huésped se lleve con él. Eso es lo que queremos, que el huésped viva una experiencia y se la lleve con él”.
La cena completa para una persona siguiendo las detalladas recomendaciones de Tannya costó $202. El costo puede parecer elevado a primera vista, pero para el estándar estadounidense o europeo en realidad tiene precios más que aceptables. No hay que preguntarse si es caro, hay que preguntarse si lo cobrado empata con lo ofrecido. Como en cualquier restaurante de su tipo, la factura se puede elevar considerablemente según los vinos seleccionados.
Los platos que voy a probar salieron de la cabeza del chef Nicolás Piatti, un argentino que conoció Costa Rica y se enamoró de y en Costa Rica. Trabajó en el Four Seasons hace algunos años y luego, llevándose por el mundo a su esposa liberiana y a su hijo tico, trabajó en distintos lugares del mundo, hasta que, desde Tailandia, aceptó regresar a Tiquicia para comenzar, hace un año, a planear las 1.500 recetas de los productos que se ofrecen en los nueve sitios donde sirve alimentos este hotel.
Voy a ejemplificar su búsqueda de la excelencia culinaria con unas referencias cortas que darían para un libro completo: todo lo que se come en el Waldorf Astoria de Punta Cacique es hecho aquí, desde el pan de las hamburguesas hasta el gelatto; la vainilla utilizada es propia de Costa Rica, no es la comercial de vaina larga, y se traslada a Guanacaste desde Los Chiles; la carne de res Wagyū, una de las más caras del mundo, procede de reses criadas en una finca entre los volcanes Tenorio y Orosi, esas reses son seleccionadas directamente por Nicolás y él tiene un carnicero que se encarga de hacer todos los cortes en el hotel; la sal usada aquí es extraída de forma artesanal en Colorado de Abangares, una parte se usa cruda y otra cocida; los platos que requieren cocción con leña se realizan con guácimo, madero negro y nancite en proporciones definidas para dar sabor ahumado sin excesos pero manteniendo la brasa activa.

“Chef, usted tiene decenas de personas a su cargo en una cocina que costó casi $2 millones y tienen todo listo para ejecutar una de sus 1.500 recetas, pero esto es el Waldorf Astoria y usted tiene clientes VVIP que van a pedirle algo que no está en su menú. ¿Qué hacen en momentos como ese?”, le pregunto.
“Empezar a cocinar lo que el huésped pidió”, responde con alegría.
La otra pieza fundamental para que el paladar del comensal no olvide Punta Cacique es la española Ana Martínez, gerenta de alimentos y bebidas del hotel. ¿Cómo puede el Waldorf Astoria ofrecer lo que sus clientes esperan de él en un país como el nuestro, donde la oferta es limitada?
La estrategia que ejecutó Ana cuando asumió su puesto, en el segundo semestre del 2024, fue pragmática: todos los proveedores de bebidas de este pequeño país pasaron frente a sus ojos. No existe algo que se pueda conseguir en Costa Rica y que Ana no haya analizado.
Desde ahí comenzó a trabajar, pero luego negoció con algunos proveedores y ahora existen productos que vienen a Costa Rica porque ella los pidió explícitamente. Además, se le encargó a la cervecería artesanal liberiana Numu la creación de una lager para su venta exclusiva en el hotel. ¿El nombre de esta novedad? Astoria. Parece diseñada para el mediodía guanacasteco: liviana y refrescante. Numu no promociona en redes sociales que la fabrica. El ultralujo es exclusividad y discreción.
Ana viajó al Waldorf Astoria de Los Cabos para analizar con otros especialistas de la cadena su propuesta final de carta, una selección amplia, robusta y variada de vinos y licores, y una oferta de cocteles originales y elegantes.
Las adquisiciones más recientes de esta española, que comenzó en la industria pidiendo que la dejaran al menos limpiar los pisos del hotel Savoy, en Londres, y ha terminado viajando por el mundo trabajando en los hoteles de las mejores cadenas, son dos botellas que cuestan millones de colones cada una. Una es de whisky, un Macallan de 30 años, la única botella de su tipo en Costa Rica, según afirma. Un trago de este licor en el bar Peacock Alley cuesta $1.000.
La otra nueva adquisición aún no está a la vista en el bar ni aparece en el menú porque requiere un reacomodo de la vitrina para ser exhibida como se lo merece: la bodega custodia un cognac Louis XIII.

Ana también trabajó con un mixólogo para ofrecer toda una serie de cocteles inspirados en Costa Rica y con ingredientes ticos como, por poner solo un ejemplo, el Poás: guaro Cacique infusionado con fruta, vino tinto, limón, jarabe simple y agua tónica.
Y no solo se ofrece cerveza y guaro de Costa Rica… también se ofrece vino de Costa Rica. “Si no tuvieran la calidad que exige el Waldorf Astoria, no estarían en la carta”, dice Ana con claridad.
Los vinos proceden de la región de Dota, la cual ella visitó personalmente. El Copey de Dota, Pinot Noir 2023, por ejemplo, es ligero, frutal, de acidez media. Región de origen: Cordillera de Talamanca, indica la botella cuando Tannya me la presentó con orgullo.
Esas bebidas complementan una cena llena de ingredientes locales cuya creación se sale de la cocina tradicional o típica. De entrada, vieiras con aguachile de maracuyá y mango encurtido. De fuerte, lomo angosto con humita y queso ahumado. “¿La temperatura del corte es la correcta, señor Fonseca?”, se acerca José, el gerente del restaurante, a verificar. De postre, tarta de caramelo, sal marina y crema chantilly. De sobremesa, cajeta de leche Pinito y Golden Rush.
La experiencia, como esperaba Tannya, marca a los comensales.

¿Y por qué es tan importante que la experiencia marque al huésped y se la lleve consigo? La razón es sencilla: los millonarios y multimillonarios que llegan a este lugar pueden tener todas las cosas que el Waldorf Astoria tiene... ¡incluso mejores! Todos pueden tener no una, sino varias casas con vista al mar, normalmente más grandes y hermosas que una suite presidencial. Todos pueden tener tinas de granito o pisos de mármoles de cualquier parte del mundo. Todos pueden comprar los licores que quieran, del país que quieran, en las cantidades que quieran.
Entonces, cuando el dinero puede comprar todo lo que uno quiere, el precio de las cosas pasa a un segundo plano y lo que marca la diferencia en unas vacaciones es vivir una experiencia inolvidable, el tipo de experiencia en la cual trabajan cada día personas como Julio, Tannya, Ángel, Nicolás y Ana desde sus puestos en un hotel de ultralujo como el Waldorf Astoria Punta Cacique en Costa Rica.

El nuevo vecino de Guanacaste no quiere vivir aislado |
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El Waldorf Astoria de Punta Cacique, perteneciente a la cadena Hilton, no llegó a un escenario virgen. El Four Seasons es su competidor directo y el Nekajui Ritz-Carlton Reserve está cerca de serlo, aunque es de una categoría superior, debido a que ofrece un ambiente más íntimo y retirado. Si trazamos un círculo imaginario de unos 10 kilómetros de diámetro cuyo centro sea la entrada a bahía Culebra, estos tres hoteles de ultralujo quedan en su interior. No es casualidad: además de estar en una región privilegiada por su belleza, todos están cerca del aeropuerto internacional Daniel Oduber, en el cual es común ver jets que esperan a sus dueños mientras ellos disfrutan de la zona. El Waldorf Astoria, sin embargo, tiene una característica geográfica especial: está a unos 10 minutos en auto de playas del Coco, por un lado, y de Hermosa, por el otro. Esto implica que si los clientes tienen interés en conocer la realidad más cercana de un pueblo tico, pueden hacerlo. No solo pueden hacerlo, lo están haciendo. El hotel les facilita la visita coordinando con un servicio de transporte de alto nivel, aunque nada impide que el huésped pida un Uber, por ejemplo. De playas del Coco y Herradura han sido contratados una parte importante de los empleados el hotel y no necesariamente porque tuvieran experiencia previa en el sector, sino porque contaban con inglés y ganas de aprender a realizar los trabajos que requiere que un coloso del lujo de este tipo se mantenga a flote todos los días y a toda hora. Además, el hotel planea llevar a sus instalaciones trabajos de artistas y artesanos de la zona, para que los visitantes conozcan más de la cultura local. Todo esto, en una región donde las tasas de desempleo y pobreza son de las más altas de Costa Rica, cercanas al 10% y al 25% respectivamente. |
El Financiero se hospedó en el hotel Waldorf Astoria Punta Cacique por cortesía de su administración, la cual cubrió los costos de estadía y alimentación. Ninguna condición de publicación fue requerida.