El Gobierno de Estados Unidos se convertirá en uno de los principales propietarios de Intel, el histórico fabricante de chips que en los últimos años perdió su liderazgo del sector frente a gigantes como Nvidia, AMD o Qualcomm.
La movida es especialmente relevante para Costa Rica, en donde Intel opera desde finales de los 1990.
Aunque recientemente anunció el traslado de su planta de ensamblaje y prueba a Asia, Intel conserva su centro de Servicios Globales y su centro de Investigación y Desarrollo (I+D) en el país.
La inversión alentada por la administración de Donald Trump en Intel puede ser beneficiosa o perjudicial para Costa Rica, dependiendo de cuál rumbo tome. Por un lado, un impulso decidido por parte del gobierno estadounidense podría fortalecer a Intel y aumentar su capacidad de inversión en los países donde opera. Sin embargo, la visión ultraproteccionista de Donald Trump desde que regresó a la Casa Blanca —pujando por el regreso de las grandes compañías estadounidenses a suelo norteamericano— también podría jugar en contra.
¿Qué está pasando en Intel y qué significa para Costa Rica? Este es el resumen.

¿Qué pasó?
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el director ejecutivo de Intel, Lip-Bu Tan, anunciaron un acuerdo para que el gobierno asuma una participación accionaria del 10% en la compañía.
A cambio de esa participación, el gobierno accedió a invertir $8.900 millones en la empresa de semiconductores, con el fin de “impulsar el liderazgo estadounidense en semiconductores“.
Esas fueron las palabras de Tan, quien recién asumió como director ejecutivo de la empresa estadounidense en marzo pasado.
Just met with President Trump to announce a historic agreement: the U.S. government is investing $8.9B in @Intel to boost American semiconductor leadership.
— Lip-Bu Tan (@LipBuTan1) August 22, 2025
I’m excited about the work ahead to ensure the most advanced silicon technology and computing products of the future are… pic.twitter.com/8PUcJyiNJu
Trump había dicho que Intel se quedó atrás frente a sus competidores. Sin embargo, su administración se interesó en invertir en la empresa precisamente para incidir sobre la industria de los chips, un sector cada vez más estratégico para el desarrollo tecnológico global.
Intel confirmó que Estados Unidos pagará los $8.900 millones por medio de subvenciones que ya le habían sido otorgadas, como se rumoreaba desde hace varias semanas. Puntualmente, señaló que $5.700 millones provendrán de fondos pendientes de recibir de la Ley CHIPS, que se aprobó en la administración Biden; y otros $3.200 millones del programa Secure Enclave.
¿Qué significa esta compra?
La participación del gobierno de Estados Unidos le colocaría como uno de los principales accionistas de la compañía, junto con los fondos de inversión Blackrock y Vanguard Group.
Ello no le daría el control absoluto sobre la empresa, pero sí un mayor rango de influencia en su toma de decisiones.
La administración Trump ha asumido recientemente un rol intervencionista en sectores estratégicos, e Intel es el último ejemplo en la lista.
En los últimos meses, por ejemplo, el gobierno estadounidense cerró un acuerdo para convertirse en uno de los principales accionistas de MP Materials Corp: una empresa del sector de las tierras raras. Además, accedió a una golden share para autorizar la venta de la empresa United States Steel Corp a una compañía japonesa; es decir, se dejó una “acción dorada” que le permite mantener control sobre decisiones clave de la compañía.
Impacto en Costa Rica
Intel es una compañía clave para Costa Rica y, para poner en contexto esa relevancia, basta con analizar los impactos previstos de la reciente salida de su planta de ensamblaje.
Solo ese movimiento —en conjunto con la salida de la empresa Qorvo, también del campo de los semiconductores— provocó una caída de 0,4 puntos porcentuales en las proyecciones de crecimiento del PIB para el año 2026, según estimó el Banco Central de Costa Rica (BCCR) en su último Informe de Política Monetaria (IPM).
“Si no fuesen”, dijo el presidente del emisor, Róger Madrigal, “el crecimiento de la economía costarricense sería mayor”. Según el jerarca del Central, la planta de Intel jugaba un rol clave en la exportación de servicios de manufactura.
Aún así, la compañía estadounidense todavía mantiene dos áreas activas en el país. Por un lado, está el Centro de Servicios Globales y, por otro, el Centro de Investigación y Desarrollo (I+D). Esas dos ramas contabilizaban un 72% de los 3.500 colaboradores de la compañía en el país hasta inicios de 2024, según datos oficiales de la compañía.
El impacto que pueda tener la compra accionaria de Estados Unidos en Intel para Costa Rica, entonces, se puede analizar desde dos perspectivas. Podría ser beneficioso si ayuda a la compañía a mejorar su competitividad en el mercado y eso incide en una mayor capacidad de inversión en los términos actuales. O bien, podría ser perjudicial si la visión proteccionista de Trump incide en decisiones de la compañía que afecten su presencia en Costa Rica.
Para determinar cuál escenario es el que finalmente se cumpla, habrá que estar atento a las señales del mercado.
De entrada, Lip-Bu Tan aseguró que Intel está “profundamente comprometida” para “garantizar que las tecnologías más avanzadas del mundo se fabriquen en Estados Unidos”. Esas fueron parte de las palabras que la compañía norteamericana destacó en su comunicado de prensa para informar sobre el acuerdo accionario alcanzado.
Trump y su administración han sido enérgicos defensores de que las grandes empresas estadounidenses operen en suelo norteamericano, incluso estableciendo impuestos de importación a países como Costa Rica. Esa medida funciona como un desincentivo para operar en el extranjero.
El impuesto de importación sobre los productos que salen de suelo costarricense inicialmente se tasó en un 10%, pero recientemente se elevó a un 15%: una medida que el Gobierno de Costa Rica atribuye al éxito comercial del país, que en el último año logró un superávit con la potencia norteamericana (le exportó más de lo que importó) para disgusto de la política trumpista.

Panorama a largo plazo
Todo esto se enmarca en una situación de crisis que vive Intel.
En los últimos años, la compañía ha perdido terreno frente a empresas como AMD, Nvidia o Qualcomm, que se han posicionado como nuevos líderes del sector de los chips ante el surgimiento de la Inteligencia Artificial (IA).
Eso ha repercutido en pérdidas sostenidas, incluso a pesar de la aplicación de un plan de recorte de gastos y despidos anunciado desde mediados del año pasado.
Las pérdidas netas de la compañía ascendieron a $887 millones y a los $3.024 millones en los primeros dos trimestres del año; para crecimientos de un 132,8% y un 82,8% en la comparación interanual, respectivamente.
La crisis se ha visto marcada por hechos históricos como la renuncia del anterior director ejecutivo, Pat Gelsinger, quien se acogió a una jubilación anticipada en diciembre pasado después de una carrera dedicada casi completamente a la compañía. Dicha salida fue interpretada como un nuevo golpe para la compañía.
Solo unos meses antes de su salida, Gelsinger había resumido la situación que vive Intel en pocas palabras. En una carta enviada a todos los colaboradores de la compañía, les dijo que Intel vive “la transformación más significativa de Intel en más de cuatro décadas” y que la empresa necesitará “luchar por cada centímetro y ejecutar mejor que nunca” para acallar las críticas y obtener los resultados que necesita.