Si el consumo es el espejo de una sociedad, Costa Rica devuelve hoy una imagen radicalmente distinta a la de hace media década.
Los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh) 2024, cruzados con las cifras récord de importación de este 2025, confirman un fenómeno estructural: el “sueño del carro nuevo” ha canibalizado partes esenciales del presupuesto familiar, redefiniendo las prioridades de gasto a gran velocidad.
Lo más novedoso no es solo que se vendan más autos, sino lo que los hogares están dejando de comprar para adquirirlos. Mientras el gasto real en la adquisición de vehículos se disparó un 62,7% respecto a 2018, la inversión en la despensa básica sufrió una contracción histórica.
El rubro de transporte ha escalado del octavo al segundo lugar en importancia dentro de la billetera nacional, superado únicamente por las comidas fuera del hogar y desplazando necesidades que parecían inamovibles.
¿Una despensa más ligera?
El dato más contraintuitivo que arroja la radiografía del INEC es el “trade-off” o intercambio que parecen estar haciendo las familias. El auge automotriz convive con una austeridad palpable en la mesa: el gasto real en “Pan y cereales” cayó un 31,7% y el de “Carne” disminuyó un 20,1% en el mismo periodo.
No se trata necesariamente de que los ticos coman menos, sino de una reasignación de recursos donde la movilidad privada ha capturado el excedente disponible (y el crédito). Hoy, el grupo de “Transporte” (compra de vehículos principalmente, pero también gasolina y pasajes) devora el 17,6% del presupuesto total de consumo de los hogares, rozando el 19,3% que se destina a alimentos y bebidas no alcohólicas. En 2004, el transporte representaba apenas el 14,8% del presupuesto familiar; dos décadas después, ha escalado casi tres puntos porcentuales y la brecha frente a alimentos —que antes superaba los cuatro puntos— hoy se reduce a 1,7 puntos porcentuales.

La “ola china” y la democratización del mercado
Este cambio de comportamiento tiene un catalizador de oferta claro: China. Según datos de la Asociación de Importadores de Vehículos y Maquinaria (Aivema), las marcas chinas ya representan el 29% del total de importaciones; es decir, tres de cada diez autos nuevos que entran al país provienen del gigante asiático.
El consumidor costarricense ha perdido el miedo a marcas como BYD, Geely, Dongfeng o JAC, que han roto la barrera de entrada con modelos tecnológicamente equipados en rangos de precio de $20.000 a $30.000, presionando a la baja a los competidores tradicionales japoneses y coreanos.
Esta “guerra de precios”, sumada a un tipo de cambio que tocó suelos de ₡500 por dólar durante gran parte de 2024 y 2025, creó la tormenta perfecta para que el parque vehicular de Costa Rica creciera a un ritmo donde, literalmente, se importan más carros que bebés nacen por año.

La paradoja del combustible: más autos, menos gasolina
Uno de los hallazgos más novedosos y paradójicos del estudio es la desconexión entre la cantidad de autos y el gasto en combustible. Aunque el 51,6% de los hogares ya tiene vehículo propio y la flota crece aceleradamente, el gasto real en combustible cayó un 7,8% comparado con 2018.
¿Cómo se explica que haya más carros rodando pero se gaste menos en moverlos?
- Eficiencia tecnológica: Los motores modernos, especialmente los de marcas emergentes, optimizan mejor el consumo.
- El auge eléctrico: Costa Rica lidera la adopción regional. En 2024 ingresaron el triple de unidades cero emisiones que en 2022. Un vehículo eléctrico puede generar un ahorro operativo anual cercano a los ₡1,2 millones frente a uno de combustión, amortiguando el gasto promedio general.
- Cambios de hábito: Aunque las empresas retornan a la presencialidad, el teletrabajo híbrido persiste, reduciendo los desplazamientos pendulares diarios.
Sin embargo, el escenario para los eléctricos enfrenta nubarrones en este 2025. La reducción gradual de los incentivos fiscales —donde la exoneración del impuesto a la propiedad baja al 80% este año— pone a prueba la elasticidad de la demanda en este segmento.
Desigualdad sobre ruedas
El boom no es democrático. Al hacer zoom en los datos por nivel de ingreso, la brecha es monumental. Para el 20% de los hogares más ricos (Quintil 5), el transporte es, por mucho, el rubro rey, acaparando el 22,5% de todo su presupuesto (unos ₡306.000 mensuales promedio). En el otro extremo, el 20% más pobre destina apenas el 9,7% (menos de ₡30.000) a este fin.
Esto sugiere que el crecimiento del 62,7% en el gasto vehicular está siendo traccionado casi exclusivamente por las clases media-alta y alta, mientras que la baja en el consumo de alimentos golpea transversalmente, pero con más fuerza, a los quintiles inferiores que enfrentan la inflación alimentaria con menos margen de maniobra.
El motor del crédito
Finalmente, este fenómeno se sostiene sobre una montaña de deuda. El saldo de crédito total en el sistema financiero alcanzó cifras históricas en 2025, con más de 25 billones de colones colocados. La mayoría de los asalariados califican para un préstamo prendario y plazos que se extienden por encima de 7 años. El sistema financiero ha facilitado que el vehículo pase de ser un bien de lujo a un aspiracional accesible, aunque esto puede comprometer la liquidez futura de los hogares.
En resumen: Costa Rica vive una transformación en su patrón de consumo donde el vehículo privado ha ganado la batalla por la prioridad presupuestaria. Queda por ver si la infraestructura vial, colapsada y sin grandes obras nuevas en el horizonte inmediato, podrá soportar esta inyección masiva de metal y caucho que los hogares ticos, con la billetera ajustada en comida pero abierta al crédito, han decidido financiar.
