El chavismo —la masa que respalda al presidente Rodrigo Chaves y que podría estar anuente a votar por la continuidad de su proyecto político— se enfrentará a una situación muy extraña en las elecciones de este 2026: la dispersión de sus opciones de voto.
Hablamos de un oficialismo difícil de identificar.
Usualmente, los grupos gobernantes buscan la reelección con líneas claras como un mismo partido político, una misma bandera y un solo candidato; pero el chavismo parece incumplir todos esos preceptos que usualmente se dan por sentados.
Por el contrario, son varios los partidos que se dicen chavistas, afines o que podrían redituar de su relación con el chavismo, y también son varios los candidatos que podrían representar alguna especie de “continuismo” o disputar el mismo electorado. De hecho, ya han sido tres los exministros que han expresado su intención de aspirar a la Presidencia de la República y aún no se cierran los plazos para las candidaturas.
Las señales son confusas y ese es un escenario que ningún proyecto político querría. Al menos así lo observó el politólogo del Centro de Investigación y Estudios Políticos (Ciep), Ronald Alfaro, quien calificó como un “gran desafío” para esa masa que apoya al mandatario llegar a las elecciones de 2026 como una formación “unida” o al menos como un “frente oficialista” sólido en 2026.

Ni bandera, ni candidatura
El chavismo ha tenido problemas para cohesionarse en una misma oferta política, ante la ausencia de un partido que le represente durante la mayor parte del último cuatrienio. Hay que recordar que el oficialismo ni siquiera pudo participar en las elecciones municipales de 2024, un fracaso que le impidió optar por alcaldías.
Desde entonces, el oficialismo le restó importancia al asunto y se centró en evitar un nuevo descalabro para las elecciones nacionales de 2026: esta vez, asegurando disponer de múltiples partidos formados o en formación que querían servir como “vehículo” del oficialismo en los próximos comicios.
La principal vocera del gobierno en el Congreso, la diputada Pilar Cisneros, llegó a decir que el gobierno disponía de “hasta ocho opciones” y que sólo sería cuestión de elegir un “caballo ganador” al final del camino.
La espera fue amplia y culminó hasta este 12 de julio pasado. Ese día Cisneros anunció en un acto público que el chavismo buscaría la continuidad por medio del Partido Pueblo Soberano (PPSO), en una alianza con otros cuatro partidos políticos. Dichas agrupaciones, sin mayor recorrido político hasta ahora, eran los partidos Movimiento Tiempo de Valientes (Motiva), Renacer Democrático (PRD), Creemos, y Esperanza y Libertad.
Detrás de Cisneros y de los representantes de todas las agrupaciones aparecía una mancha multicolor, con los signos distintivos de todas las cinco agrupaciones; aunque todas prometían lealtad al PPSO como líder principal.
Más tarde, el 14 de julio, el oficialismo dio otro paso. La exministra de Planificación y de la Presidencia, Laura Fernández, formalizó su precandidatura presidencial y, solo dos semanas después, indicó que en la papeleta le acompañarían el exministro de Economía Francisco Gamboa y el abogado Douglas Soto como candidatos por la vicepresidencia.

Los anuncios se presentaron como una forma de dejar clara cuál es la “nueva casa” y la nueva candidata del chavismo; sin embargo, la situación es más compleja.
Solo días después del anuncio de la alianza chavista, dos de las agrupaciones que la conformaban se separaron de ella (el PRD y Esperanza y Libertad), argumentando haberse sentido invisibilizados. Además, la propia diputada Cisneros, que había asumido la vocería y el comando de comunicación de la campaña, decidió separarse de esas funciones argumentando falta de tiempo, pero manteniendo el apoyo.
Asimismo, hay otro problema fundamental. El presidente Chaves llegó a Zapote por medio del Partido Progreso Social Democrático (PPSD), el cual también participaría en los comicios de 2026 con la misma bandera que enarbolaron Chaves y sus seguidores hace cuatro años.
Chaves se alejó del PPSD desde los primeros meses de su mandato, luego de disputas con la cúpula del partido. Los desencuentros iniciaron desde la campaña electoral, por el manejo de los fondos disponibles, y se agravaron ya en gobierno. Chaves incluso llegó a llamar “Judas” a la presidenta de la agrupación, la diputada Luz Mary Alpízar, a quien le reprochó decisiones que tomó en el Congreso, contrarias a su voluntad.
Pero la dispersión chavista no es solo cosa de bandera. También hay candidaturas que podrían restarse impulso entre ellas.
Además de Laura Fernández, ya se sabe que la exministra de la Presidencia, Natalia Díaz, competirá con su propio partido (Unidos Podemos) y el exministro de Obras Públicas y Transportes, Luis Amador, amagó con ser el candidato del PPSD, aunque finalmente desistió, arguyendo diferencias con sus reglamentos internos de la agrupación y con los montos que exigía para la inscripción de las candidaturas.
Díaz, además, ha decidido no desmarcarse de forma alguna de su paso por el gobierno chavista sino que lo reivindica.
Para Alfaro, la situación se parece a la de un buque que navega con agujeros. Los agujeros tal vez no le impidan seguir avanzando, pero no lo podrá hacer con la misma seguridad ni con la misma rapidez.
Esa dispersión podría cobrar relevancia en la elección presidencial, pero también en la legislativa, donde incluso el abogado Juan Diego Castro —quien ha aparecido en actos oficiales del gobierno junto al presidente Chaves— anunció que buscará una curul por medio de un partido externo llamado Compatriotas.
“Este escenario dificulta mucho, desorienta a la gente y la extravía, y eso en política no es un escenario en el que nadie querría estar parado”, opinó Alfaro. “Uno querría que el mensaje sea claro, sencillo, simple, que todo el mundo lo entienda; si no es así, son situaciones que atentan contra los objetivos”, añadió.
Otro gran reto del chavismo será quitar votos a otros partidos con visiones afines en temas culturales (conservadores), como el Partido Nueva República (PNR) de Fabricio Alvarado. Esta no es una agrupación chavista, pero sí una que se disputa “una base del electorado” similar a la del chavismo, recordó la profesora e investigadora de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR, Carolina Ovares Sánchez.
En 2022, el presidente Chaves recibió 351.453 votos en primera ronda (16,78%) y Alvarado, 311.633 (14,88%). Entonces, si el chavismo realmente quiere arrollar en la primera ronda de los próximos comicios, como dice, tendría que cazar a votantes fabricistas y de otras muchas agrupaciones más.

Renuncia descartada
Hasta abril pasado, según los estudios de opinión del Ciep, un 71% de la población decía estar indecisa de por quién votar en 2026 y solo un 3,5% mencionó a opciones directa o indirectamente relacionadas con el chavismo. Laura Fernández fue mencionada por un 2%, la eventual candidatura del PPSD por un 1%, Natalia Díaz por un 0,4% y el exministro de Obras Públicas, Mauricio Batalla, por un 0,1%; ninguna de las opciones superó siquiera el margen de error.
En ese mismo estudio, se revalidaba que el presidente Rodrigo Chaves mantiene un altísimo nivel de aprobación. Un 54% de la población valora su gestión positivamente y un 17% no la considera ni muy buena ni muy mala.
Las cifras hablan de una popularidad atípicamente alta de Chaves en la comparación con los últimos mandatarios, en el mismo momento de sus gobiernos. Sin embargo, politólogos advierten será difícil —aunque no imposible— trasladar ese respaldo a las urnas. A fin de cuentas, los líderes “personalistas” como Chaves —que gustan por su discurso y por sus formas— tienen características únicas y que no se pueden transferir en su totalidad a eventuales “delfines”.

Tomando eso en cuenta, el presidente Rodrigo Chaves incluso soltó al ruedo desde finales del año pasado la posibilidad de renunciar a su mandato para poder participar en las elecciones legislativas. Eso le habría permitido hacer campaña política activa e impulsar la captación de votos para el partido que eligió su movimiento, pero finalmente lo descartó este 30 de julio. En el mismo acto en que anunció las renuncias de varios de sus ministros que sí podrían buscar una curul en Cuesta de Moras, arguyó sentirse más útil como mandatario y tener consciencia de “odios profundos” en contra de su persona.
“Sí lo pensé, para qué les voy a mentir”, aseguró. “Pero me parece que el apoyo del pueblo a este gobierno es tan robusto, tan consolidado y tan fuerte que no hace falta que yo vaya a hacer campaña para favorecer la opinión que tenga el pueblo sobre este gobierno”, subrayó.
Para Ovares Sánchez, se trata de una decisión que también es lógica electoralmente, más allá de que no pueda hacer campaña activa. Según dijo, dejar el cargo habría implicado para Chaves, como principal figura de gobierno, perder una plataforma muy importante para exponer sus planteamientos y también pudo haber golpeado a la eventual candidatura de Laura Fernández, que habría perdido protagonismo en la contienda.
De cualquier manera, la maniobra electoral no parece sencilla para el oficialismo. “Hay una dificultad de construir una alternativa política oficialista unificadora, eso no lo veo ahorita. Habrá que ver cuál será la capacidad o la incapacidad de formarla”, concluyó Alfaro.