El Financiero vio la luz en 1995, en una Costa Rica que vivía cambios económicos que marcarían, en parte, el futuro en el que estamos hoy.
En 1995, Costa Rica tenía una población aproximada de 3,5 millones de habitantes, una tasa de homicidios de 5,2 por cada 100.000 habitantes (hoy ronda los 17), y se mantenía como una de las sociedades más igualitarias de Latinoamérica.
Sin embargo, en el ámbito económico el panorama era complicado. A pesar de esto, Costa Rica vio venir varias transformaciones que han esculpido el modelo económico actual.
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Contexto complejo
Los costarricenses habían atravesado por una década de recuperación de la crisis de inicios de los años 80 y todavía en 1995 existían embates por superar. Según las memorias del Banco Central de Costa Rica (BCCR), la economía costarricense en ese año se caracterizó por la aplicación de fuertes ajustes y pasaba por una situación de incertidumbre e inestabilidad.
Además, para 1995 aún estaba fresco el trauma del cierre del Banco Anglo Costarricense, ocurrido apenas el año previo.
Otro elemento que permite imaginar la situación es que noviembre de 1995 cerró con la inflación más alta de los últimos 30 años. De acuerdo al Índice de Precios al Consumidor (IPC), el nivel en ese mes se ubicó en 24,9%, un porcentaje que no se ha repetido desde entonces.
No obstante, esa cifra no era del todo sorpresiva. Los costarricenses estaban acostumbrados en los años 90, y aún en la primera década de los 2000, a niveles de inflación de dos dígitos.
El control de la inflación que llegó en años posteriores es, en criterio de especialistas, una de las transformaciones más relevantes en la historia económica reciente del país. Desde el 2009 este indicador no toca el 10%, a excepción de un mes del 2022, e incluso se han presentado cifras negativas.
“Hoy tenemos una estabilidad de precios que no teníamos hace 30 años”.
— Edna Cmacho, economista y exministra.
En 1996, el año siguiente, la economía seguía sin despegar. Ejemplo de ello es que el Producto Interno Bruto (PIB) de Costa Rica prácticamente se mantuvo igual al de 1995, con un tímido crecimiento del 1,3%.
Sin embargo, en 1997 llegan nuevos aires para la economía costarricense, un hito que marcó el modelo económico que ha llegado a nuestros días.
Una nueva era
A finales de 1996, la transnacional estadounidense Intel anunció su llegada a Costa Rica con una planta para ensamblar y probar microprocesadores. La construcción de esta infraestructura, en Belén, empezó meses después, en 1997, y se convirtió en la mayor inversión extranjera registrada hasta ese momento.
Este hecho representa un hito económico para Costa Rica pues inauguró una nueva etapa y abrió los ojos del país hacia sectores productivos antes inexplorados.
Aunque los esfuerzos de integración comercial y atracción de inversión extranjera directa (IED) comenzaron en los años 80, es a finales de los 90 y años posteriores cuando se fortalece la estrategia. Para ese objetivo, el país crea en 1996 el Ministerio de Comercio Exterior (Comex) y la Promotora de Comercio Exterior de Costa Rica (Procomer).
“La atracción de IED y el fomento de las exportaciones se convirtió en un eje clave para el crecimiento de la economía y la creación de empleos de calidad”.
— Luis Rivera, economista y profesor de Lead University.
La estructura productiva del país pasó de estar basada principalmente en textiles y productos agrícolas a evolucionar a una centrada en servicios y productos de alta tecnología para la exportación.
“Las exportaciones de servicios han tenido un crecimiento gigantesco, en particular las de servicios de información, telecomunicaciones y servicios empresariales. Las exportaciones de servicios, quitando turismo, tienen hoy un superávit de $5.000 millones. Es una locura”, comentó Edna Camacho, economista y exministra Coordinadora del Equipo Económico en el gobierno de Carlos Alvarado.
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Costa Rica comenzó a construir una estrategia basada en el modelo de zonas francas y la atracción de IED. Además, la llegada de Intel y sus microprocesadores atrajo a otras empresas del ámbito tecnológico y consolidó el modelo exportador.
Los datos del BCCR muestran un aumento sostenido de las exportaciones costarricenses, que llegaron en 2024 a rozar los $20.000 millones.
Hoy el principal producto de exportación que sale de Costa Rica son los dispositivos médicos, que componen cerca del 40% de los envíos al exterior. Y, aunque el sector agrícola ha reducido su participación, lo cierto es que productos como el banano y la piña se han expandido y tecnificado, y siguen entre los principales bienes de exportación.
“Costa Rica ha mantenido su posición competitiva debido a esfuerzos sistemáticos de investigación aplicada tanto en el banano como la piña. Es uno de los principales exportadores de productos agrícolas per cápita de América Latina”, afirmó Eduardo Lizano, economista y expresidente del BCCR.
Para Lizano, esta transformación se ha acompañado de dos procesos paralelos. Uno de ellos es la sustitución de financiamiento externo, que pasó de provenir fundamentalmente de entidades ubicadas en Washington a trasladarse a nuevas instituciones, más locales. Entre esas están el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) o la Corporación Andina de Fomento (CAF), hoy conocida como el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe.
El otro fenómeno paralelo es la apertura comercial que ha servido como una ampliación del modelo exportador. Costa Rica ha firmado en estos 30 años unos 13 Tratados de Libre Comercio (TLC) con países como México, Colombia o China, pero sin duda el más notorio fue el proceso del TLC con Estados Unidos.

TLC, una fractura social
El proceso de discusión, aprobación y entrada en vigencia del TLC entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana es uno de los hitos más relevantes en las últimas tres décadas en Costa Rica.
Este asunto resquebrajó a la sociedad costarricense y la llevó a una crispación social como pocas veces se había visto antes. La discusión se dividió en dos contiendas: la del sí y la del no.
Mientras los demás países involucrados aprobaban el TLC en sus respectivos órganos legislativos, el debate en Costa Rica se extendió hasta un callejón sin salida. La respuesta del Gobierno de entonces ante la crisis social, encabezado por Óscar Arias, llevó a otro momento histórico: la realización del primer y, hasta ahora, el único referéndum en la historia del país.
Este proceso de votación se llevó a cabo el 7 de octubre del 2007 y su resultado no podía ser más ajustado: un 48,4% dijo no al TLC, mientras que un 51,6% le dio el visto bueno a la aprobación, con lo que se terminó por sellar este acuerdo comercial.

Entre los términos de este tratado se encontraba uno de los puntos más polémicos de un tema que era casi tabú en Costa Rica y que finalmente sucedió: la apertura de los monopolios de seguros y telecomunicaciones. El Instituto Nacional de Seguros (INS) y el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) perdieron, en sus respectivos ámbitos, el control total del mercado y se permitió la entrada de privados que compiten hoy con las dos entidades estatales.
No obstante, solo un año después de la discusión del TLC llegó una crisis que sacudió al mundo entero, con repercusiones también en Costa Rica.
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La crisis financiera
La crisis financiera de los años 2008 y 2009 fue causada por una combinación de varios factores. Entre estos están la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, la falta de regulación del sector financiero y la crisis de confianza en las instituciones financieras.
Este episodio golpeó a Costa Rica, lo que se manifestó en desaceleración económica, aumento de la pobreza, dificultad de acceso a créditos y pérdida de empleos.
Dos datos que reflejan este impacto es que en 2009 las exportaciones se recortaron después de nueve años de crecimiento. Además, la economía sufrió la primera recesión en los últimos 30 años, pues el PIB en 2009 se contrajo un 1%.
En respuesta a esta crisis, el Gobierno de Óscar Arias lanzó el Plan Escudo, un programa de medidas que pretendía estimular la economía y suavizar o esquivar los efectos económicos de la crisis. Entre esas acciones estaban un aumento en las pensiones del régimen no contributivo, ampliación de la cobertura del seguro social y una serie de subsidios.
Aunque en el corto plazo este plan recibió halagos por sus efectos positivos, en el largo plazo ha sido objeto de críticas por sus consecuencias fiscales. El déficit fiscal se convirtió, entonces, en una bola de nieve que los gobiernos siguientes postergaron hasta un punto de casi no retorno.
Pero antes de llegar a ese lugar, en el ámbito cambiario hubo un giro.
Tres sistemas
Para Lizano, quien fue presidente del BCCR por última vez entre los años 1998 y 2000, los cambios de política cambiaria reflejan una evolución sistemática, aunque admitió que cada sistema tenía sus ventajas y desventajas.
En estos 30 años Costa Rica ha implementado tres regímenes cambiarios para establecer el precio del dólar con respecto al colón.
Las minidevaluaciones existieron hasta el 2007, mediante las cuales el BCCR realizaba pequeñas devaluaciones del colón frente al dólar de forma gradual y programada. Ese sistema llevó el tipo de cambio de ¢168 en enero de 1995 hasta superar los ¢500 para inicios del 2007.
En 2007 el país dio pasó el sistema de banda cambiaria. En este el BCCR establecía un rango dentro del cual el tipo de cambio podía fluctuar libremente, pero la entidad intervenía para evitar que se saliera de esos límites.
En ese sistema, que duró casi nueve años, el tipo de cambio se mantuvo en el rango de las cinco centenas; su punto más alto fue de ¢593,7 en agosto del 2009.
El último cambio empezó en 2015 y se mantiene hasta nuestros días. Se trata del sistema de flotación administrada, que significa que el tipo de cambio es determinado por las fuerzas del mercado, pero el BCCR puede intervenir para estabilizarlo y cumplir otros objetivos.
En este periodo, el tipo de cambio ha tenido una tendencia al alza hasta un punto máximo en junio del 2022, donde se acercó a los ¢700.
El déficit, un acompañante indeseado
Volvemos al déficit fiscal, un mal que acompañó al país en la década anterior, como una sombra.
Los críticos del Plan Escudo del 2008 alegan que sus medidas hicieron que el déficit fuera algo así como una bola de nieve cuya solución se intentó por algunos gobiernos siguientes o fue postergada por otros.
Aunque se lograron pequeños parches, la reforma fiscal esperada empezó a tomar forma durante el gobierno de Carlos Alvarado, no sin una incómoda discusión entre distintos sectores que elevó la tensión social con protestas y manifestaciones constantes.
El debate se materializó con la entrada en vigencia de la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas (9.635) el 1.° de julio del 2019. Camacho, quien participó en ese gobierno, defendió los efectos de la reforma que pretendía paliar problemas fiscales que empezaron, según dijo, en el 2006.
“Tuvimos una reforma de calado profundo que atacó no solo el tema de ingresos, sino el de gastos. Ha logrado mejorar sustancialmente las finanzas públicas”, aseveró, aunque admitió que la deuda actual del Gobierno sigue siendo alta, alrededor del 60%, versus el 30% de hace tres décadas.
Esta reforma introdujo la regla fiscal, un mecanismo para controlar el gasto público al poner un tope a su crecimiento. Esta ha sido una polémica medida de la que varias entidades públicas han intentado zafarse.
No obstante, tras la reforma fiscal, la recaudación de impuestos con respecto al PIB ha aumentado.
La reforma sentó la semilla de la esperanza de la reducción del déficit y la llegada de la estabilidad macroeconómica, pero cuando el país intentaba superar el trauma social de una discusión fiscal, llegó un nuevo episodio que causó importantes repercusiones económicas.
Segunda contracción
En marzo del 2020 se confirma el primer caso de Covid-19 en Costa Rica y, con ello, el inicio de una nueva crisis económica que terminó marcando al país y al mundo durante dos años.
La pandemia provocó, como ya vimos, un aumento del precio del dólar debido a una mayor demanda de esa moneda a nivel mundial, ya que es considerada un activo de refugio en tiempos de incertidumbre.
Además, más adelante esto se unió a la guerra entre Ucrania y Rusia que afectó los precios de diversos productos, con lo que la inflación empezó a subir hasta llegar al 12% para agosto del 2022, la más alta desde marzo del 2009.
Uno de los indicadores afectados fue el desempleo. Desde que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) mide el desempleo de forma continua, la tasa llegó a su punto más alto en ese periodo, al cierre del primer semestre del 2020.
Toda la combinación de factores hicieron que Costa Rica tuviera su segunda contracción económica en estos 30 años: en 2020 el PIB cayó un 4,2% con respecto al año anterior.
La pandemia es, hasta el momento, la última crisis económica. Desde entonces la mayoría de los sectores económicos se han recuperado, pero el país no deja de tener retos y su modelo económico empieza a mostrar desequilibrios.
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El dilema de la dualidad
La principal preocupación de los analistas es que la economía costarricense presenta una dualidad: por un lado, un sector de zonas francas productivo y en crecimiento, y por otro lado, el llamado régimen definitivo, el resto de la economía que parece quedarse atrás.
“La dualidad económica se ha marcado en la economía local, no integrada con los mercados globales, que muestra un menor dinamismo y numerosos obstáculos para el crecimiento de la productividad”, comentó Luis Rivera, economista y profesor de Lead University.
Por ello, corregir esta situación, aumentar la productividad e integrar más innovación son desafíos para el país.
En ese contexto, la educación se presenta como un reto fundamental. Camacho considera que debe trabajarse en reducir la deserción de secundaria y proveer a los futuros trabajadores de nuevas habilidades. De lo contrario, la economista cree que será difícil reducir esa economía dual.
“El reto macroeconómico central es mantener un crecimiento del PIB en, al menos, un 5% anual durante la próxima década”.
— Luis Rivera, economista y profesor de Lead University.
Para Juan Rafael Vargas, catedrático de la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica (UCR), la reducción de costos y la simplificación de leyes y regulaciones son otros temas a los que prestar atención.
Un desafío del que cada vez más se habla es el envejecimiento de la población. Por eso, Lizano aboga por una política migratoria “inteligente” que permita la entrada de profesionales y trabajadores calificados de otros países.
El economista agregó la formación de recurso humano, la modernización de infraestructura y asegurar la energía suficiente para la nueva demanda como retos futuros.
El modelo productivo de Costa Rica está bajo la lupa. Mientras tanto, El Financiero seguirá sumando años para contar la historia económica del país que está por escribirse.