Darner Mora, director del Laboratorio Nacional de Aguas del Instituto Nacional de Acueductos y Alcantarillados (AyA), afirma que su espíritu lo lleva a hablar con la verdad. Esto lo dice en referencia a los casos de contaminación de agua potable que se han dado a conocer recientemente en Cipreses de Oreamuno, en Cartago, pero que no son los únicos.
El funcionario reconoce que otras nacientes de agua y acueductos del país pueden estar contaminados y sin que se sepa debido a las limitaciones del propio AyA y de las Asociaciones Administradoras de los Sistemas de Acueductos y Alcantarillados (Asadas) para analizar las aguas.
Mora, con 45 años de trabajar en el laboratorio, reclama que los cambios constantes de presidentes ejecutivos y gerentes impacta la operación del AyA; responsabiliza a esta volatilidad como una causa para que Costa Rica retrocediera en 2022 en la cantidad de población con acceso a agua potable.
El porcentaje de población con acceso a agua potable bajó de 95,7% en 2021 a 89,5% en 2022, ¿cómo se explica este retroceso en un tema que ha sido diferenciador de Costa Rica en la región?
—El AyA ha estado viviendo, en los últimos casi dos años, mucha inestabilidad en el nombramiento de presidentes ejecutivos, en gerencias. Eso genera inestabilidad también en los directores y operadores. A eso júntele que el teletrabajo en el AyA fue mal implementado, no se estaba preparado para eso. Ese 89,5%, si bien es cierto bajó, yo espero que este año suba. Lo digo bien intencionado, no me gustó que bajáramos, pero me gustó que el indicador que utilizamos es lo suficientemente sensible para determinar esas deficiencias.
¿Cómo estas situaciones internas y administrativas del AyA se terminan reflejando en esa baja y en que una persona puede pasar de recibir hoy agua potable al día siguiente ya no ser potable?
—El agua es un elemento dinámico. Lo que hoy es potable mañana podría ser que no. Y lo que hoy es no potable podría ser que mañana sí, si la operación es la adecuada.
¿Qué está provocando que en algunas zonas el agua no sea apta para el consumo humano?
—Primero que todo la falta de protección de las fuentes de agua. Las fuentes de agua son lo más importante para que, por medio de procesos de tratamiento de potabilización y cloración, se suministre agua de calidad potable. Por otro lado, se nos ha venido encima, cerca de las fuentes, la urbanización. No se están respetando los planes reguladores. Todo lo que tiene que ver con la delimitación, dónde se construyen viviendas, dónde se protegen las fuentes, eso se ha dejado de hacer. Tenemos que tener la persistencia delicada de controlar la calidad del agua. Eso en el Laboratorio lo hacemos, pero el operador debe estar atento a que se cumpla con el tratamiento, ya sea en los días normales, días feriados, en los sábados y domingos. Hemos detectado deficiencias en eso. La contaminación de las fuentes de agua o de los acueductos es generada más por contaminación fecal que por contaminación química, pero ya tenemos problemas de plaguicidas.
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En Cipreses, la comunidad teme que otras nacientes, además de las que ya se han identificado, estén contaminadas y aún no se sepa. ¿Es esto posible ahí y en otras zonas del país?
—Sí, claro que es posible, pero hay que asegurarse. Hay que tener cuidado con el tema. Nosotros en el Laboratorio tenemos la capacidad de analizar plaguicidas en aguas. El problema es que no tenemos la capacidad para los metabolitos de los plaguicidas. Si uno analiza el agua en las fuentes de Cipreses, el plaguicida entero no está. Lo que sí está es la degradación del plaguicida. Nadie en el país, excepto el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (Iret), tiene la capacidad de determinar metabolitos. Estamos tratando de dar el paso para eso. Yo tengo 45 años de trabajar en el Laboratorio Nacional de Aguas y desde el 2002 propusimos un proyecto para fortalecerlo. En el 2006 se estableció un proyecto para hacer un edificio nuevo con presupuesto de un préstamo del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) de $11,2 millones, y aún hoy estoy esperando que la administración superior le dé el visto bueno para sacar la licitación.
¿Con este proyecto, además de la infraestructura, se ampliaría la capacidad del Laboratorio para hacer pruebas que hoy no tiene la capacidad de hacer?
—Sí. Le doy un ejemplo. Si yo consigo una donación de medio millón de dólares para comprar el equipo para hacer los metabolitos, no lo puedo conectar en el edificio que tengo porque el sistema eléctrico no funciona, ya no aguanta más equipos.
¿Ustedes tienen en este momento algún tipo de indicio de otras zonas del país donde el agua también podría tener algún tipo de problema?
—Es que está dispersado en todo el país. La mayoría de la población recibe agua de calidad potable, el 89,5%. Queda un 6% o un 7% que recibe agua que es no potable y como un 3% o un 2% de población que no tiene acueducto, que todavía va a un pozo o va a un río. Esas cosas es lo que tratamos de mejorar con el Programa Nacional de Disminución de Brechas, para identificar dónde están las vulnerabilidades y las comunidades que no tienen agua de calidad potable. Este programa está desde 2019, pero con cada cambio de gobierno tengo que explicarlo y cuesta que me apoyen. Yo pretendo convencerlos de la problemática, pero no es fácil cuando te cambian de jerarca cada vez que el presidente o el Consejo de Gobierno lo pretenda. Y a los gerentes los cambian a cada rato. Es una volatilidad que permea a la parte operativa. Esa es la realidad.
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El AyA es el mayor proveedor, pero también hay cientos de Asadas responsables de mantener esa vigilancia en sus acueductos. Pero algunas que no tienen capacidad. ¿Se salió de las manos el modelo de las Asadas?
—El modelo de Asadas ha sido extraordinario para el país porque nos ha permitido crecer en cobertura y calidad del agua y eso hace que estemos a la vanguardia en Latinoamérica. Eso no quiere decir que el modelo actual sea el adecuado. Cada ente operador tiene que tener su propio control de calidad del agua. Al Laboratorio Nacional de Aguas le corresponde hacer vigilancia. La Autoridad Reguladora de Servicios Públicos (Aresep) aprobó en 2019 un crédito en las tarifas para pagar el control de calidad. Pero ellas no lo hacen, la mayoría no lo hacen.
¿Y las que no lo hacen es porque no tienen la capacidad de hacerlo?
—O porque no tienen la conciencia de hacerlo. Entonces hay Asadas excelentes, hay Asadas muy buenas, hay Asadas regulares y hay Asadas malas. Mal administradas. Pero el mismo AyA tiene acueductos que en este momento no son potables. Entonces, para ver a los que están allá hay que vernos nosotros a lo interior.
¿El cambio climático puede incidir mucho en cómo vaya esta situación en los futuros años?
—Sí, claro. Eso es de fijo. A mayor escasez de agua, mayor posibilidad de contaminación, porque los componentes químicos se concentran. Y además de eso tenemos menos fuentes de agua. Y cuando se tiene escasez de agua se produce el fenómeno de retrosifonaje, que es cuando las tuberías, al quedarse vacías, succionan la contaminación que está a su alrededor. Son problemas profundos.
Usted decía que este año espera que el porcentaje de población con acceso a agua potable aumente. ¿Con cuánto cree usted que cerrará el año?
—Siento exitoso, si acaso subiríamos un punto y medio, llegaríamos a 91%.