El Banco Mundial anunció este 1. ° de julio, la reclasificación de Costa Rica como un país de “ingreso alto”, un hito que posiciona a la economía nacional junto a naciones como Chile, Canadá o Alemania.
Sin embargo, este avance se da en un contexto de importantes desafíos estructurales, principalmente una de las tasas de desigualdad de ingreso más elevadas de la OCDE.
La nueva categorización del Banco Mundial se fundamenta en el Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita del país en 2024, que superó el umbral requerido por el organismo. Las clasificaciones se actualizan anualmente y reflejan el desempeño económico del año anterior.
Motor del crecimiento
El ascenso de Costa Rica a esta categoría se vincula a un crecimiento económico promedio del 4,7% en los últimos tres años (con un 4,3% en 2024), impulsado principalmente por la fortaleza de la demanda interna, que incluye tanto el consumo privado como la inversión.
Este es un avance significativo en la trayectoria del país. Según datos del Banco Mundial, desde 1987 la proporción de países de ingreso alto en América Latina y el Caribe ha aumentado del 9% al 46%.
El gran desafío
A pesar del hito, el propio informe del Banco Mundial subraya las tareas pendientes. La desigualdad de ingresos, medida por un coeficiente de Gini de 49,2 en 2024, sitúa a Costa Rica entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con la segunda distribución del ingreso más desigual.
En contraste, el país muestra avances en la reducción de la pobreza, con una disminución de 5 puntos porcentuales desde 2022. La tasa de pobreza se ubicó en un 18% de la población en 2024, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Estabilidad macroeconómica
En el frente macroeconómico, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la OCDE reportan que Costa Rica mantiene una inflación controlada, cercana al objetivo del 3%, y una deuda pública que se ubicó en 55,9% del PIB a inicios de 2025, con reservas internacionales en niveles holgados.
Estos avances fiscales han contribuido a una mejora en la percepción de riesgo internacional. No obstante, las proyecciones apuntan a una desaceleración del crecimiento económico a un 3,1% para 2025.