A lo largo de una de las líneas ferroviarias más bellas del mundo, Steve Lang observa cómo las olas chocan implacablemente contra las rocas y se abalanzan sobre las vías del tren. Un fenómeno causado por la erosión y la desaparición de las playas.
"Vengo aquí todos los días y me dan ganas de llorar", dice el surfista de 68 años a la AFP desde su lujosa casa con vista al mar en San Clemente.
En esta ciudad del sur de California, el océano avanza tierra adentro inexorablemente. Frente al terraplén de la vía por donde pasa el Pacific Surfliner, un tren conocido por su excepcionales vistas, la playa, que hace pocos años se extendía más de cien metros, se ha evaporado.
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Sin esta protección natural, las olas de la tormenta tropical Kay en septiembre provocaron el desplazamiento del suelo bajo las vías.
La vía, por la que cada año circulan 8,3 millones de pasajeros entre San Diego y San Luis Obispo, está ahora cerrada por obras de emergencia.
Voz de alarma
El balneario Cyprus Shore, un enclave de un centenar de villas de lujo donde el expresidente estadounidense Richard Nixon tuvo una mansión, está amenazado.
Sin la playa para proteger esta localidad, el corrimiento de tierras sobre el que se construyó está abocando lentamente algunas casas hacia el mar.
El aparcamiento del acantilado se está derrumbando y dos villas con paredes agrietadas son ya oficialmente inhabitables.
"Valían al menos 10 millones cada una", suspira Lang. "Llevamos años dando la voz de alarma, sin éxito".
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La zona es un paradigma de lo que está en juego a lo largo de los 2.000 kilómetros de costa de California, afirma el teniente de alcalde de San Clemente, Chris Duncan. "Toda la costa de California está amenazada por el cambio climático y la erosión".
Este fenómeno natural se ve agravado por la subida del nivel del mar, causada por el deshielo de los glaciares, y el aumento de la fuerza de las olas debido al calentamiento de los océanos.
Una batalla perdida
Para 2050, el agua del océano puede cubrir entre $8.000 y $10.000 millones en infraestructuras en California, y otro conjunto de inmuebles valorados entre $6.000 millones y $10.000 millones estarán en una zona de peligro de marea alta, según un estudio publicado a finales de 2019 por la oficina del Legislativo estatal.
En San Clemente, las autoridades locales de transporte están tratando de asegurar las vías. Cada día se colocan toneladas de rocas para reforzar el suelo por el que pasan las vías del tren. Está previsto que las obras duren 45 días y cuesten 12 millones de dólares.
Pero "es una batalla perdida", suspira Duncan. La línea ya se cerró en septiembre de 2021 para añadir 18.000 toneladas de roca. Un remiendo que no solucionó el problema. "Ayudan a estabilizar la vía temporalmente, pero provocan una pérdida exponencial de arena", dijo, ya que las olas rebotan violentamente contra ellas.
El demócrata pide a las autoridades federales que le suministren arena. “Necesitamos técnicas de reposición y retención de arena para asegurarnos de reconstruir nuestras playas. Necesitamos diques de contención, arrecifes vivos y espigones”, dijo.
Retroceder, un gran desafío
A largo plazo, "la mejor solución sería alejar (las vías) de la costa", dijo a la AFP Joseph Street, geólogo de la Comisión Costera de California. "Pero eso es obviamente un esfuerzo enorme y costoso", dijo, sin hablar del futuro de las viviendas.
“Muchos de los responsables que toman decisiones han dado largas”, lamentó Stefanie Sekich-Quinn, de la Fundación Surfrider, una ONG ecologista que está haciendo campaña para que la vía del tren se aleje de la costa, una opción defendida en un informe federal de 2009.
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En California sólo hay un puñado de iniciativas de este tipo.
Las autoridades de San Diego, a unos 160 kilómetros al sur de San Clemente, anunciaron en julio un enorme proyecto de $300 millones para desplazar las vías Pacific Surfliner hacia el interior.
Pero en San Clemente no se discute.
“Esto sólo puede ser el último recurso”, dice Duncan. “La gente espera que los funcionarios electos como yo trabajen para salvar nuestras casas y nuestro ferrocarril, no que se rindan”.