Costa Rica construyó durante décadas una economía desigual y fracturada, y los datos salariales son solo un retrato más de esa realidad. El 20% de los salarios más altos absorben más del 50% de todo el dinero que se paga a los trabajadores en el sector formal del país, mientras que el resto de sueldos —todos aquellos menores a ¢1,14 millones— van a parar a manos de trabajadores de clases bajas o de clases medias.
Los motivos detrás de esa desigualdad son locales e internacionales al mismo tiempo. A nivel local, Costa Rica apostó con éxito por un modelo exportador y de atracción de inversiones; pero descuidó al resto del aparato productivo, que quedó rezagado y con menor espacio para ofrecer salarios más competitivos. A nivel internacional, la revolución tecnológica abrió aún más la grieta, premiando a unas disciplinas y castigando a otras.
Más allá de las causas, lo alarmante son las consecuencias. Estudios internacionales han demostrado la correlación entre desigualdad salarial y tasas de homicidios, depresión y menor crecimiento del producto interno bruto (PIB).
Así se dibuja la grande (y peligrosa) desigualdad de Costa Rica en sus salarios.

Minoría competitiva
En Costa Rica hay desigualdad salarial a nivel general y a nivel territorial.
A nivel general, el promedio salarial del mercado formal costarricense es de ¢837.000, pero apenas tres de cada 10 sueldos superan esa barrera.
En otras palabras, hay un grupo muy pequeño de remuneraciones muy altas que empujan hacia arriba el promedio, aunque no representan la realidad de la mayoría.
La mediana salarial —que sí retrata mejor a la persona típica— es de apenas ¢540.000; es decir, una mitad de los costarricenses gana menos que eso.
En el plano territorial, por otra parte, se dan dos fenómenos al mismo tiempo.
Por un lado, la mayor parte de los salarios disponibles se concentran en pocos distritos del centro del país o de cantones con mayor interés turístico; y, por otro, también es en esos lugares donde se concentran las mejores remuneraciones.
Según un análisis en profundidad desarrollado por EF con base en la facturación salarial de octubre de este 2025, solo en 28 distritos de Costa Rica se registraron uno o más salarios formales por cada persona en edad de trabajar que habita en ellos; y la gran mayoría de esos territorios se ubicaron en cantones de la Gran Área Metropolitana (GAM) como San José, Santa Ana, Belén, Montes de Oca, Alajuela, Goicoechea, Santo Domingo, Heredia, Flores y Curridabat.
Fuera de la GAM, eso mismo solo pasó en los distritos de Palmares, Santa Cruz y Nacascolo, de Liberia.
En contraposición, se registraron otros 253 distritos donde se pagan un sueldo o menos por cada 10 personas en edad laboral: la gran mayoría en zonas rurales o empobrecidas, con menores índices de desarrollo socioeconómico.
En materia de calidad salarial, la historia se repite.
EF calculó las medianas salariales pagadas en todos los distritos del país y solo encontró nueve territorios donde la “media tabla” de las remuneraciones alcanzó o superó los ¢700.000.
Esos nueve distritos se ubicaron todos en cuatro cantones del anillo central de la GAM: San José (Catedral, Hospital, Mata Redonda y Zapote); Belén (La Asunción, La Ribera y San Antonio); Heredia (Ulloa); y Flores (San Joaquín).
Al otro extremo, las medianas salariales apenas se quedaron en ¢400.000 mensuales o menos para más de 300 distritos rurales o periféricos, en los que una mitad de los salarios o más ni siquiera llegan a esa cifra.
En palabras sencillas, los salarios altos en Costa Rica son una ínfima minoría y en su gran mayoría se quedan en la zona central del país, donde también surgen desigualdades internas. Fuera de esos cantones y distritos altamente productivos, en cambio, las poblaciones quedan mayormente desempleadas, excluidas o expuestas a trabajar en el mercado informal, que usualmente se relaciona con peores condiciones económicas y con un acceso limitado a cuestiones básicas como el aseguramiento, las pensiones o el crédito para consumo y producción.
Todos los datos vertidos hasta ahora se basan en la facturación de las planillas formales costarricenses en octubre de 2025, las cuales fueron procesadas por EF de forma anonimizada. Dicha información la consolida todos los meses el Sistema Centralizado de Recaudación (Sicere) de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), que tiene acceso a todos los registros salariales pagados por empresas costarricenses y extranjeras en suelo nacional.
Esos datos no incluyen a trabajadores informales, que son cuatro de cada 10 en el país; ni a los trabajadores independientes, que son un 6,5% dentro del sector formal. Los datos tampoco toman en cuenta la diferenciación entre jornadas completas y jornadas parciales; sin embargo, las estimaciones del INEC indican que solo un 5,3% de los asalariados del país trabajan en jornadas inferiores al rango de 40-48 horas semanales.
Para ejemplificar cuán peor es la situación remunerativa dentro del empleo informal, basta con revisar los datos de la Encuesta Continua de Empleo, que también mide el INEC. Hasta un 40% de los trabajadores con empleo informal ganan menos de un salario mínimo al mes y un 80% no supera los dos salarios mínimos; mientras que solo un 5% y un 40% de los trabajadores formales caen en esas mismas situaciones.
Descuidos históricos
La desigualdad salarial en Costa Rica es hija directa de descuidos históricos durante los últimos 30 o 40 años de desarrollo local.
Así lo explicaron los economistas Ricardo Monge, presidente de la Academia de Centroamérica, y Natalia Morales, coordinadora del Programa Estado de la Nación (PEN).
Costa Rica se acomodó a su éxito exportador y a su capacidad para atraer grandes empresas, a pesar de que las zonas francas solo emplea a un 12% de los trabajadores formales del país. El país no desarrolló políticas públicas para esos otros sectores de la economía como la agricultura, la agroindustria y algunas actividades manufactureras, que siguieron siendo pujantes en materia de empleo pero que terminaron estancadas y empobrecidas.
Este es uno de los principales motivos detrás de las grandes desigualdades salariales de Costa Rica, donde un sector económico pequeño empuja el crecimiento del país de manera destacable, pero ofrece pocas remuneraciones y menos aún para las poblaciones con menores niveles de instrucción.
“Este país comenzó una transformación productiva muy exitosa desde mediados de los años 1980, pero lamentablemente, por la falta de políticas de desarrollo productivo, se terminaron creando dos Costa Ricas, y esa dualidad económica explica en buena medida por qué tenemos esa enorme diferencia salarial”, resumió Monge.
El Banco Central de Costa Rica (BCCR) registra las medianas y los promedios salariales anuales por unidad productiva desde 2006 y esos registros también permiten observar que el “salario típico” de la economía interna se ha quedado estancado desde entonces frente al promedio de esa misma economía local, y frente a la mediana y el promedio de las zonas francas.
Quitando el efecto de la inflación, la mediana de la economía interna solo ha crecido un 48% en los últimos 18 años (un promedio de 2,7% anual); mientras que el promedio de la economía local ha subido un 58%, la mediana de las zonas francas ha subido un 81% y el promedio de esos regímenes especiales hasta un 102%.
La existencia de esas “dos Costa Ricas” es un fenómeno ampliamente estudiado, y que no se refleja solo en cuestiones salariales. También es común observarla en otros múltiples ámbitos como la educación, la salud o la infraestructura, que juntos hacen que las distancias se perpetúen, se agranden y sea más difícil de revertir.
Así lo explicó Morales, quien señaló que ese tipo de “círculos viciosos” también se ven en campos como la violencia o la criminalidad: fenómenos que también se nutren de rezagos históricos desatendidos.
Esa complejidad, explicó la investigadora, explica por qué se ha hecho tan difícil enfrentar el problema.
“Esto no es nuevo”, reconoció; “pero es muy difícil porque tenemos problemas y rezagos estructurales que impiden que eso se logre y que van desde la política pública —que es inexistente— hasta las mismas capacidades que tienen las regiones, que ya están muy deterioradas”, puntualizó.
Una hipoteca de futuro
Hasta hace unos pocos años, para la sociedad costarricense había sido relativamente fácil ignorar la desigualdad y los problemas estructurales que la alimentan. Sin embargo, esa desigualdad que muchas veces se percibe como un término abstracto ahora se está reflejando en ámbitos de la vida cotidiana como la violencia y el crimen organizado, el debilitamiento de la democracia o el empeoramiento de los servicios públicos. Todas ellas, resumió Morales, son “efectos secundarios”.
En materia de violencia y crimen organizado, Costa Rica actualmente enfrenta los años más violentos de su historia reciente, marcados por una mayor influencia del narcotráfico, el cual ha encontrado el terreno perfecto para asentarse en las zonas más vulnerables (y con menos ingresos) del país.
En materia de violencia y crimen organizado, Costa Rica actualmente enfrenta los años más violentos de su historia reciente, marcados por una mayor influencia del narcotráfico, el cual ha encontrado el terreno perfecto para asentarse en las zonas más vulnerables (y con menos ingresos) del país.
Según los equipos técnicos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), las organizaciones criminales son capaces de “reclutar” a jóvenes para actividades como narcotráfico o sicariato ofreciéndoles solo pares de tenis o ropa en las zonas más vulnerables del país.
Un estudio del Banco Mundial en 39 países encontró una relación positiva y robusta: a mayor desigualdad, mayor tasa de homicidios y crímenes violentos.
En cuanto a la democracia, Costa Rica registró en el 2022 el mayor nivel de abstencionismo jamás visto en una primera ronda de elecciones (casi el 40%): un dato que ha venido creciendo sistemáticamente desde finales de siglo pasado y que se ha acentuado en las personas de menores ingresos, según los estudios de opinión.
“Las mayores caídas de la participación en las elecciones las hemos visto en los quintiles más bajos y no en los más altos, porque los beneficios del modelo de crecimiento económico quedan en pocas manos y el resto de la población percibe que el sistema no trabaja para ellos”, explicó Morales.
Esto deja las puertas abiertas para discursos de líderes populistas que prometen batallar contra las “castas” o, como suele decir Rodrigo Chaves, “ticos con corona”. Ese tipo de discursos pueden ser relativamente vacíos, incompletos o disfrazar intenciones poco democráticas como deslegitimar a cualquier contrapeso político, pero ganan mucha fuerza entre sectores de la población que se sienten perjudicados, en desventaja y en busca de un cambio en sus condiciones de vida.
Por último, explicó Morales, también es normal que las grandes desigualdades provoquen segregaciones sociales y el empeoramiento de los servicios públicos, como ya se observa en el país.
A fin de cuentas, los sectores más ricos son los que más dinero aportan a los sistemas estatales y los que suelen tener mayores herramientas para exigir la mejor calidad de los mismos. “Si los estratos de mayores ingresos empiezan a salir del sistema educativo y de la salud pública, como ya lo estamos viendo, eso puede empezar a deteriorar sus condiciones”, afirmó.
Otro estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) concluyó que un aumento en la participación del ingreso del 20% más pobre está asociado con un mayor crecimiento del PIB. Por el contrario, cuando solo suben los ingresos del 20% más rico, ese crecimiento tiende a bajar.
Estudios de la London School of Economics concluyeron que esta desigualdad también está correlacionada con mayores niveles de estrés y depresión entre las personas.

‘Empatar para arriba’
Revertir la tendencia de la desigualdad estructural en Costa Rica es una tarea compleja, pero no imposible.
Un punto de partida, según explicó Monge, es trabajar para que esas brechas salariales dejen de ensancharse, haciendo que los sectores más deprimidos de la economía sean más competitivos.
Él explicó que siempre es normal que existan diferencias salariales, porque las actividades económicas nunca serán las mismas; pero subrayó que en Costa Rica hay sectores claramente deprimidos que podrían pagar mejores salarios si se trabajara para mejorar sus condiciones.
Desde su punto de vista, sería un grave error culpar al sector exportador o a las zonas francas por su éxito, y más bien habría que intentar replicar su éxito en aquellos sectores más rezagados.
“Esto nos debe preocupar, pero no quiere decir que debemos frenar el desarrollo de Costa Rica en los sectores que generan mejores sueldos”, señaló. “La raíz del problema es que no le estamos brindando educación, conocimientos y habilidades a grandes sectores de la población para que puedan insertarse, y ahí es donde hay que amarrarse las mangas”, subrayó.
Para lograrlo, sin embargo, se necesita de altos niveles de coordinación estatal con los gobiernos locales y las empresas involucradas, una mezcla que hasta ahora no llega en la mayoría de los casos.
Esos esfuerzos sí han surgido en materia de comercio internacional y Monge destaca casos como los de Grecia, en Occidente, que en los últimos años ha atraído a múltiples desarrollos industriales siguiendo pasos similares que Cartago y Belén dieron en el pasado.
No obstante, el desafío es mayor en otros sectores de la economía, donde predominan empresas pequeñas con poca capacidad técnica para planificar o escalar en mayor medida.
A pesar de esa complejidad, Monge advierte de que el peor escenario sería continuar ignorando el problema. “La alternativa”, dijo, “son los problemas sociales, la inestabilidad y la disconformidad... Y eso es muy peligroso”.

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Esta nota es parte de una serie de publicaciones sobre salarios formales en Costa Rica en 2025. Puede encontrar todos los artículos en la siguiente dirección: Especial Salarios 2025.
