El martes 13 de febrero pasado tenía programada la entrevista con los emprendedores que están importando el ron Tanduay. El lugar de la entrevista era en la entrada de Rincón Grande de Pavas, en las antiguas instalaciones de Johnson & Johnson. Y las presas se habían multiplicado como Gremlins.
Cuando íbamos de camino, hubo que zigzaguear por viejas rutas. La Circunvalación norte era un parqueo.
Pasamos por Barrio México, La Pitahaya y doblamos a Paseo Colón. Los vehículos que venían de todos los puntos de San José hacia la autopista General Cañas se encontraron en un gigantesco embudo.
Cuando al fin doblamos al sur frente a la estatua de León Cortés el viaje se hizo fluido. El regreso, después de la entrevista, no fue prometedor.
Pasamos frente al centro comercial de Plaza Mayor, en Rohrmoser. La Circunvalación seguía como un gran parqueo. Seguimos hacia La Sabana. En la esquina de la Nissan estaba otra vez el embudo.
El día anterior, el lunes 12 de febrero, había realizado otra entrevista. Esta vez en el Sigma Business Center, a la par del Mall San Pedro. Una de las personas que tenían que llegar nos avisó que llegaba tarde.
Venía de Curridabat. Ese día empezó a implementarse un cambio de vías en la zona de la Casa de los Figueres.
Las descomunales presas llevan dos semanas. Las obras en varios puntos, junto con la falta de previsión para evitar el impacto de cierre de vías.
Hoy nos enteramos que el Ministerio de Obras Públicas y Transportes tiene un protocolo y un manual que exige la gestión del tránsito en los sitios donde hay trabajos en la vía. Tampoco eso se cumplió.
El nivel de embotellamientos obligó a la Casa Presidencial a acudir con un extinguidor
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Las medidas adoptadas incluyen una vuelta al teletrabajo. Pero la medida es restringida: se limita a los empleados públicos que viven en los cantones de Occidente, Alajuela, Heredia y Cartago.
Se anunció también otro decreto para establecer horarios escalonados en el sector público, con el fin de redistribuir los picos vehiculares que ingresan a San José y la restricción vehicular para camiones pesados. Otras instituciones reaccionaron ante lo evidente.
La Universidad Nacional (UNA), por ejemplo, convocó a sus estudiantes a la primera semana de ingreso y anunció que luego seguirían en modo virtual. Con límites.
“Un máximo de 6 sesiones virtuales en cursos de 17 semanas, y hasta 4 sesiones virtuales en cursos trimestrales y cuatrimestrales, adaptando las actividades virtuales a la carga horaria de las clases presenciales”, comunicó la UNA.
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¿Será suficiente?
¿Por qué no avanzar y consolidar de una vez el teletrabajo, en su fórmula de trabajo híbrido? En realidad, lo que vemos en una vuelta atrás.
En 2020 cuando se preguntaba por el teletrabajo, la respuesta era siempre “no se puede, los quieren ver aquí”. No en todas las empresas.
Habían algunas, especialmente extranjeras en zona franca y de servicios o informática, donde se otorgaba el trabajo remoto toda la semana, de forma escalonada, con demostración de resultados de parte de la persona colaboradora.
Se vino el confinamiento y sí se pudo.
Se habilitaron plataformas para el trabajo desde casa, primero improvisadamente y luego recurriendo a servicios de videoconferencias como Zoom y sistemas de computación en la nube. Hay evidencias.
El porcentaje promedio de teletrabajo antes del 2020 fue de apenas el 0,05% para el sector público y 0,52% para el sector privado, según un estudio de la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica (UCR).
En el segundo trimestre en el sector privado la proporción de empleos en teletrabajo aumentó a casi 11% y en el sector público al 41%.
Por sectores, la enseñanza fue donde se dio el cambio más abrupto: aumentó 140 veces en comparación al primer trimestre del 2020.
Ese sector fue seguido por servicios administrativos y de apoyo (8,5 veces), administración pública (6,4 veces), transporte y almacenamiento (3 veces), actividades inmobiliarias (2,39 veces), comercio (2,07 veces) y atención de la salud (1,6 veces).
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En las actividades financieras y de seguros el teletrabajo aumentó 11 veces, seguido por alojamiento y comida (casi 5 veces), información y comunicaciones (4,41 veces) y actividades profesionales, científicas y técnicas (2,39 veces).
Pero lo bueno dura poco.
Conforme pasó la pandemia se retrocedió, pese a que —según el estudio— un 34% de los empleos del país podría realizarse mediante teletrabajo.
Es decir: uno de cada tres empleos no tiene problemas para ser realizado desde el hogar, según el informe.
¿Cómo estamos ahora?
Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en el trimestre de octubre, noviembre y diciembre de 2023 solamente 143.245 personas estaban en teletrabajo.
Eso es apenas 9%. Redondeando: 1 de cada 10 personas.
¿Esa cantidad de personas están todos los días en teletrabajo o solo unos días por semana?
El INEC indica que 85.417 personas tienen hasta seis días de teletrabajo. Es el 5,4% de toda la población asalariada.
En otros países, incluso en Europa y Estados Unidos, la discusión está planteada. El diario español El País reporta que las disputas entre empleados y empresas llegan a los tribunales. En unos casos, los tribunales le dan la razón a los empleados. En otras a las compañías que “los quiere ver”.
En España, después de la pandemia, se redujo en 25% los puestos en teletrabajo, según estimaciones de la firma Adecco.
En la Unión Europea, uno de cada cuatro trabajadores realizan su labor, aunque sea ocasionalmente, desde el hogar.
La discusión se va a los extremos. Las personas colaboradoras se resisten a ir un día a la semana. Y las empresas quieren que vayan todos los días.
El trabajo híbrido es una buena opción.
Desde el punto de vista de la gestión del talento, las empresas deben argumentar bien porqué ir a la oficina y generar condiciones atractivas que disminuyan las resistencias, con un rediseño de las oficinas. Regresar al hacinamiento no es un buen anzuelo.
¿Las empresas locales toman en cuenta estas consideraciones?
En Estados Unidos el problema planteado, cuando las compañías quisieron aplicar el retorno a la presencialidad, fue que muchos de sus colaboradores vendieron casas y apartamentos, se trasladaron lejos de las metrópolis como Nueva York o San Francisco y trabajaban desde pueblos de otros estados o desde fuera del país, e incluso habían cambiado a sus hijos de escuelas.
El trastorno para el regreso no era menor.
Todavía hay oficinas vacías y, como reportamos hace unos días en el boletín EF de la mañana, los bancos están preocupados por los edificios que financiaron en grandes ciudades y que siguen desocupados.
Conozco casos similares de personas en Costa Rica que se trasladaron fuera del Valle Central, realizan trabajo remoto desde sus nuevas localidades, solamente vienen a la oficina cuando es requerido y siguen cumpliendo sus labores.
¿Cuál es el factor que empuja hacia atrás? Lo sabemos. Y no es la falta de tecnología.