Probablemente pueda sonar extremo, o cínico, pero cada vez sospecho que tiende a ser generalizadamente cierto. Todos los días vemos casos de corrupción galopante, “saltos de reglas”, ahorros de costos en proyectos que ponen en tela de juicio la calidad de los mismos, o bien proyectos con precios tan altos que nos hacen meditar sobre “quien está ganando demás”, o peor aún, el escenario donde se juntan los ahorros de costos con los precios más altos (es decir, mala calidad y ganancia abusiva). Cada vez es más frecuente que las personas se salten las reglas, oculten (u omitan) información, usen sus “contactos” para mejorar su situación, etc. En las empresas, ofrecen calidad pero no la cumplen, y cuando se reclama por ella, lo que encontramos es silencio. Todas estas prácticas se han convertido en el “lugar común” del desarrollo de los negocios.
No solo en las empresas, en nuestra propia vida cotidiana vivimos en una vorágine de competencia desleal que nos envuelve. Lo que acaba de suceder en la FIFA con la reelección de Joseph Blatter en medio de una investigación del FBI sobre sobornos en el órgano más importante del futbol mundial nos hace al menos cuestionar la ética de negocios en la que estamos inmersos. En la política, slogans como “el menos malo” o “roba, pero hace obra” se han convertido en el criterio más popular de selección de candidatos.
Hasta en los campeonatos deportivos escolares, por lo general la escuela anfitriona “arregla” los partidos para que el local juegue en el mejor horario, o con el rival más cómodo. Si desde pequeños estamos enviando un mensaje de “ganar a toda costa”, lo que estamos formando no es gente que juegue con las reglas, sino que las aproveche para su propio beneficio.
En esa misma línea, nos quejamos de la economía informal porque supuestamente, está fuera de la “legalidad”, sin entender que muchos de los informales (claro, no todos) no podrían seguir vivos pagando los costos de ser formal; y del otro lado, lo que podrían pagar quizás ni siquiera cubre los costos de su fiscalización. Y al mismo tiempo, las empresas “formales” asumen prácticas informales de contratación para evadir impuestos, sabiendo que el Estado es lo suficientemente débil para una mejor fiscalización.
Voy a llevar este argumento al extremo para analizar con ustedes las consecuencias generalizadas de la competencia desleal. Supongamos por un momento que todos incumplimos sistemáticamente nuestro “contrato social”, es decir, que simple y llanamente no cumplimos con las normas. Empecemos con lo simple, supongamos que nadie respeta los semáforos. Sería el caos total, choques por doquier. ¿Y si no respetamos ninguna norma? Esto que ahora hacemos de forma selectiva (cuando podemos, donde podemos), lo hacemos de forma generalizada. Sería el total desorden y el más fuerte sería quien gane en esta lucha sin cuartel. Ni más ni menos hacia eso vamos y tenemos que hacer cambios antes que sea demasiado tarde.
Susan Rose-Ackerman, experta en el tema de la corrupción de la Universidad de Yale señala que es necesario contar con una pequeña dosis de corrupción porque ello permite aceitar los engranajes del sistema económico; es decir, sería aceptable que eventualmente se “salte” una luz roja si ello es para llegar a tiempo a una reunión donde definirán un proyecto que incrementará el bienestar de la mayoría de la población. Pero competir con la ley de la selva haría inviable no solo el sistema económico sino la propia vida social.
Así las cosas, ¿Cuál es la salida? Todos queremos un mundo mejor pero nadie quiere dejar de lado sus privilegios (grandes o pequeños). En Chile la presidenta Bachelet está llevando a cabo la reforma institucional probablemente más ambiciosa de América Latina (y a diferencia de otros gobiernos, sin saltarse los demás poderes del Estado), en un contexto de escándalos de corrupción de su partido y la oposición. Al final, lo que busca es establecer “nuevas reglas de juego parejas para todos”. Esto último es lo que hace que funcionen las empresas, las democracias y las sociedades; vean los países nórdicos (que además son los mejores rankeados en los índices de percepción de la corrupción). Reglas justas para todos.