Como nunca antes en la historia, las personas tenemos los medios y las posibilidades de comunicarnos con cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar. A pesar de esto, el número de personas que se sienten solas aumenta día tras día.
Es paradójico que habiendo más personas y estando mejor conectados, nos estemos distanciando. La soledad pareciera ser, lastimosamente, un mal contemporáneo.
La soledad es tanto física como psicológica y se asocia con la falta de personas con quién hablar, la falta de comprensión, el sentimiento de exclusión, el desinterés por el entorno y la tristeza. Mucha gente pasa días sin ningún tipo de interacción social.
La soledad no distingue edades, pero en general, afecta mayoritariamente a los adultos mayores.
En muchos casos puede ser el resultado de una decisión personal. Sin embargo, también hay varios factores externos que influyen como el costo de vida, la movilidad, la priorización del éxito profesional, el aumento en la esperanza de vida, el deseo de tener hijos y la capacidad de tolerar a otros.
La cantidad de hogares unipersonales en varios países de Europa está aumentando, con valores superiores al 30%. En el Reino Unido, la soledad afecta a un 13,7% de la población, donde se creó el Ministerio de la Soledad. En Suecia, una de cada cuatro personas muere sola. En muchos casos nadie reclama los cuerpos.
La situación en Costa Rica no es tan alarmante como en Europa, pero ya se está notando un cambio en esa dirección, al observar, por ejemplo, un descenso en el número de familias nucleares y un aumento en porcentaje de familias monoparentales o parejas sin hijos.
La soledad es un tema real del que muchas veces se evita hablar. Sin embargo, es necesario hacerlo sin ambigüedades. Por esos que la sufren y los que la sufrirán en el futuro.