Una foto de un tanque o de un ejército regular masacrando civiles se disemina rápidamente y el precio político es muy alto.

Ante esta realidad el uso de la fuerza contra los civiles tiende a disminuir pero es sustituido por otras formas de violencia estatal.

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Entonces, la guerra híbrida sustituye a la guerra regular y las operaciones encubiertas se utilizan con frecuencia. El empleo disfrazado de la fuerza militar junto con la desinformación caracterizan a ciertos conflictos, como es el caso en el este de Ucrania y la ocupación de Crimea por tropas rusas sin distintivos.

De acuerdo con el general Guerasimov, jefe del estado mayor ruso, los límites que separan la guerra y la paz no se establecen y el apoyo de factores ajenos a lo militar puede definir un conflicto.

Militares vestidos de civiles

La utilización simultánea de métodos económicos e informativos, puestos en práctica con el uso de la fuerza, caracterizan a la guerra híbrida. Este es el caso, de Daniel Ortega y Rosario Murillo, quienes vistieron a militares de civiles y asesinaron a cientos de nicaragüenses.

El dictador evitó que su ejército interviniera abiertamente en el conflicto y se reservó el uso de los tanques rusos T72, donados por Vladimir Putin.

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Enfrentado a la protesta cívica, inventó mentiras y victimizó a su policía, ocultando los muertos civiles asesinados por los paramilitares; masacre teñida del color rosa, favorito de su esotérica compañera.

Ortega se ha convertido en un fervoroso practicante de la guerra híbrida, manipulado por la presencia militar rusa en un centro de entrenamiento en Managua.

El sanguinario dictador del norte ha puesto en práctica las macabras enseñanzas de sus patrocinadores moscovitas.