La situación en Nicaragua se agrava todos los días. La represión a los comunicadores, las sanciones adoptadas por el congreso norteamericano y la intervención de la Organización de Estados Americanos, colocan contra la pared a la dictadura de Ortega y Murillo.
Amplia presión internacional ha deslegitimado a la pareja esotérica, salvo el apoyo de regímenes autoritarios como Cuba, Rusia y Venezuela.
La coyuntura nicaragüense es un conflicto de baja intensidad con tendencia a la guerra civil. La represión absoluta de libertades no pareciera dejar otro espacio que la resistencia armada, a pesar del compromiso y práctica de las fuerzas opositoras con la resistencia pacífica.
Otro escenario es el magnicidio, Ortega y su esposa cargan con centenares de muertos, torturados, heridos y presos, algún familiar de las víctimas podría cobrar venganza, de ahí la paranoica seguridad que rodea a la pareja presidencial. En Managua corren rumores sobre un posible golpe de estado ejecutado por el ejército y esa es una posibilidad. Según algunas informaciones la institución castrense mantiene una porción importante de sus fondos de jubilación en los EE. UU. y no desean exponerlos al embargo.
Una salida posible sería acudir a algún militar retirado prestigioso para liderar la rebelión contra los dictadores, iniciar una transición democrática (limpieza de las instituciones secuestradas por el orteguismo) y convocar a elecciones libres rápidamente. Un gobierno cívico militar podría ser una salida suave a la crisis y evitaría un nuevo y doloroso baño de sangre al sufrido pueblo nicaragüense.
La escalada represiva de las últimas semanas no permite descifrar cuál será el camino que tomarán los autócratas. Ante la pérdida del poder y el exilio, están escogiendo la cárcel o la muerte.