Ser líder en un organigrama es más fácil que ser el líder con quien la gente quiere y se siente inspirado a trabajar. Y aún, dentro de los líderes que aglutinan gente, como el presidente de una nación, no todos los líderes tienen el mismo nivel de evolución, sofisticación, comprensión de problemas e impacto positivo (en una organización, nación o en la humanidad). Es decir, entre personas que ocupan una posición de liderazgo, hay grandes diferencias.
Sin decir cuáles líderes pertenecen a cuál categoría para ejemplificar el punto anterior, podríamos mencionar jefes de estado como Daniel Ortega o Hugo Chávez, en comparación con Barack Obama o Nelson Mandela. Es decir, la pregunta más relevante en términos de liderazgo no es, si se es líder o no, sino qué tipo de líder se es, o, qué tanto crecimiento interior e impacto potencial se construye.
En ese sentido, formar líderes es parecido al proceso que conlleva formar seres humanos desde que estos son niños: formar líderes en cierta forma se parece a los roles de ser papá, mamá, maestro, mentor, o coach deportivo. Una persona no se transforma en una semana, una persona se va transformando paulatinamente con las experiencias, el tiempo, lo que otra gente le deja a lo largo de la vida, por su propia búsqueda de crecimiento y aprendizaje, aunado a la introspección interior.
Es por eso que contribuir a formar líderes desde mi punto de vista, no es tema de ir a sentarse a tomar clases una semana, leer un libro o seminario. Formar líderes requiere algo mucho más complejo y profundo.
El crecimiento que conlleva pasar de ser un contribuyente individual a liderar un equipo, se da de manera multidimensional a lo largo del tiempo, la parte intelectual es una, pero no la única, ni la más relevante.
Estudiando el tema, conversando con académicos y expertos y por mi propia experiencia, concluyo que una persona que quiere pasar de ser un contribuyente individual a ser un líder de un equipo, en una organización conlleva un proceso de 2.5 años aproximadamente para lograrlo a plenitud.
Los cuellos de botella de ese proceso del que he sido testigo y contribuyente, para mí, no están a nivel intelectual sino y sobre todo a nivel emocional.
Da miedo crecer y da miedo cambiar y equivocarse cundo hay mucho en juego.
¿Cómo es el proceso de construcción de un líder? (que por cierto no termina nunca para quienes quieren seguir en constante crecimiento y aprendizaje). Explicarlo conllevaría muchas páginas, pero hoy quisiera referirme a que este proceso no es unidimensional y que requiere deseo consciente individual.
Formar a un líder requiere que la persona voluntariamente quiera. La gente más defensiva, que no es abierta a la retroalimentación, a quien le cuesta aceptar errores, o quien es poco consciente de sí misma no está en camino de ser un líder que evoluciona (el presidente de los Estados Unidos en este momento, sería un ejemplo).
Y, dentro de las dimensiones que determinan que una persona crezca o no, hay muchas. Y en todas se avanza simultáneamente para que haya verdadera evolución.
Estas dimensiones tienen que ver con el ego, la dimensión emocional, la moral, ética, espiritual y también la intelectual. -entre otras-.
Cuando hablamos del ego, por mencionar una, hablamos de cómo una persona va (o no) modificando paulatinamente le percepción de sí misma.
Cuando se aplica una evaluación de 360 grados sobre competencias emocionales y sociales, es curioso observar como muchos profesionales que ostentan posiciones de liderazgo no se perciben claramente a sí mismos y distorsionan de una forma optimista o pesimista, sus competencias respecto a como son verdaderamente percibidos.
El tema me parece fascinante y por eso es que cuando inicié a pensar en mi profesión actual, me volví una estudiosa desde el punto de vista intelectual, pero mi mayor crecimiento ha venido de miles de horas que he pasado sentada escuchando y entendiendo el mundo interior, los dilemas, temores y triunfos de cientos de líderes que han confiado en mí a lo largo de muchos años.