Hace casi tres años escribí un post titulado; Política fiscal vs. Subir impuestos, ¿quién gana?, para ilustrar un hecho simple para los economistas (aunque parece que muchos lo han olvidado). Una reforma fiscal no se reduce a tapar un agujero fiscal, subiendo impuestos o bajando el gasto.
El trasfondo de una reforma supone saber qué es lo que queremos para el país. Y para ello las preguntas claves son: ¿Hacia dónde queremos orientar al país? ¿En dónde se encuentran nuestras ventajas competitivas? ¿Cuáles son sectores relevantes en la estrategia, y por tanto, que nos interesa y no nos interesa apoyar? Eso es lo que define una política fiscal.
Una vez definido lo anterior, se definen los instrumentos (desde exoneraciones, subsidios, estímulos, inversión, etc.), su costo, y en cuanto tiempo se empezarán a ver los frutos. Ya eso es parte de las acciones puntuales, es decir, que aumentamos / reducimos, y en que montos, la recaudación esperada, etc.
Por ello, el resultado de las elecciones, más que desanimarnos, debe ser visto como una gran oportunidad para no caer en la simple “administración del gobierno” sino más bien empezar a construir la visión de mediano y largo plazo. Los ciudadanos eligieron a dos personas jóvenes lo cual supone un recambio generacional y también de ideas y opciones a futuro.
Es por ello que esta es la gran oportunidad de definir los temas centrales hacia donde Costa Rica debe avanzar en el mediano y largo plazo; y en esa visión, dos temas son centrales. Uno es el desarrollo de la micro, pequeña y mediana empresa y el otro es el déficit fiscal. Hace unos días escribí una propuesta mínima viable para el desarrollo de las pymes: información, por lo que es necesario hacer un Censo Empresarial; definir el grupo meta de la política; micro, pequeñas y medianas son muchas empresas, así como de subsistencia vs. dinámicas; ¿a quién le apostamos?; simplificar trámites; ya hay un camino y logros en el mismo, continuarlos; descentralizar, el desarrollo regional urge de políticas de fomento enfocadas en la realidad de cada territorio; y finalmente, definir metas; que queremos, en cuanto tiempo y que hacemos si no lo logramos.
En el caso del déficit fiscal, el tener un norte le da mucha claridad a las políticas. Que es lo que quiero promover y por tanto, ¿dónde vamos a invertir? Y al mismo tiempo, estamos decidiendo que es menos importante y reduciremos (o eliminaremos) como gasto. Y si, es necesario tomar esas decisiones.
En el caso de los ingresos; tenemos dos componentes, la eficiencia en la recaudación y el incremento por nuevos impuestos o aumentos en tasas. En la eficiencia en la recaudación, existen claras opciones de mejora. La simplificación de los trámites (parte de la política pyme), la identificación de los “signos exteriores de riqueza” (casas y autos de lujo, entre otros), son formas de apuntar hacia la mejora en la recaudación sin alterar la estructura impositiva. El impuesto solidario de las casas de lujo apuntó a ello, pero es necesario simplificarlo para lograr los objetivos recaudatorios, una vez identificados los evasores.
En el incremento de impuestos, necesitamos definir las líneas maestras respecto de hacia dónde queremos dirigir el país. Aquí las pymes tienen un rol y una “línea base”. Ese es un sector a promover; y asimismo debemos establecer cuáles queremos desincentivar, y por tanto, deben ser gravados. Me parece que en cuanto al aumento de ingresos, se requiere de mayor reflexión y una clara definición de cuáles deben ser las “apuesta país”, es decir, los sectores a fortalecer; además de las mipymes.
Sobre el gasto existe un intenso debate, los salarios de diferentes instituciones, salarios diferenciados y su productividad, etc. Este es sin duda un debate necesario. Si bien todos aspiramos a salarios dignos, ellos deben estar asociados a nuestros conocimientos, experiencia y resultados. Esto implica hacer evaluaciones, pero de verdad. Ellas deben ser realizadas por un ente técnico e imparcial; ni deben estar basadas en chismes o percepción, ni en persecución política. Reglas claras y justas para todos por igual.
Además, es necesaria la racionalización del gasto, es decir, gastar e invertir con sentido. Va desde lo “trivial” como los “almuerzos institucionales”, “viajes y viáticos” (que lo que dan es una señal política de austeridad), etc., hasta la redefinición de los proyectos públicos hacia los que tienen un mayor retorno económico y/o social. Todo lo anterior en consistencia con los objetivos estratégicos de la política (que ya deben estar definidos como señalé al inicio), es decir, los sectores que nos interesa apoyar como “apuesta país”. Es aquí que debemos preguntarnos, ¿Cuál es la apuesta país?
Veamos el vaso medio lleno. Recuerden que crisis=oportunidad. Este es probablemente el mejor momento para que el país de “el salto” que requiere hacia una economía próspera, moderna y justa.