Dos mujeres con el mismo nivel de educación y experiencia profesional: ¿gana menos la que tiene hijos?
Claudia Goldin, economista de la universidad de Harvard y especialista en economía de género, sostiene que la brecha salarial se debe en parte a las decisiones laborales que toman las mujeres que tienen la responsabilidad del cuido de los hijos.
Esto agrega una perspectiva interesante al debate tradicional de que las mujeres ganamos menos solo por ser mujeres.
Goldin señala que la diferencia en las remuneraciones aparece en mayor medida cuando la maternidad entra en escena, porque a partir de ese momento las trabajadoras necesitan organizarse diferente.
La pregunta es: ¿paga la trabajadora una especie de “peaje” por la maternidad? En algunos casos sí.
Una mujer que trabaja y debe cuidar a sus hijos muchas veces recurre a la flexibilidad de la jornada para permanecer activa en el mercado laboral y eso tiene un precio.
Y cuando hablo de flexibilidad me refiero a trabajar menos horas por semana, pero también a la posibilidad de comprimir el horario para laborar la misma cantidad de tiempo en menos días, o hacerlo a través del teletrabajo fuera del “horario de oficina” en tanto se alcancen los objetivos del puesto.
Pero ¿por qué la flexibilidad impacta el salario?
Si se reduce la jornada es lógico que se reduzca el pago de manera proporcional, pero hay otros aspectos. La necesidad o el deseo por la flexibilidad influye a la hora de elegir el tipo y lugar de trabajo, así como el cargo a desempeñar, por lo que algunas mujeres prefieren ser su propio jefe o solicitar empleo en empresas menos demandantes en comparación a grandes corporaciones, no teniendo acceso a los paquetes de beneficios y remuneraciones que sí reciben sus colegas en esas otras compañías.
También se podría malinterpretar que una mujer que solicita flexibilizar la jornada no está totalmente comprometida con la empresa y por lo tanto no se considera como candidata para ocupar cargos de mayor nivel jerárquico (promociones). Además podría dársele un menor porcentaje de aumento al considerar que dedica “menos esfuerzo” a su trabajo en comparación con otras mujeres que están dispuestas a pasar más tiempo en la oficina, incluyendo horas en la noche y fines de semana.
A pesar de lo anterior, sería un error concluir que la flexibilización de la jornada es sinónimo de desprotección y que debemos rechazarla. Todo lo contrario.
Hacer flexibles las jornadas es una medida para impulsar la actividad económica porque, entre otras razones, permite que las madres trabajadoras puedan conseguir empleo y mantenerse laborando al mismo tiempo que atienden las tareas domésticas.
La flexibilidad da oportunidades, y es hora de dejar atrás los prejuicios.
Una madre que trabaja no es una “malamadre”, y una trabajadora que sacrifica parte de su salario a cambio de una mayor flexibilidad en su horario no es una empleada mediocre.
No nos debería preocupar que una mujer gane menos que otra porque ha tomado decisiones según sus prioridades y pensando en su maternidad. Lo que debería preocuparnos es que esas trabajadoras no tengan la posiblidad de optar por la flexibilidad, y que la rigidez actual en las jornadas sea la razón que impida a muchas madres tener un empleo remunerado.